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Crítica de ‘La Cena’ [73SSIFF]: La memoria servida con humor.

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© SSIFF

La relación entre comedia e historia en el cine español siempre ha sido un terreno fértil, pero también arriesgado. Desde La vaquilla de Luis García Berlanga, que convirtió la Guerra Civil en un absurdo compartido; hasta La niña de tus ojos de Fernando Trueba, donde el humor se mezclaba con la sombra de la Alemania nazi, se ha demostrado que la risa puede ser un arma poderosa para iluminar episodios dolorosos de nuestro pasado. No se trata de trivializar, sino de recordar que el humor, bien administrado, puede ser a la vez espejo y refugio. En esa tradición se inscribe La cena, el regreso de Manuel Gómez Pereira a la gran pantalla, que sorprende al trasladar su reconocida habilidad para la comedia coral al contexto de la inmediata posguerra española.

La película, que se proyecta en el Festival de San Sebastián, se sitúa el 15 de abril de 1939, apenas dos semanas después del final de la Guerra Civil. Franco ha ordenado una cena de celebración en el Hotel Palace de Madrid junto a sus generales. Un banquete que tendrá que ser elaborado en las cocinas del lujoso hotel por prisioneros republicanos. Esta premisa concentra en un espacio cerrado y en un único día todo el peso de la tensión dramática: por un lado, las grandes esferas del poder; por otro, los vencidos obligados a servir, que encuentran en esa noche la última posibilidad de huir. El resultado es una comedia histórica que funciona como microcosmos de la España fracturada de entonces.

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Gómez Pereira, que en los años noventa definió buena parte de la comedia española con títulos como ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo? o Boca a boca, traslada ahora su estilo a un terreno más complejo. Pese a que sus marcas personales están presentes en los diálogos rápidos, enredos corales y el humor que surge del choque entre personajes de distinta clase y condición, el director añade en La cena un componente ético. Y es que, la risa se convierte en mecanismo de supervivencia y resistencia, nunca en burla gratuita. En este sentido, se podría leer la película como una apuesta arriesgada, ya que bordea continuamente la línea que separa lo cómico de lo dramático. Sin embargo, el director logra un equilibrio digno, apoyado en un guion de Joaquín Oristrell (El campeón) y Yolanda García Serrano (Un funeral de locos) que entiende la cocina como espacio teatral donde cada movimiento importa.

El reparto es otro de los grandes aciertos de la película. Mario Casas (Muy lejos) ofrece una interpretación contenida, más gestual que verbal, transmitiendo la tensión de un hombre atrapado entre el deber y la esperanza de algo mejor. Por su parte, Alberto San Juan (Furia) aporta su habitual ironía, modulada con suma inteligencia, mientras que Asier Etxeandia (El molino) pone el toque excéntrico y peligroso. Alrededor de ellos, veteranas como Elvira Mínguez (Veneno) refuerzan la verosimilitud de la propuesta, demostrando que la película se sostiene tanto en los diálogos como en la química entre intérpretes. Ese coro de voces y gestos es, en realidad, la verdadera fuerza de la cinta, puesto que convierten a la cocina en un escenario de vida y dignidad, donde los personajes secundarios tienen tanto peso como los protagonistas.

Visualmente hablando, La cena destaca por la recreación histórica. El contraste entre el brillo del salón y la crudeza de las cocinas subraya la desigualdad entre vencedores y vencidos. La dirección de arte es minuciosa en los uniformes, la vajilla y la atmósfera, sin caer en el academicismo; mientras que la fotografía de Aitor Mantxola (La piel del tambor) aprovecha la luz para marcar la diferencia entre la apariencia festiva y la realidad oscura que late tras las paredes. Además, la música compuesta por Anne-Sophie Versnaeyen (La mujer del presidente), sin sobrecargar, acompaña ese juego de tensiones, reforzando la ironía en unos momentos y la gravedad en otros.

Imagen de la película La Cena
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Y es precisamente esa capacidad de transitar entre tonos la gran virtud de la película. En ocasiones se acerca al thriller ligero, en otras a la comedia negra, y en todas mantiene la conciencia de que el humor aquí no es evasión sino resistencia. Es inevitable recordar a Berlanga en La vaquilla, aunque Gómez Pereira opta por un estilo menos esperpéntico y más contenido. Frente a la sátira desbordada de Berlanga, aquí encontramos una tensión más controlada, una especie de reloj de arena que avanza hacia la noche del banquete con un crescendo sostenido.

No obstante, La cena no está exenta de debilidades. Algunos personajes caen en la caricatura y dependen demasiado de los actores para trascender el estereotipo. Hay momentos en los que la comedia parece forzada y otros en los que la gravedad impone un freno excesivo, lo que produce cierta irregularidad en el ritmo. También se echa en falta un riesgo mayor en la exploración del trauma histórico puesto que a veces la película se queda en la superficie, temerosa de fracturar el tono.

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Aun así, el resultado final es estimulante. Manuel Gómez Pereira ha logrado una película que se atreve a dialogar con la memoria desde la comedia, sin trivializarla y sin renunciar a su estilo. La cena demuestra que la risa, cuando se utiliza con inteligencia, puede iluminar zonas oscuras del pasado, mostrar la dignidad de los derrotados y evidenciar lo grotesco de los rituales del poder. Una propuesta valiente que amplía el campo de la comedia española contemporánea y que, por momentos, alcanza una lucidez digna de sus referentes.

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En definitiva, La cena es una película necesaria porque devuelve al género de la comedia su capacidad crítica, recordando que la memoria histórica no solo se construye desde el drama solemne, sino también desde la ironía que revela lo absurdo de los vencedores y lo humano de los vencidos. Gómez Pereira, que en los noventa retrató con humor los enredos sentimentales de la España urbana, ha dado aquí un salto cualitativo. Ha demostrado que la comedia, incluso en los escenarios más oscuros, sigue siendo un instrumento para mirar de frente nuestra historia.

NOTA: ★★★☆☆

«LA CENA» SE PROYECTA EN EL FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN Y SE ESTRENA EL 17 DE OCTUBRE EN CINES.


TRÁILER:

PÓSTER:

Póster de la película La Cena
© SSIFF

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Mario Hernández

Mario Hernández

Cinéfilo granadino de la generación del 98 (1998 más concretamente), amante del cine independiente y las grandes sagas. Entusiasta de una buena sesión de peli y manta y graduado en Economía por la Universidad de Granada (UGR) con nivel C1 de inglés. Ha realizado el curso de Crítica de Cine en la Escuela de Escritores de Madrid.

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