CRÍTICA: “El Clan de Hierro” (“The Iron Claw”)
El drama detrás de una paternidad tóxica.
Aunque las cosas parecen que están cambiando cada vez para mejor, hace no mucho las relaciones paterno filiales no eran para nada semejantes a las que, por suerte, cada vez son más comunes hoy en día. Relaciones donde los padres muestran calor humano a sus hijos, mostrando esa preocupación que les profesan de manera afectiva, y creando una infancia que les permita ser quien ellos deseen a medida que vayan creciendo. Familias estructuradas donde los hijos son vistos como individuos independientes, y no meras proyecciones de las frustraciones y sueños incumplidos de sus progenitores, evitándose una carga y presión indeseada durante su vida. Familias que en nada se parecen a la que se nos retrata en esta The Iron Claw.
Una película sobre la historia real de los inseparables hermanos Von Erich, hijos del luchador retirado Fritz Von Erich (Holt McCallany), y que hicieron historia en el mundo de la lucha libre profesional en los primeros años de la década de los 80. Un grupo de hermanos que no conciben (o no se les deja concebir mejor dicho) una vida fuera del mundo del deporte, y que se ven arrastrados por la presión y necesidad de estar a la altura de las expectativas de su tenaz padre, asumiendo las consecuencias que esto pueda acarrearles por el camino.
Una historia que el espectador puede apreciar desde la mirada del hermano mayor, Kevin Von Erich – interpretado por un hipermusculado pero sensible Zac Efron – quien tiene que lidiar con la pérdida y el drama de esta disfuncional familia a medida que la vida le va golpeando cada vez de manera más fuerte. Golpes que se van alternando con momentos de plena felicidad y hermanamiento entre los miembros más jóvenes de la familia, y cuyo tratamiento intimista y cercano hace que todo el drama que envuelve al personaje de Kevin se sienta mucho más abrumador.
Un Kevin que se muestra como una figura devota a sus hermanos, y que encuentra la felicidad del día a día en presencia de estos y de compartir el tiempo estrechando lazos cada vez más fuertes con los suyos. Lazos que el director y guionista de la cinta, Sean Durkin (The Nest), plasma de manera cándida y hogareña a través de la costumbrista puesta en escena bañada por la fotografía cálida y sureña de Mátyás Erdély (El hijo de Saul).
Puesta en escena descentralizada, que elimina la sobriedad que impera en los estilismos del cine clásico, acercándose más a la mirada poética con la que el cine independiente aporta sensibilidad y sentimiento a las imágenes que sus producciones proyectan. Un ejercicio para dotar de humanidad a la dramática historia real detrás del guion de la cinta, y que denota sensibilidad y respeto por parte de su director a los integrantes de la familia Von Erich. Algo que se ve exacerbado por el uso de la música y, sobre todo, del silencio, que hace Richard Reed Parry (Eileen) en la banda sonora que compone para la cinta.
Un respeto que también se atisba en el guion de la película al ocultar narrativamente hablando los momentos más sobrecogedores de la historia, de los cuales solo se muestran las consecuencias para con el personaje de Zac Efron o los motivos que dieron lugar a que estos tuvieran lugar. Un enfoque mucho más intimista y sentido que, en manos de alguien con menos moralidad de la que demuestra Durkin, hubiera derivado en un guion que explota el lado más morboso y explícito de la historia. Sensibilidad que Durkin marca a lo largo de la película con el uso de planos cortos y cerrados para encapsular las emociones de Zac Efron en los momentos clave de la misma.
Y es que, en The Iron Claw no solo se trata de ver la exigencia física y mental que puede acarrear el ser una estrella de la lucha libre profesional. Tampoco de ver como las relaciones afectivas entre hermanos pueden llegar a crear vínculos inquebrantables entre estos. Ni siquiera de mostrar cómo el paradigma de la masculinidad y lo que se espera de un hombre ha evolucionado y cambiado a medida que las nuevas generaciones han ido desmitificando falsos estigmas del pasado. En The Iron Claw, el principal mensaje que recibe el espectador es como una paternidad tóxica centrada en tratar de hacer que tus hijos consigan cumplir los sueños que tu no pudiste llegar a conseguir puede llegar a destruirlos por dentro.
Una destrucción y desgaste mental paulatino que se plasma a la perfección a través de las interpretaciones de los cuatro hermanos, encarnados por el anteriormente mencionado Zac Efron, Jeremy Allen White (The Bear), Harris Dickinson (El triángulo de la tristeza), y Stanley Simons (Little America). Cuatro sentidas y cautivadoras interpretaciones que cargan sobre sus musculosos hombros el reflejo dramático de unas vidas lejos de ser las que sus personajes querían. Cuatro interpretaciones lideradas por un Zac Efron que nos deja su mejor interpretación hasta la fecha, con una contención y sensibilidad que harán que el espectador no solo se emocione cada vez que salga en pantalla, sino que también se pregunte por qué no ha estado presente en la pasada temporada de premios.
En definitiva, The Iron Claw supone un sentido biopic dramático sobre una de las familias más famosas del mundo de la lucha libre profesional, pero también una de las más castigadas por la pérdida. Una emotiva historia sobre la fraternidad y el amor entre hermanos que pone de manifiesto la crueldad encubierta a la hora de tratar a los hijos como meros medios para alcanzar unos sueños que como individuo fallaste en conseguir cuando tuviste la oportunidad.
NOTA: ★★★★½
“THE IRON CLAW”, YA EN CINES.
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