CRÍTICA (27FestivalMálaga): “Los Pequeños Amores”
El valor de los amores fugaces.
Uno de los sentimientos más puros que una persona puede sentir a lo largo de su vida es el del amor. Un amor que se manifiesta y se siente de diferentes maneras, pero del que solo se suele guardar recuerdo cuando deriva en lo romántico y fraternal. Ese amor intenso y que acaba en una relación afectiva duradera entre dos personas, y que no siempre tiene que llegar a buen puerto.
Sin embargo, existen otros tipos de amores. Amores temporales y fugaces que no tienen por qué derivar en nada serio, pero que sí que pueden llegar a marcar a una persona de la misma forma que lo hacen los mencionados previamente. Relaciones a las que Celia Rico (Viaje al cuarto de una madre) le dedica esta sentida carta de amor.
Habiendo explorado previamente en su filmografía la relación materno-filial, la directora sevillana nos presenta de nuevo a una pareja de madre e hija formada, en esta ocasión, por Teresa (María Vázquez) y Ani (Adriana Ozores). A diferencia de en Viaje al cuarto de una madre, será Teresa quien tendrá que ocuparse de Ani, cambiando de planes de vacaciones para ayudar a su madre que ha sufrido un pequeño accidente. Debido a esto, madre e hija pasarán juntas un caluroso verano con la única compañía de ellas mismas y el perro de Ani.
Con el uso de una puesta en escena costumbrista capaz de captar la esencia anodina del día a día de este par de mujeres, la directora dibuja en Los pequeños amores la solitaria vida que comparten madre e hija. Soledad melancólica que se ve elevada con el silencio que predomina en la banda sonora de la cinta, exprimiendo el poder envolvente de los sonidos naturales que rodean la casa en la que Teresa y Ani residen.
Casa que es tan protagonista como las actrices María Vázquez (Matria) y Adriana Ozores (El método), cuyas actuaciones captan a la perfección el choque continuo en el que cohabitan las dos. Un choque derivado de la figura tosca y cabezona de la madre que, cegada por tener que hacer todo como ella considera oportuno, encuentra el origen de su sabiduría popular en el buen manejo que tiene de la tecnología.
Una crítica encubierta a como los móviles y fuentes de información externas se han convertido en uno más de la familia, y que Celia manifiesta a través del personaje de Ani. Una Ani que no ve con buenos ojos eso de sentirse postrada en la cama, contrastando a la perfección con ese carácter risueño y alegre que emana la figura de Teresa, y que entregan al espectador una serie de momentos de humor costumbrista.
Una Teresa sobre cuyos hombros recae esta puesta en valor de los pequeños amores que plantea la trama lenta y contemplativa de la película. Su relación con uno de los chicos que acuden durante el verano a pintar la casa de su madre, y el viaje con pretensiones románticas al que renuncia, ponen en valor lo mucho que puede suponer para una persona las relaciones fugaces que establece a lo largo de su vida. Un enfoque intimista y cargado de corazón con el que Celia deleita al espectador durante noventa minutos.
Enfoque que sitúa al espectador en la mirada voyerista con la que uno se acerca a las vidas ajenas, y que se apoya en una relación de dependencia materno-filial que se siente tan real como certera. Una realidad repleta de planos cautivadores, donde la presencia de las actrices es suficiente a la hora de transmitir emociones.
En definitiva, y con un ritmo lento repleto de conversaciones de alcoba, Los pequeños amores logra capturar la monotonía contemplativa necesaria para transportar al espectador al anodino verano en el que la relación entre una madre y una hija – junto con todo lo que estas viven y comparten – consigue poner en valor la importancia de los pequeños amores.
NOTA: ★★★★½
“LOS PEQUEÑOS AMORES”, ESTRENO EN CINES EL 8 DE MARZO.
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