CRÍTICA: «Paddington: Aventura en la Selva» («Paddington in Peru»)
Douglas Wilson no consigue coronarse rey.

Cuando Paddington y Paddington 2 llegaron a los cines a finales de la pasada década, pocos pudieron predecir la habilidad con la que un pequeño oso ataviado con un abrigo de lana azul y un sombrero rojo se convertiría en un icono del cine moderno. Paul King (Wonka), el ahora aclamado director del cine para toda la familia, transformó el adorable personaje literario escrito por Michael Bond en una carismática franquicia que combina la comedia física y lo emocional con un estilo visual que desborda desparpajo. La facilidad con la que las películas balancean lo cómico con lo sincero, así como su sorprendente sofisticación, las propulsaron a lo más alto en lo que a aceptación por parte de crítica y público se refiere. Ahora, con Paddington: Aventura en la selva, la saga continúa bajo la dirección del debutante Douglas Wilson, recogiendo así el testigo de King y manteniendo prácticamente intacta gran parte de la magia que hizo tan amadas sus dos precuelas.
En esta ocasión, Paddington se embarca en la que probablemente sea su aventura más ambiciosa hasta la fecha: viajar con la familia Brown a Perú para visitar a su Tía Lucy. Sin embargo, lo que comenzará siendo un intento de reunión familiar enternecedora, pronto se tornará en una espiral de misterios y recuerdos que los llevarán a adentrarse a lo más profundo de la selva amazónica. Un cambio de localización excitante, y que coloca a Paddington en un entorno desconocido para la audiencia. Mientras que las dos primeras entregas encontraban la comedia en cómo Paddington se adaptaba a la vida londinense, en esta ocasión tendrá que ser la familia Brown la que navegará en el vibrante, pero impredecible, paisaje de Perú.

Wilson, lejos de poseer la gracia directoral de Paul King, lucha como puede por asegurar que la película mantenga el carisma distintivo de la serie. Su dirección, siendo competente, se centra en evitar la sensación de que Paddington: Aventura en la selva se aleje del mundo ficticio que crearon sus dos antecesoras. Pero a pesar de que el toque de King –particularmente la intrincada capacidad narrativa visual que posee el director– se pueda llegar a echar en falta, Wilson mantiene el ritmo cómico y emocional intacto, asegurándose de que Paddington: Aventura en la selva se sienta una digna tercera entrega.
Pero no solo eso, sino que, una vez más, uno de los aspectos más llamativos de la película es su fotografía, la cual se sustenta en un estilo intensificador, evocando a una cinta animada. La paleta de color es más exuberante que nunca, apostando por llamativos verdes, azules oscuros y tonos dorados que dan vida a los parajes peruanos. Una vistosidad visual que abraza el tono fantasioso de la película, haciendo que el viaje que recorren los protagonistas se sienta como un cuento de hadas que cobra vida. En momentos, los encuadres y movimientos de cámara recuerdan al trabajo de directores como Wes Anderson (Fantástico Sr. Fox) o Jean-Pierre Jeunet (Amélie), aunque nunca a expensas de la claridad o la accesibilidad necesaria para atraer a la audiencia más joven.

Y, por supuesto, Paddington: Aventura en la selva no podría estar completa sin su ya característico grupo de excéntricos personajes. El Sr. Brown de Hugh Bonneville (Notting Hill) sigue ofreciendo sus inexpresivas, pero delirantes, reacciones para con la absurdidad que le rodea; mientras que la señora Brown, recasteada e interpretada en esta ocasión por Emily Mortimer (Match Point), se mantiene como el pilar que une a la familia. Sin embargo, es Olivia Colman (Pequeñas cartas indiscretas) la que roba cada una de las escenas en la que aparece su magistralmente exagerada personificación de una monja con una inesperada capa traviesa. Un compendio de personajes genuinamente bien escritos que se ven lastrados por el personaje de Antonio Banderas (Babygirl). Sacado de una novela de capa y espada, el actor malagueño encarna –con un entusiasmo por el papel que hace difícil resistirse a su carisma– a una figura de la España colonizadora totalmente desdibujada, y que roza la caricatura en muchas ocasiones.
Dicho esto, si Paddington: Aventura en la selva tuviera un punto débil, ese sería su guion. Con una historia predecible y unos arquetipos de película de aventura de lo más visto a estas alturas, la cinta no llega a salirse nunca del camino esperado. Sin embargo, dentro del marco de road movie familiar que crea Paddington: Aventura en la selva, esta predictibilidad no tiene por qué ser entendida como algo malo. La película juega con el misterio central entorno a la figura de la Tía Lucy, dejando entrever un giro argumental final durante gran parte del segundo y tercer acto, pero que es capaz de revelar solo en el momento oportuno. El resultado: un viaje que mantiene la atención del espectador a pesar de sus compases tan familiares.

Por todo ello, podríamos decir que Paddington: Aventura en la selva no llega a alcanzar el nivel de sus predecesoras, pero sí que logra capturar su espíritu. Wilson probablemente no posea la meticulosa precisión de King, pero consigue entender lo que hace a Paddington tan especial: su mezcla de humor, bondad, y sentido de aventura. Un deleite visual que supone una entrega merecedora de ser parte de esta franquicia, la cual ya se ha convertido en uno de los estandartes del cine familiar moderno.
NOTA: ★★★½
«PADDINGTON: AVENTURA EN LA SELVA», YA EN CINES.
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