Crítica de ’28 Años Después’: Memento Mori.

¿Qué puede quedar por contar en un género tan trillado como el de zombis/infectados, que tuvo su máximo auge hace ya más de una década? Los hemos visto de todos los colores, etnias y tamaños en cines, series y videojuegos, hasta el punto en el que nos hemos insensibilizado en gran medida. La buena noticia es que esta pregunta –el «qué puede hacerse aún con el género»– se la han hecho Danny Boyle y Alex Garland, el dúo responsable de su revitalización en la inolvidable 28 días después (2002) con la innovación de los zombis rápidos. Porque, efectivamente, es mucho más fácil creerse el colapso de la civilización con estos infectados que con los muertos vivientes letárgicos del maestro George A. Romero.
Otra pregunta interesante que, por ejemplo, se planteó The Walking Dead, es: ¿qué clase de mundo nos queda décadas tras el apocalipsis? ¿Cómo son las personas que han nacido y crecido en un mundo así? Se puede decir ya con todas las letras: 28 años después no es otra secuela más sacada de la chistera solo para hacer dinero a costa de la nostalgia. Es, de hecho, una cinta llena de imaginación que no tiene miedo de arriesgarse en esta exploración del mundo que nace cuando ya no queda mundo.
La premisa es aparentemente sencilla: casi tres décadas después del brote inicial del virus de la ira, seguimos a una familia que vive aislada del Reino Unido en una pequeña isla libre de la infección, Holy Island. Al cumplir los 12 años, Spike (Alfie Williams) emprende un viaje peligroso y ritualístico a la mainland con su padre Jamie (Aaron Taylor-Johnson), mientras su madre Isla (Jodie Comer) sufre una enfermedad mental que desconocemos. La isla británica, aun con toda la belleza de sus valles y bosques, está devastada o, mejor dicho, ha vuelto a un estado de naturaleza cuya cadena alimenticia está ahora capitaneada por los infectados. Apenas quedan humanos, excepto rara avis como los misteriosos Dr. Kelson (Ralph Fiennes) y Jimmy (Jack O’Connell).

Todos los actores y actrices de 28 años después hacen un trabajo maravilloso, pero destaca el casi primerizo Alfie Williams, que se desenvuelve con naturalidad y emoción ante situaciones familiares que le empujan al límite en su viaje de autodescubrimiento. Su Spike crece en pantalla en los matices de sus interacciones con su padre y su madre, papel refrescante también de Jodie Comer (Bikeriders: La ley del asfalto).
Por supuesto, subyace una tensión que no se va del cuerpo fácilmente. La música y el sonido acompañan en todo momento para mantener los pelos de punta, marcando cada paso del viaje que emprenden nuestros protagonistas. Comparada con tantas otras secuelas contemporáneas, sorprende la falta de referencias directas a las películas anteriores, incluso ni siquiera se usa el famosísimo tema principal de 28 días después, In the House – In a Heartbeat (sí, el de la lenta subidita de piano que habréis oído en tantos reels de Instagram).

Indudablemente, como le gusta tanto a Boyle, las casi dos horas de metraje están llenas de simbolismo: desde las señales del culto a Jimmy hasta nombres simbólicos como el de la madre, Isla, pasando por el uso esporádico de imágenes de películas antiguas de temática medieval para mostrar la tradición del arco en Inglaterra. 28 años después no es una película que vaya a gustar a todo el mundo: es muy onírica, esotérica y estilizada. Busca más la emoción y el tono que la verosimilitud de la supervivencia postapocalíptica. Dentro de la saga, a la que más se parece es a la parte de 28 días después del viaje en taxi, con las secuencias de sueño y las imágenes de cuadros impuestas encima del film.
La cinematografía y el montaje también son muy destacables. Buena parte de las secuencias de acción se han grabado con iPhone 15 Pro, dándole a la película un look visceral y cercano, similar al uso de cámaras Canon XL1 digitales de muy baja resolución de la primera entrega. Esto conecta con la historia, pues esta población de la isla ha quedado congelada en el tiempo tecnológicamente. Ni siquiera tienen electricidad y han vuelto a una sociedad tribal, con tradiciones y tareas, sin ninguna de las pijadas que tenemos ahora. Este estilo barroco y sobrecargado nos lo brinda también un guion de Alex Garland que, aunque tiene un par de momentos humorísticos, por lo general se mantiene serio, como las últimas películas del guionista y director (Civil War, Warfare).
Algo que se nota mucho es que esta película está planteada como el inicio de una nueva trilogía. La última escena, alrededor del enigmático Jimmy y su extraña banda/culto de la muerte, está diseñada expresamente como un cliffhanger para abrir boca ante lo que venga después. Muchos momentos de esta película van a depender de lo que viene después. Afortunadamente, no tendremos que esperar mucho: en apenas siete meses tendremos la ya rodada secuela 28 años después: El templo de huesos, dirigida por Nia DaCosta. Y si estas películas tienen éxito, Boyle y Garland cerrarán la trilogía con una tercera entrega. Si siguen siendo así de inmersivas y fascinantes… por favor, ¡que no pare!

En definitiva, 28 años después opera en un nivel muy cercano a la primera, con sus diferencias. Estamos ante una de las mejores películas de terror/suspense (y de zombis) de los últimos años.
NOTA: ★★★★½
«28 AÑOS DESPUÉS», ESTRENO MAÑANA EN CINES.
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