CRÍTICA: “El Color Púrpura” (“The Color Purple”)
Un viaje hacia la liberación.
La Real Academia Española (RAE) define sororidad, en su segunda acepción, como la «relación de solidaridad entre las mujeres, especialmente en la lucha por su empoderamiento. Un concepto, el de sororidad, a la orden del día en la actualidad, pero que el guion escrito por Marcus Gardley (“Historias de San Francisco”), que adapta el libreto del musical homónimo confeccionado por Marsha Norman, nos demuestra que ya estaba latente a principios del siglo pasado. Una solidaridad entre mujeres que funciona como el motor del cambio social entre la comunidad afroamericana sureña de inicios del siglo XX, y de la que está impregnada esta adaptación del musical de Broadway que lleva el mismo nombre.
Una adaptación en forma de musical encubierto – y ya van tres en los últimos meses – que nos cuenta la historia de Celie (Fantasia Barrino), una chica afroamericana que es entregada en matrimonio por su maltratador padre a un granjero local, Albert (Colman Domingo), quien la trata con más crueldad si cabe. Sin embargo, esta temerosa mujer de Dios verá el brillo de la liberación en la figura de la cantante de jazz, Shug Avery (Taraji P. Henson), quien personifica la idea de una vida de mujer empoderada.
Treinta y nueve años después de que Steven Spielberg nos presentara su adaptación personal de “El Color Púrpura”, la novela escrita por Alice Walker, el director Sam Blitz Bazawule (“The Burial Of Kojo”), a ritmo del soul más sureño, se pone al mando de esta versión cuya puesta en escena musical y coreografías recuerdan al Broadway clásico. Ese Broadway donde el cuerpo de baile se desperdiga por distintos puntos del escenario otorgando una profundidad máxima, y donde el peso de los números musicales no recae necesariamente en los protagonistas, sino que está al servicio de la trama y el mensaje que esta quiere transmitir.
Un mensaje que nos lleva de travesía por aguas sureñas hacia la liberación socio-económica de una mujer oprimida por el sistema patriarcal de principios del siglo XX, y donde la geografía y el juego de luces y sombras de la fotografía creada por Dan Laustsen (“El Callejón de las Almas Perdidas”) funciona como una proyección de lo intangible.
Un intangible, en el caso concreto de “El Color Púrpura”, que hace referencia al ansia de liberación y de empoderamiento del personaje de Celie, y que es encarnado por cada una de las figuras femeninas que aparecen en la cinta, y que actúan como un oasis de liberación y aprendizaje para la protagonista.
Desde el propio vestuario (el de Celie siempre en tonos apagados y el de las mujeres “empoderadas” repleto de colores radiantes) hasta las localizaciones en las que se desarrollan según qué hechos de la trama (la violencia masculina siempre en lugares con decorados paupérrimos y oscuros y los encuentros furtivos con las figuras que representan esa idea de liberación en grandes espacios iluminados con luz natural), todos los elementos cinematográficos están orientados en hacer visible el cambio de paradigma que se va experimentando en la película a medida que va avanzando la trama, haciendo esta travesía de la que hablábamos antes mucho más envolvente y significativa.
Y no solo eso, sino que las crudas e hiperrealistas interpretaciones del elenco en general, y en especial la de los nominados al Oscar Colman Domingo y Danielle Brooks, están acompañados por una puesta en escena y juego de planos centrados en elevar a la enésima potencia toda la carga sentimental que rezuman dichas interpretaciones. Un trabajo a nivel directoral impecable, que también se nota en la dirección de los que probablemente sean unos de los números musicales más completos y simbólicos de los últimos tiempos, y que permite al espectador conectar a un nivel bastante profundo con la historia que se nos narra. Una historia donde los hechos principales absorben tanto, que las subtramas secundarias en momentos estorban, pero que permiten llenar de energía y de vida el mensaje de empoderamiento y sororidad que emana la cinta.
En definitiva, esta nueva versión de “El Color Púrpura” pone el foco de atención en el viaje hacia la liberación personal que vive el personaje principal, explotando al máximo la afectividad visual. Una película que cuenta con un diseño artístico y de producción poseedor de un poder a la hora de transmitir emociones asombroso, capaz de trasladar el mensaje de lo narrativo a lo visual. Un tratamiento de los elementos cinematográficos impecables por parte de su director, que convierten a “El Color Púrpura” en uno de los mejores musicales dramáticos de los últimos tiempos.
NOTA: ★★★★☆
“EL COLOR PÚRPURA”, YA EN CINES.
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