CRÍTICA: “Kill Boy” (“Boy Kills World”)
La versión mainstream de Monkey Man.
Si hubo una película que triunfó en el pasado festival de cine de Austin (South by Southwest) esa fue Monkey Man. Una película que suponía el debut como director de Dev Patel (La vida de Pi), y que nos presentaba al público de occidente a la deidad hindú Hanumân: el dios mono venerado por su fuerza, erudición, sabiduría y humildad. Una cinta cargada de adrenalina y compuesta por grandes secuencias de acción, cuyo core argumental se parece (demasiado) al de esta Kill Boy.
Y es que, dejando a un lado el componente mitológico que rezuma la película de Patel, el protagonista de la película dirigida por el alemán Moritz Nohr – quien debuta como director de un largometraje – recorre el mismo viaje que el de Monkey Man. En ambos casos, los personajes principales han sufrido una pérdida familiar a manos del tirano/a de la región en la que viven, lo que les mueve a realizar un viaje de entrenamiento y sacrificio en busca de venganza.
En el caso particular de Kill Boy, el que sufre este hecho traumático infantil es Boy (Bill Skarsgard), un joven sordomudo que ve cómo su madre y su hermana son asesinadas por Hilda (Famke Janssen), la matriarca de la disfuncional familia Van del Koy que tiene a toda la población sumida en el miedo. Tras esto, y gracias a las enseñanzas de su mentor (Yayan Ruhian), emprenderá un arduo entrenamiento a lo largo de su juventud con un único propósito: vengar la muerte de su familia.
De entrada, y solo con la historia creada por Arend Remmers (Dogs of Berlin) y el propio Moritz, las comparaciones con la película de Dev Patel son inevitables. Sin embargo, estas semejanzas se hacen aún más latentes si nos fijamos en la estructura del guion de la cinta – en cuya composición también ha intervenido Tyler Burton Smith (Quantum Break).
Al igual que pasaba con Monkey Man, en esta nueva película protagonizada por el actor sueco, el espectador es introducido de lleno en lo que podría haber sido el tercer acto de una cinta con una estructura de guion “convencional”, mostrándonos el estado actual del personaje, y dejando la contextualización de su pasado y las motivaciones que lo hacen actuar como actúa para los flashbacks y momentos oníricos que encontramos esparcidos por la cinta. Una estructura que permite otorgar grandes dosis de adrenalina desde el principio, sentando las bases de la carga a nivel de acción que el espectador se va a encontrar a lo largo de los 115 minutos de metraje.
Unas secuencias de acción coreografiadas y presentadas de manera llamativa, donde el juego de cámaras y la puesta en escena parece tratar de emular las clásicas cintas de acción de los ochenta. Un acercamiento al cine de acción de finales del siglo pasado, en la que la figura del personaje de Bill Skarsgard se alza como ese héroe anónimo dispuesto a hacer lo que otros no se atreven. Todo ello, bajo una dirección discreta por parte de Mohr, quien trata de dejar su impronta en la vistosidad visual y lo explícito de la violencia.
En el apartado actoral, está claro que Kill Boy es una película hecha para que Bill acapare todas las miradas. Con una interpretación llena de dinamismo y personalidad, donde sus traumas del pasado y cómo trata de lidiar con ellos dotan a la cinta de un componente cómico bastante interesante, el actor que en su día dio vida a Pennywise en la película It muestra un desparpajo a nivel de lenguaje corporal de lo más atractivo. Una actuación a la altura del apellido Skarsgard, pero que no termina de estar acompañado por el resto de un elenco repleto de actores y actrices que dan vida a un grupo de personajes de lo más estereotipados.
Y no solo eso, sino que, pese a lo llamativo de la estructura narrativa, la película peca de una predictibilidad constante que devalúa la experiencia a medida que la cinta va avanzando. Un problema al que cada vez más películas de acción no consiguen dar solución, y que, en el caso concreto de Kill Boy, puede llegar a fastidiar el impacto del giro argumental final.
Por todo ello, Kill Boy se concibe como una versión mainstream y sacada de las entrañas de Hollywood de Monkey Man. Una película con una muy buena dosis de acción y brutalidad visual, con un Bill Skarsgard capaz de transmitir sin decir palabra.
NOTA: ★★★½
“KILL BOY”, YA EN CINES.
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