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Crítica de ‘El Mago del Kremlin’ [73SSIFF]: Un inquietante retrato del poder en la era Putin.

Imagen de la película The Wizard of the Kremlin
© DeAPlaneta

El cine siempre ha sentido fascinación por los líderes políticos, especialmente aquellos que encarnan tanto el magnetismo como la amenaza del poder. Hollywood, junto al resto de grandes industrias, ha construido retratos de figuras históricas que, con mayor o menor fidelidad, han permitido al espectador acercarse a las entrañas del mando, la manipulación, y la ambición. Desde el Winston Churchill de El instante más oscuro, donde Gary Oldman daba vida al primer ministro británico en uno de sus momentos más decisivos, hasta el Richard Nixon que Oliver Stone diseccionó en Nixon, y pasando por el Hitler íntimo y grotesco de El hundimiento de Oliver Hirschbiegel, cada uno de estos acercamientos cinematográficos propone algo más que un retrato. Proponen espejos de un tiempo convulso, advertencias para el presente, e incluso reflexiones sobre cómo el cine puede ayudar al espectador a entender la historia y sus protagonistas.

En esta propuesta, El mago del Kremlin –dirigida por Olivier Assayas a partir de la novela homónima de Giuliano da Empoli–, lleva a la gran pantalla una de las obras literarias recientes más influyentes para comprender el funcionamiento interno del poder en la Rusia de Vladímir Putin. La adaptación, presentada en Venecia y ahora en San Sebastián, está destinada a generar debate internacional, asumiendo un desafío monumental: mostrar no solo a uno de los líderes más enigmáticos y determinantes de la actualidad, sino también la arquitectura de sombras, manipulaciones y relatos que sostienen su poder.

Paul Dano y Olivier Assayas desfilan por la alfombra roja del Festival de San Sebastián, donde presentan ‘El Mago del Kremlin’.
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Para ello, la cinta se estructura en torno a Vadim Baranov –interpretado por el últimamente siempre brillante Paul Dano (Pozos de ambición)–, alter ego de Vladislav Surkov, ese spin doctor real que construyó durante años el imaginario del putinismo, y que se movía a las mil maravillas entre la propaganda, el espectáculo y la opacidad calculada. A través de su mirada, el espectador se adentra en los pasillos del Kremlin, en las tensiones internas, y en la maquinaria de comunicación que convierte la política en teatro. Este recurso permite que el retrato de Putin, interpretado con gran magnetismo por Jude Law (The Order), no sea frontal ni unidimensional, sino que se construya en los márgenes. A través de los gestos mínimos, silencios calculados, y las miradas que esconden más de lo que revelan, El mago del Kremlin muestra el “truco de magia” tras uno de los espectáculos más grotescos del panorama actual.

mundoCine - El mago del Kremlin critica
© DeAPlaneta

Assayas, fiel a su concepción de cine, apuesta por un tono inquietante, prácticamente rozando lo fantasmal. Como ya sucediera con Personal Shopper o Irma Vep, el director no busca la reconstrucción de la realidad de manera literal, sino generar un clima en el que lo visible y lo invisible se entrelazan. En este sentido, Putin no luce tanto como un personaje a plena luz, sino como una figura elusiva, rodeada de niebla y espejos, lo que convierte su representación en un ejercicio de ambigüedad. Y es que, el mandatario ruso es retratado como un hombre cuya fuerza reside precisamente en no mostrar nunca el todo de sí mismo.

El guion, escrito por Assayas junto a Emmanuel Carrère, mantiene el pulso entre el relato íntimo de Baranov y la dimensión histórica. Si bien es cierto que, a ratos, el exceso de información y los saltos temporales hacen que la narración se vuelva densa –se podría ver casi como un ensayo visual–, es esa densidad la encargada de reflejar la naturaleza caótica y contradictoria del poder ruso contemporáneo. Por ello, podríamos afirmar que la película no pretende simplificar ni reducir, sino más bien mostrar la complejidad, las capas, y las contradicciones de un sistema que ha sabido sobrevivir jugando con la manipulación narrativa.

mundoCine - El mago del Kremlin 2025
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En el apartado actoral, Paul Dano se confirma como uno de los grandes intérpretes de su generación. Su Baranov no es un simple testigo, sino un hombre pululando entre la fascinación por el poder y la repulsión hacia lo que ha ayudado a construir. Jude Law, por su parte, realiza una transformación inquietante, ya que, sin caer en la caricatura, consigue captar la esencia de Putin. Es capaz de captar su control gestual y su opacidad como estrategia, dando la sensación de que, tras cada palabra, existe una maniobra calculada. Por su parte, Alicia Vikander (La evaluación) completa el triángulo con un papel menos político pero cargado de peso moral. Su personaje, Ksenia, funciona como espejo de la conciencia y recordatorio de todo aquello a lo que se sacrifica en la búsqueda del dominio absoluto.

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En el apartado visual, Assayas recurre a un estilo sobrio, evitando caer en grandes artificios, y siendo consciente de que el verdadero espectáculo es el del discurso político convertido en ficción. La fotografía, a cargo de Yorick Le Seux,  juega con los contrastes entre la frialdad de los interiores del Kremlin y los espacios íntimos en los que Baranov se confiesa, reforzando así la tensión entre lo público y lo privado. Entre la máscara y la verdad.

Pero más allá de su valor como obra cinematográfica, El mago del Kremlin se convierte en una película fundamental para comprender el presente. En un contexto de guerras híbridas, manipulación mediática y tensiones geopolíticas, la historia que narra ilumina los mecanismos que siguen operando hoy en día en la Rusia de Putin y, por extensión, en un mundo donde la política se confunde cada vez más con el espectáculo y el relato. La relevancia de esta cinta no radica solo en retratar a un líder, sino en exponer el sistema de construcción de realidades que condiciona los acontecimientos actuales: desde la invasión de Ucrania, hasta el control del disenso interno.

mundoCine - El mago del Kremlin
© DeAPlaneta

En definitiva, Assayas entrega al público una obra ambiciosa, imperfecta en su densidad, pero poderosa en su capacidad de reflexión, sumándose a la tradición del cine político como espejo de los tiempos. El mago del Kremlin no es solo un retrato de Putin ni de su consejero; es, sobre todo, una advertencia sobre cómo el poder se ejerce a través de la narrativa, cómo se manipulan las percepciones colectivas, y cómo, en ese teatro de sombras, se juega el destino de naciones enteras.

NOTA: ★★★½

«EL MAGO DEL KREMLIN» SE PROYECTA EN EL FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN Y SE ESTRENA EN CINES EN 2026.


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Mario Hernández

Mario Hernández

Cinéfilo granadino de la generación del 98 (1998 más concretamente), amante del cine independiente y las grandes sagas. Entusiasta de una buena sesión de peli y manta y graduado en Economía por la Universidad de Granada (UGR) con nivel C1 de inglés. Ha realizado el curso de Crítica de Cine en la Escuela de Escritores de Madrid.

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