CRÍTICA (72SSIFF): “El Hombre que Amaba los Platos Voladores”
Un viaje hacia lo desconocido sin consistencia tonal.
Inspirada en uno de los momentos más enigmáticos de la historia de la televisión argentina, El hombre que amaba los platos voladores de Diego Lerman está basada en el incidente de 1986 entorno al periodista José de Zer, quien, junto a su camarógrafo Chango, recorrieron La Candelaria (Córdoba) tras recibir una pista sobre actividad extraterrestre en la zona. Sin embargo, lo que empezó como un trabajo de investigación más – unas marcas misteriosas en el pasto de la colina –, pronto se convertiría en uno de los más memorables y controversiales reportajes sobre la presencia alienígena nunca antes emitido por la televisión argentina.
Las imágenes capturadas por De Zer (Leonardo Sbaraglia) se convirtieron en legendarias, interconectando lo mitológico, lo mediático y la obsesión personal por hacerse escuchar que todavía perdura en la sociedad actual. Pero detrás de todo este espectáculo y precedente de lo que ahora conocemos como fake News, se encuentra una historia más profunda sobre la moralidad humana y la manipulación ejercida por los medios.
Con un inicio abrupto que puede llegar a desorientar al espectador, estos son inmediatamente sumergidos en el extravagante mundo de José sin mucho contexto o delicadeza. La carencia por parte de El hombre que amaba los platos voladores de una construcción gradual del personaje hace que sea difícil comprender la profundidad del personaje en su totalidad. El espectador es lanzado hacia este viaje sin entender la motivación de José y su obsesión por los ovnis de manera palpable. Este abrupto inicio, pese a ser intencionado a la hora de reflejar la caótica e impredecible naturaleza de la historia, deja al espectador con ganas de conocer realmente a José y por qué está tan decidido a sacar adelante esta historia. En este sentido, la cinta parece querer mimetizarse con el efecto desorientador que José debió sentir a la hora de recibir el encargo de las misteriosas figuras que se lo hicieron, aunque lo haga a expensas de un desarrollo de personaje más apto.
Un personaje sobre el que Lerman dibuja un tono cómico marcado que realza lo absurdo de la situación. Existe una efímera virtud en cómo el director argentino describe el descenso a la locura de José y su creciente obsesión por probar la existencia de vida procedente de fuera de la Tierra. A medida que la trama se vuelve más extravagante, el objetivo de Lerman por entretener al espectador se logra a las mil maravillas. La relación del periodista con Chango (Sergio Prina), el escéptico cámara, ofrece momentos de ligereza tonal, sobre todo en la oposición de este a las ideas y métodos cada vez más descabellados de José. A pesar de que este toque cómico es cuanto menos disfrutable, falla a la hora de compensarse con el creciente peso que tiene el declive mental y emocional que tiene el periodista a lo largo de El hombre que amaba los platos voladores.
A medida que avanza la cinta, esta no termina de dar en el clavo a la hora de encontrar el tono correcto. La historia se tambalea entre la comedia absurda, el drama psicológico y la ciencia ficción sin llegar a comprometerse con ninguno de ellos. Esta carencia de consistencia tonal es tanto un reflejo del caótico viaje de José como una desventaja en contra de la consistencia global de la cinta. Lerman parece querer capturar la locura de los hechos reales detrás de El hombre que amaba los platos voladores, pero sus vaivenes tonales hacen difícil que el espectador pueda empatizar con la historia y su ritmo.
En momentos, el enfoque cómico mina el toque más serio que subyace de la obsesión de José, y en otros, los elementos dramáticos se sienten esterilizados por los gags escénicos. Un tono desigual que hace difícil discernir si la película está concebida como una sátira hacia el sensacionalismo, un estudio del personaje que supuso José de Zer o un viaje de especulaciones y verdades sobre la realidad detrás de los avistamientos de ovnis.
A pesar de estas inconsistencias, El hombre que amaba los platos voladores incorpora de manera ingeniosa elementos de ciencia ficción a la narrativa, ejerciendo como espejo de cómo los hechos acontecidos en 1986 mezclaron la fantasía con la verdad. La cinta recorre la fina línea que separa el escepticismo y la creencia, sin llegar a ponerse de parte de ninguno de los dos puntos de vista. Al igual que las imágenes reales captadas por José de Zer y Chango, Lerman juega con la idea de que igual, solo igual, hay algo de verdad escondida detrás de este show televisivo que se llevó a cabo en Argentina. ¿Es José una mera víctima de sus propias ilusiones, o hay algo más profundo escondiéndose detrás de estas marcas en el pasto y las extrañas luces en el cielo?
En conclusión, El hombre que amaba los platos voladores posee una ambigüedad narrativa que funciona como punta de lanza de una cinta con faltas de cohesión tonal y un inicio tan abrupto como poco esclarecedor. Una película cuyo objetivo no es proporcionar respuestas firmes hacia los espectadores, sino permitirles cuestionarse la naturaleza de la realidad, la verdad detrás de las fake news, y el poder de los medios de comunicación.
NOTA: ★★½
“EL HOMBRE QUE AMABA LOS PLATOS VOLADORES”, ESTRENO EN NETFLIX EL 18 DE OCTUBRE.
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