CRÍTICA (72SSIFF): “The Last Showgirl”
El renacimiento de la carrera de Pamela Anderson obstaculizado por un convencional guion.
¿Qué tienen en común Jennifer Coolidge, Brendan Fraser, Ke Huy Quan y Demi Moore? Pues digamos que todos ellos han experimentado un reciente renacimiento de sus carreras, propulsado por papeles significativos en estos últimos años. Me explico: Jennifer Coolidge con The White Lotus, Brendan Fraser con The Whale, Ke Huy Quan con Everything Everywhere All at Once y Demi Moore con The Substance. Ahora, la (ex)vigilante de la playa, Pamela Anderson, como los anteriormente mencionados, busca su propia resurrección – y de hecho, ya lo está consiguiendo – con The Last Showgirl.
Para ello, Gia Coppola, nieta del legendario Francis Ford Coppola, sitúa su tercer largometraje, The Last Showgirl, en Las Vegas para seguir a Shelley (Pamela Anderson), una showgirl de cincuenta y pico, y a sus dos compañeras más jóvenes, Jodie (Kiernan Shipka) y Marianne (Brenda Song), que deben replantearse su futuro cuando Eddie (Dave Bautista), el gerente del espectáculo para el que trabajan, anuncia inesperadamente que en dos semanas el show cerrará sus puertas definitivamente.
A diferencia de los anteriores largometrajes de Gia Coppola, su ópera prima Palo Alto y – la para mí, desastrosa – Mainstream, donde el enfoque se centraba en una generación joven, la directora desplaza esta vez el foco de atención hacia una bailarina que ronda la cincuentena. Un cambio de generación palpable en la filmografía de Coppola en una historia que quiere contarnos cómo la trayectoria de Shelley se desmorona ante el inminente cierre del espectáculo de su vida, Le Razzle Dazzle, y cuyo futuro se presenta mucho menos prometedor que el de sus compañeras más jóvenes. La directora ilustra esta incertidumbre y desesperanza de manera efectiva, aunque no tanto a través del personaje de Anderson, sino mediante una escena especialmente memorable: Annette, una exshowgirl y amiga de Shelley, interpretada por Jamie Lee Curtis (La noche de Halloween), baila al ritmo de Total Eclipse of the Heart de Bonnie Tyler en un casino mientras nadie le presta atención. «Así es Las Vegas», parece decirnos Coppola.
Y es que el cierre de Le Razzle Dazzle no es más que un síntoma del deterioro de los espectáculos de showgirls en Las Vegas, que hoy día se perciben como anticuados y provocativos a los ojos de las nuevas generaciones. Un deterioro y decadencia que se manifiesta en la película a través de una estética nostálgica muy acertada, lograda a través de la fotografía de Autumn Durald Arkapaw (Black Panther: Wakanda Forever). Así, la película, rodada en tan solo dieciocho días en 16 milímetros y con una relación de aspecto de 2.39∶1, se presenta con bordes difuminados y tonos apastelados desvaídos, creando una atmósfera melancólica que resuena con el mensaje subyacente de la historia. Algo a lo que también contribuye la dirección de Coppola, con un uso recurrente de la cámara en mano, que establece una conexión íntima con el público, permitiendo que este se sumerja en el mundo de estas mujeres, ataviadas con lentejuelas y plumas.
Sin embargo, el guion de Kate Gersten (The Good Place) supone el mayor inconveniente de la película, ya que carece de profundidad. Este es el motivo por el que Shelley, encarnada con notable vulnerabilidad por Anderson, se queda a medio camino en su papel como figura materna de las jóvenes bailarinas – un aspecto que bien podría haber sido el corazón de la película –, en su reconstrucción del vínculo con su hija distanciada, Hannah (Billie Lourd), y en su pasada e inexplorada relación con Eddie, interpretado con delicadeza por Dave Bautista (Guardianes de la galaxia Vol 3) en un elenco predominantemente femenino.
En definitiva, The Last Showgirl podría significar un renacer en la carrera de Pamela Anderson en lo que supone su mayor papel dramático hasta la fecha, comenzando por el premio especial otorgado a su elenco en esta 72 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián. No obstante, es una película cuyo convencional guion difícilmente habría encontrado su lugar en grandes festivales (Toronto, San Sebastián o Zurich) de no ser por la presencia de Anderson.
NOTA: ★★★☆☆
“THE LAST SHOWGIRL”, ESTRENO PRÓXIMAMENTE EN CINES.
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