Crítica de ‘El Arte del Perdón’ (‘Exhibiting Forgiveness’): Aprendiendo a curar cuando nadie sanó.

En estas dos últimas décadas, el cine ha abierto un espacio para nuevos creadores nacidos fuera del rango de lo que se considera clásico o canónico en la industria. Esto ha llevado a una transformación generacional del séptimo arte. Así lo justifican los éxitos en los Óscar de largometrajes como Todo a la vez en todas partes, Anora o Moonlight, y es que hasta la propia Academia hollywoodiense ha aceptado el cambio de paradigma tras mostrarse más arriesgada a la hora de otorgar un gran galardón que antes se decidía más por lo clásico (como The Artist en 2012) o por lo accesible (caso de Green Book en 2018).
Es así como ahora esta nueva generación de cineastas, que crea y desarrolla una mirada renovada, está dejando parte de su huella no solo artística, sino también social y emocional, al verbalizar lo que sus antepasados no consiguieron. Es el caso de Titus Kaphar, pintor contemporáneo que ahora se ha lanzado al mundo del cine. Sus ojos miran al trauma desde la pintura y lo transforma en una película autorreferencial sobre su propia vida: Exhibiting Forgiveness o, como se ha traducido al español de manera bastante acertada, El arte del perdón.
Esta ópera prima se adentra en la mente de un pintor, Tarrell (André Holland), quien, en aras de una próxima exposición, pasa los días pintando en su taller, junto a su hijo y su mujer (Andra Day). Pero un hecho fortuito relacionado con su padre, quien sufre problemas de adicción, hace que una parte de su pasado, con la que ya no tenía contacto, regrese a su presente. Reviviendo una serie de hechos traumáticos con la vuelta de éste, Tarrell entra en una espiral de frustración, movida por la necesidad constante de perdonar y la imposibilidad de poder hacerlo, canalizándolo todo a través de su pintura (como un reflejo de su soledad y crecimiento sin una figura de referencia, que también comparte ciertos aires con Bird, de Andrea Arnold).

En los últimos años, se han hecho muchas obras similares que abarcan temas que ahondan en la misma brecha generacional que la de El arte del perdón. Moonlight, sin ir más lejos –título que, además, comparte rol protagonista con un excepcional André Holland que actúa en ambas–, pone sobre la mesa la identidad negra y LGBT, mostrando su evolución a lo largo del tiempo a través de un mismo personaje en diferentes etapas de la vida. También, The Last Black Man in San Francisco, otro título en el que un hijo de padres ausentes no quiere deshacerse de la casa familiar que ha sido puesta en venta en una más que gentrificada California, con un fin muy reflexivo de la importancia sobre la lucha personal sin referentes. Todas estas historias son las encrucijadas internas de personajes que, de manera individual, buscan una mejoría para lo común, saltándose cada una de las imposiciones de su ascendencia.
El caso es que estos productos recogen el testigo de abordar las problemáticas desde un espectro emocional mucho más amplio, percibiendo los grises. Vivimos en un 2025 donde la salud mental radica fuera de los clichés, y la primera película de Kaphar refleja cómo las complejidades de la vida a veces no llevan a idealizar, sino a sobrevivir. De esto habla muy bien Kendrick Lamar en una canción, Father Time, con una línea con la que se podría resumir toda esta película: «Daddy issues all across my head, told him: Fuck a foul».

Con una fotografía exquisita por parte de Lachlan Milne (Minari, La dama del lago), quien realiza un ejercicio visual intimista y muy ligado a la expresión de lo artístico mediante el detalle (una paleta y un pincel, el trazo de un carboncillo…), vemos que las relaciones entre hijos y padres salen a relucir con una onda herida producida, quizás, por la edad, pero no por ello justificada.
El perdón tiene múltiples formas, y hay perdones que necesitan su tiempo. El perdón interpersonal es el más laborioso: dos personas han de entenderse para llegar a un acuerdo, y esto no suele ocurrir. Por eso muchos, sobre todo las generaciones pasadas, han tendido a solventar sus problemas con el perdón condicional («te perdono, pero que sepas que me acuerdo») o el perdón divino («te perdonará Dios y yo con él»). Ahora bien, no se juzga. Uno aprende de lo que le enseñan, y puede que nuestros abuelos o padres no hayan tenido la misma oportunidad de entender que nosotros. Pero, ¿cómo afrontamos el dolor cuando nadie nos ha enseñado a afrontarlo de otra manera?
Esto es lo que se plantea en su obra Titus, quien se apoya en una oportunidad distinta y no en la mitificación del mal: «Me has hecho mucho daño y puedo pretender perdonarte, pero algo dentro de mí sabe que es imposible». Hacia el final del largometraje, la voz de la mujer de Tarrell canta unos versos que resuenan a la perfección: «Aprendiendo a curar cuando nadie sanó». Una frase que se marca a fuego en mi cabeza cuando me preguntan de qué va El arte del perdón, lo cual solo podría responder tomando esta cita literal: de aprender a curar cuando nadie nos enseñó cómo.

El arte del perdón está disponible en Filmin y merece ser vista, especialmente si buscáis una historia que os conmueva.
NOTA: ★★★★☆
«EL ARTE DEL PERDÓN», YA EN FILMIN.
TRÁILER:
PÓSTER:

¡SÍGUENOS!
- Crítica de ‘El Arte del Perdón’ (‘Exhibiting Forgiveness’): Aprendiendo a curar cuando nadie sanó. - abril 15, 2025
- Crítica de ‘Ghostlight’: El arte nos salvará. - abril 1, 2025
- Álvaro Campoy predice los ganadores de los Premios Óscar 2025. - febrero 24, 2025