CRÍTICA: “Fly Me to the Moon”
Una entretenida screwball comedy espacial.
Las screwball comedies, un subgénero icónico del cine estadounidense de las décadas de 1930 y 1940, han dejado una huella indeleble en la historia del cine, influenciando profundamente las comedias románticas modernas. Caracterizadas por su humor rápido, diálogos ingeniosos y situaciones absurdas, estas películas capturaron la esencia de una época y establecieron un legado perdurable en la narrativa cinematográfica. En este contexto, Fly Me to the Moon emerge como una encantadora reinvención de este género clásico, adaptándolo a un escenario contemporáneo y espacial.
Con la misión Apolo 11 como eje principal sobre el que se articula el viaje de los protagonistas, Fly Me to the Moon nos presenta a Kelly Jones (Scarlett Johansson), una ingeniosa e innovadora prodigio del marketing contratada por la NASA para reforzar su imagen pública. La NASA, en medio de la presión del alunizaje, necesita ganarse los corazones y las mentes del público, y los métodos poco convencionales de Kelly son su última esperanza. Junto a ella, encontramos a Cole Davis (Channing Tatum), el dedicado y algo estirado director de lanzamientos cuya vida es ya un torbellino de rigor científico y pesadillas logísticas. A medida que se acerca el alunizaje, Kelly y Cole deben sortear sus diferencias, el frenesí de los medios de comunicación y la creciente atracción que sienten el uno por el otro, al tiempo que se aseguran de que la misión del Apolo 11 sea un éxito.
Bajo esta premisa que explora temas como la innovación, la colaboración y el choque entre tradición y modernidad, el director Greg Berlanti (You) sabe equilibrar los elementos cómicos de la película con la trascendencia histórica de la misión Apolo 11, captando la esencia de los años sesenta con una puesta en escena más que notable – son destacables desde las meticulosamente recreadas salas de control de la NASA hasta el vibrante telón de fondo cultural de la época. Algo a lo que ayuda la banda sonora compuesta por Daniel Pemberton (Operación U.N.C.L.E) gracias a sus toques de jazz y versiones de grandes clásicos de la época.
Pero la labor de Greg no se queda ahí, sino que el director demuestra una inmensa habilidad a la hora de mezclar el humor con momentos sinceros en un único plano, garantizando que la película resuene tanto a nivel emocional como humorístico. Una dirección de lo más inteligente que se esfuerza en mostrar en su tramo final lo ficticio de la historia que se está contando – a base del uso de planos divididos y llevando a los personajes a situaciones cuanto menos rocambolescas –, evitando hacer caer al espectador en reflexiones innecesarias sobre la veracidad de lo acontecido en la vida real.
Por su parte, el guion de la debutante Rose Gilroy emana naturaleza screwball desde el primer encuentro entre Emma y Jack. El choque de personalidades entre ambos genera una serie de interacciones y situaciones cómicas que recuerdan a los mejores momentos de películas como Sucedió una noche (1934) o La fiera de mi niña (1938). Los diálogos rápidos y mordaces, llenos de doble sentido y réplicas ingeniosas, son un claro guiño a los guionistas de la época dorada de Hollywood. Sin embargo, la profundidad narrativa de la historia no es lo suficientemente emocional como para poder llegar a generar un mayor grado de empatía por el viaje que recorren los personajes, dejando con ganas de más al espectador tras los créditos finales.
A nivel actoral, si hay alguien que destaca sobre el resto, esa es Scarlett Johansson (Asteroid City). Su interpretación como Kelly Jones resulta sencillamente encantadora, aportando una energía chispeante al papel, encarnando la creatividad, el ingenio y la determinación de Kelly a las mil maravillas, y demostrando un sentido de la comedia impecable.
Esto no quita que Channing Tatum (Magic Mike), en el papel de Cole, sea capaz de contrarrestar a la perfección la exuberancia de Johansson. La interpretación de Tatum capta la seriedad y dedicación del director de lanzamientos, pero revelando su lado más suave y vulnerable a medida que avanza la película, mostrando una calidad actoral de lo más solemne.
En definitiva, Fly Me to the Moon es una encantadora reinvención de las screwball comedies. Una película que no solo rinde homenaje a los elementos esenciales de este subgénero cómico, sino que también se sostiene como una comedia romántica moderna y vibrante, demostrando que la fórmula clásica de personajes con grandes contrastes y situaciones hilarantes sigue siendo efectiva y cautivadora. Una cinta sin más pretensiones que las de entretener y hacer salir al espectador del cine con una sonrisa, que cumple con lo que promete.
NOTA: ★★★½
“FLY ME TO THE MOON”, YA EN CINES.
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