CRÍTICA (27FestivalMálaga): “Un Hípster en la España Vacía”
Una feel good movie rural.
Con más de 23 años de lucha, el movimiento ciudadano “Teruel Existe” lleva tratando de poner en valor la necesidad de impulsar medidas que permitan la supervivencia de la provincia. Un movimiento que representa el estandarte principal de aquellos que tratan de paliar el olvido sistemático que sufren los pueblos pertenecientes a la denominada como “España vaciada”. Una España que engloba a todas aquellas zonas que sufrieron a mediados del siglo pasado emigraciones masivas dentro del marco del éxodo rural vivido en aquella época. Zonas que son estudiadas y analizadas de manera teórica desde las grandes esferas públicas que deciden llevar a cabo políticas destinadas a aplicar soluciones irreales a unos problemas que desconocen y generalizan.
Soluciones poco prácticas para la mejoría de la situación rural española, y que en Un hípster en la España vacía trata de implantar Quique (Lalo Tenorio), un joven encargado de liderar la política de la “España vacía” en un pueblo de Teruel. Un pueblo que recibe con desconcierto y rechazo las políticas y enseñanzas que el joven, en un esfuerzo por romper con la tradición arcaica que impera en el pueblo, trata de imponer. Sin embargo, y con la ayuda de Lourdes (Berta Vázquez), la camarera del bar, conseguirá ver que las ideas y prácticas que trae de la capital española no tienen sitio en este campestre páramo, forzando a Quique a escuchar a sus nuevos vecinos en busca de soluciones reales para problemas reales.
Tras seis años sin dirigir un largometraje, Emilio Martínez-Lazaro (Ocho apellidos vascos) nos dibuja un pueblo prototípico de la España vacía, transportando al espectador a la España más rural a base de planos amplios, cuya puesta en escena paupérrima transmite sin ningún tipo de tapujos la humildad y soledad que impera en este tipo de zonas. Un pueblo chapado a la antigua, donde sus vecinos viven desconectados con las corrientes políticas y de pensamiento que brindan al resto de sociedad de un aire fresco y modernizado, sumiéndolos en una burbuja de la que no tienen intención de salir. Burbuja que estalla tras la llegada de Quique, una figura que personifica la corriente actual de lo “políticamente correcto”, y que se ve desubicado en un entorno cuanto menos hostil. Y es justo ahí, justo en ese “no saber estar” y no saber leer las necesidades reales del día a día del pueblo, de donde surge la comedia.
Una comedia de contraste donde un elemento (en este caso Quique) es introducido en un entorno del todo desconocido y contrapuesto a su razón de ser, y cuya interacción con lo que le rodea deriva en situaciones de pura comedia costumbrista. Una comedia muy bien equilibrada a lo largo del guion escrito por Daniel Castro (Vota Juan), que trata de poner en valor de manera satírica y punzante el hecho de que para querer convencer, hay que educar, no imponer. Un guion con un mensaje contundente, y donde el desarrollo de los personajes y las situaciones pivotan entorno a Lourdes, interpretada de manera estoicamente contenida por Berta Vázquez (Palmeras en la nieve). Un personaje que guía a Quique a lo largo de esta Epifanía que sufre al entrar en contacto con los problemas reales, descubriéndole que este ejercicio de “colonización” forzada no va a traerle nada bueno. Algo que el espectador es capaz de notar como natural y real gracias a la gran química que demuestra la pareja protagonista, y la interpretación sosa y “sin sangre” que permite a Lalo (El fin de la comedia) plasmar a las mil maravillas el carácter imberbe de su personaje.
Pareja a la que le acompaña un elenco irregular, pero capaz de plasmar todos los arquetipos básicos de este tipo de rincones españoles, haciendo que este esfuerzo visual de trasladar al espectador a lo más profundo de la España vacía se vea exacerbado por el plano narrativo. Plano donde el mensaje marcado sobre la búsqueda de entendimiento y rechazo de los extremos se ve representado de manera continuada a lo largo de todo el metraje, pero que está mal salpimentado por una historia de amor que no termina de profundizarse lo suficiente. Un intento de crear un motivador del cambio más sobre la figura de Quique que se siente autoimpuesto por la obra pasada del director.
En definitiva, Un hípster en la España vacía consigue su objetivo reivindicativo a la hora de mostrar de manera satírica e irónica el tratamiento de las políticas destinadas a cambiar la paupérrima situación de la “España vaciada”, pero falla en su plano amoroso. Una ‘feel good movie’ capaz de hacer ver que por muy buenas que sean las ideas, si su implementación no tiene un impacto real en la sociedad en la que se pretenden implantar, no supondrán ningún tipo de mejora. El ideario político de cualquier buen conocedor de lo que realmente acontece en la “España vaciada”.
NOTA: ★★★½
“UN HÍPSTER EN LA ESPAÑA VACÍA”, ESTRENO EN PRIME VIDEO EL 27 DE MARZO.
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