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Crítica de la serie ‘Carême, Chef de Reyes’: La nueva joya de Apple TV+ convierte la cocina en un juego de poder al estilo ‘Bridgerton’ y ‘The Bear’.

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© Apple TV+

Cuando una serie o película se suscribe bajo la etiqueta de ficción, juzgarla bajo los criterios enmarcados de objetividad y fidelidad propios de un documental puede producir un análisis injusto. Este principio resulta clave al enfrentarse a Carême, chef de reyes, la nueva producción de Apple TV+ que se adentra en la vida del primer chef célebre del mundo, Antonin Carême. Lejos de ofrecer una biografía estricta, la serie propone un relato satírico y picaresco sobre el ascenso de un joven huérfano que, armado únicamente con su talento culinario, llega a codearse con las figuras más poderosas de la Europa napoleónica.

Protagonizada por Benjamin Voisin (Verano del 85) y creada por un trío experimentado en la narrativa histórica –Ian Kelly, autor del libro en el que se basa la serie, Cooking for Kings: The Life of the First Celebrity Chef Antonin Careme (2003), Davide Serino (La città proibita) y el director Martin Bourboulon (Los tres mosqueteros: Milady)–, la serie entrelaza con habilidad la grandeza de la alta cocina con las intrigas políticas y chismes de la época. A lo largo de los episodios, el espectador se enfrenta al dilema que define al protagonista: alcanzar la gloria o conservar su alma. Espionaje, ambición, deseo y traición se cocinan a fuego lento en esta ambiciosa producción que, más que retratar una época, busca revelar las pasiones universales que atraviesan el poder y el arte de vivir.

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© Apple TV+

La trama central de Carême, chef de reyes gira en torno al desarrollo personal y moral de Antonin Carême, un joven cocinero prodigioso que, desde sus humildes inicios, se muestra desafiante a los ideales del régimen napoleónico. Este anacrónico personaje, durante una fiesta, salva la vida del propio Bonaparte, lo que le vale una oferta directa del Primer Cónsul para unirse a sus cocinas. Sin embargo, movido por sus convicciones, rechaza el ofrecimiento, provocando la desaprobación de su padre adoptivo, quien ve en ese gesto una oportunidad desperdiciada. A partir de ahí, la serie toma un giro más político y emocional: cuando su padre es arrestado por error, Carême se ve obligado a integrarse en el mundo de la élite gobernante con el fin de liberarlo. Así, entra al servicio de Talleyrand, ministro de exteriores, donde transforma las cocinas del Hôtel de Galliffet en un sutil pero efectivo escenario de espionaje e influencia; en un juego constante entre ambición, lealtad y supervivencia.

Pese a que la narrativa general se sostiene sobre esta historia principal de espionaje y ascenso social del protagonista, cada uno de los ocho episodios que engloba la serie se estructuran con autonomía. En todos los capítulos, un evento festivo o banquete es el motor de la acción, permitiendo no solo mostrar la creatividad desbordante del protagonista en la cocina, sino también explorar sus habilidades para manipular e influir en los círculos de poder. Esta estructura episódica convierte cada banquete en una microhistoria con su propio conflicto y resolución, recordando por momentos el ritmo intenso y carismático de The Bear. Al igual que en esta serie, Carême, chef de reyes adopta un lenguaje visual frenético y visceral: los movimientos de cámara rápidos, los planos cortos y cerrados sobre las manos que cocinan y los rostros sudorosos y las tensiones que hierven a fuego lento en cada cocina generan una atmósfera cargada de energía y urgencia. Este dinamismo visual no solo aporta ritmo, sino que también refuerza la personalidad del protagonista: un chef que se mueve entre esferas de egocentrismo y pasión.

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© Apple TV+

Como ya se ha anticipado, Carême, chef de reyes no es una serie documental, sino una obra de ficción que, aunque se inspira en la vida real de Antonin Carême, toma numerosas licencias narrativas para potenciar su relato. Los sucesos históricos que recrea y la interacción del protagonista con figuras como Bonaparte, el ministro de Exteriores Talleyrand o el ministro del Interior Joseph Fouché (Micha Lescot) –en aquella época conocido como ministro de la Policía– no responden a un reflejo fiel de la realidad, sino que funcionan como recursos dramáticos al servicio de la historia. Sin embargo, resulta evidente que sus creadores conocen a fondo la figura histórica y su contexto, algo que se percibe en pequeños pero significativos detalles. Algo que sí tiene base real es el hecho de que Bonaparte consideraba la comida una herramienta diplomática crucial, utilizando banquetes y cenas como espacios estratégicos para consolidar alianzas y negociar acuerdos. De ahí que la serie articule cada uno de sus episodios en torno a un evento culinario central, donde se combinan las tensiones políticas con la creatividad en los fogones.

Además, las constantes escenas en las que Carême trabaja obsesivamente en la creación de salsas remiten a su faceta como primer gran estudioso europeo de este campo, cuya obra teórica y práctica sigue siendo una referencia hoy en día. Del mismo modo, la atención dedicada al perfeccionamiento del hojaldre recuerda sus inicios como tourier, labor en la que alcanzó tal destreza que años más tarde le permitiría crear clásicos de la pastelería como el vol-au-vent (volován) y el mille-feuille (milhojas). Son estos guiños sutiles y bien integrados los que equilibran con acierto la ficción dramatizada con el respeto por la memoria de uno de los grandes nombres de la alta cocina.

Se trata de una serie que bien puede definirse como el resultado de una fusión entre la tensión frenética y el ritmo vertiginoso de The Bear, y la estética colorida, pícara e informal de Bridgerton. Una propuesta que, sin pretender ser un documento histórico riguroso, logra equilibrar con acierto el respeto por la memoria de Antonin Carême con una narrativa moderna, ágil y satírica. El mérito no solo recae en su ambientación o en el dinamismo de su puesta en escena, sino también en un reparto sólido y carismático: desde Benjamin Voisin como el complejo y magnético Carême, hasta Lyna Khoudri (La Crónica Francesa) en el papel de la astuta Henriette Mahy de Chitenay y Alice Da Luz (Que la fiesta continúe) como la perspicaz Agathe. Junto a ellos, las encarnaciones de Talleyrand, Bonaparte y otros nombres históricos, reinterpretados con descaro y encanto, completan un mosaico de personajes que se mueven en tonalidades grises, en los que el egoísmo, la efusividad y la ambición son tan fascinantes como detestables.

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© Apple TV+

En definitiva, Carême, chef de reyes es una serie que, más allá de su contexto de época, habla de pasiones universales, convirtiendo cada banquete en un campo de batalla y cada plato en un arma política.

NOTA: ★★★½

LOS DOS PRIMEROS EPISODIOS DE «CARÊME, CHEF DE REYES» SE ESTRENAN MAÑANA EN APPLE TV+, SEGUIDOS DE UN NUEVO EPISODIO CADA MIÉRCOLES HASTA EL 11 DE JUNIO.


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Andrea González

Andrea González

Estudiante de Crítica Cinematográfica en la ECAM y amante del cine social, con referentes como Alice Rohrwacher, Sandra Romero y Carla Simón. He asistido a festivales como Cannes y la SEMINCI. Fiel defensora de que la crítica es una herramienta para traer nuevas miradas al cine y a la sociedad.

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