Crítica de ‘La Vieja Guardia 2’: El precio de estirar el chicle inmortal.

Cuando La vieja guardia se estrenó en Netflix en 2020, se convirtió en uno de esos raros fenómenos que logran conquistar a público y crítica por igual dentro del vasto pero a veces irregular catálogo de la plataforma. Con una Charlize Theron (Mad Max: Fury Road) imponente liderando a un grupo de inmortales mercenarios atrapados entre el deber y la culpa, y una dirección firme de Gina Prince-Bythewood (La mujer rey) capaz de equilibrar la acción con un trasfondo emocional más profundo, la cinta no solo ofrecía entretenimiento sólido, sino también una inesperada carga de humanidad. Pese a no ser perfecta, sí que mostraba el potencial que el cine de acción podía tener dentro del terreno del streaming.
Cinco años después, y en una industria obsesionada con las franquicias, era casi inevitable que la historia tuviera una segunda parte. Netflix, al igual que ha hecho con títulos como Tyler Rake o Bird Box, no ha dudado en alargar sus producciones más exitosas hasta el límite. El problema es que en muchas ocasiones, lo que empieza con fuerza, termina convertido en un trámite. En un mero eslabón de una cadena pensada más para retener suscripciones que para contar historias. Y La vieja guardia 2 cae de lleno en ese saco.
Esta secuela, dirigida en esta ocasión por Victoria Mahoney (Yelling to the sky), arranca con la promesa de continuar las aventuras de Andy (Charlize Theron) y su equipo de inmortales, quienes ahora se enfrentan a nuevas amenazas y se reencuentran con viejos fantasmas, como la reaparecida Quỳnh (Veronica Ngô). Además, introduce a personajes como Tuah (Henry Golding) y a la misteriosa Discord (Uma Thurman), supuestamente una amenaza global de proporciones épicas. Y sin embargo, pese al reparto estelar y una mitología cada vez más expansiva, La vieja guardia 2 nunca consigue justificar su existencia más allá del hecho de “tener que estar ahí” antes de una tercera entrega que ya se intuye.

Uno de los puntos más destacables –y que, afortunadamente, aún sobrevive a este desgaste– es el apartado de acción. Las escenas de combate están coreografiadas con un virtuosismo que roza lo hipnótico. Ya sean tiroteos en calles europeas, combates cuerpo a cuerpo en escenarios exóticos o secuencias con múltiples personajes peleando en paralelo, la película mantiene intacta esa adrenalina física que definió a su antecesora. El trabajo de los dobles, la planificación de cámaras y la edición de ritmo rápido convierten cada enfrentamiento en un espectáculo visual muy disfrutable. Y es que, si algo mantiene viva a La vieja guardia 2, sin duda, es su músculo.
Lamentablemente, esa potencia visual no está respaldada por una narrativa a la altura. La historia avanza como si estuviera en modo piloto automático. El guion, coescrito por Greg Rucka (autor del cómic original), parece más preocupado por preparar el terreno para lo que vendrá que por ofrecer una narrativa con entidad propia. Las motivaciones de los personajes son vagas, los diálogos apenas aportan profundidad y el conflicto central se siente derivativo y sin tensión real. Hay una sensación constante de que esta segunda entrega es una estación de paso, un trámite inevitable que debe cumplirse antes de que lleguen las verdaderas respuestas o el supuesto clímax de la saga.
Este desinterés estructural se traduce directamente en unos personajes que vagan sin rumbo fijo por la pantalla. Incluso figuras tan potentes como Andy se ven reducidas a esbozos sin desarrollo, incapaces de evolucionar o de transmitir algo más allá del gesto duro o la mirada de preocupación. Nile, la nueva integrante del grupo, que prometía aportar una visión fresca en la primera parte, aquí pierde todo el protagonismo. Y la incorporación de Uma Thurman (Kill Bill) como Discord, una villana llamada a ser la gran antagonista de la saga, termina siendo una oportunidad completamente desaprovechada. Su personaje no tiene ni el peso dramático ni el carisma necesario. Sus escenas están mal dosificadas, su arco narrativo no se sostiene y, lo peor de todo, su presencia no impone. Una villana sin fuerza ni entidad es, en consecuencia, una amenaza vacía.

A lo que la banda sonora respecta, La vieja guardia 2 apuesta por una composición musical abrumadora, casi histérica en algunos tramos, que no da respiro y que subraya con estridencia cada secuencia de acción, giro narrativo o momento de tensión. Aunque consigue mantener al espectador dentro del ritmo frenético que vive el grupo protagonista, su uso excesivo acaba siendo contraproducente. En lugar de acompañar la experiencia, la invade, acentuando el carácter superficial de muchas escenas que podrían haber tenido una carga emocional más densa si hubieran dejado respirar.
Y es ahí donde radica uno de los grandes fallos de la película: la dirección emocional. Victoria Mahoney no logra explotar el talento de su elenco en las escenas más introspectivas. Momentos que deberían haber sido conmovedores –como la pérdida de la inmortalidad, la traición o el reencuentro con fantasmas del pasado– se resuelven con una superficialidad que deja frío al espectador. Theron, una actriz capaz de transmitir dureza y vulnerabilidad con una simple mirada, se ve limitada por una puesta en escena que no sabe cuándo detenerse. Thurman, con un personaje que podría haber sido un manjar interpretativo, queda encorsetada en un rol sin matices ni brillo.

Por todo ello, La vieja guardia 2 es una secuela que mantiene la fachada de su predecesora –acción bien ejecutada, estética cuidada y universo prometedor–, pero que se tambalea en todo lo demás. Su guion errático, sus personajes desdibujados, y su falta de verdadero propósito narrativo la convierten en un eslabón débil dentro de una saga que ya empieza a mostrar síntomas de desgaste. Netflix vuelve a estirar el chicle, y aunque por ahora todavía tiene algo de sabor, cada vez cuesta más encontrar algo auténtico en su interior.
NOTA: ★★☆☆☆
«LA VIEJA GUARDIA 2», YA EN NETFLIX.
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