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Crítica de ‘Jay Kelly’ [73SSIFF]: La fama como espejo roto de la identidad.

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© SSIFF

Resulta difícil hablar del cine de Noah Baumbach sin pensar en la constelación de nombres que lo rodean y con los que inevitablemente dialoga. Como Woody Allen en Annie Hall o Husbands and Wives, Baumbach ha construido su filmografía sobre la neurosis neoyorquina y las fisuras de la vida adulta. De Éric Rohmer hereda la importancia del diálogo como vehículo de revelación moral, algo que se percibe en la ligereza aparente pero profundamente introspectiva de Frances Ha. Y si Richard Linklater ha explorado con paciencia el paso del tiempo en Before Sunrise o Boyhood, Baumbach, en cambio, se concentra en esos instantes de crisis que rompen la continuidad de la existencia, como en Marriage Story. Jay Kelly, su nueva película, no solo confirma esas filiaciones, sino que las reformula en un ejercicio de madurez creativa donde el cineasta se mide con su propio legado.

La premisa, en apariencia sencilla, esconde un terreno fértil para sus obsesiones. Jay Kelly (George Clooney), un actor célebre que arrastra la carga de la fama, emprende un viaje por Europa junto a su manager Ron (Adam Sandler). El trayecto, que podría reducirse a una «road movie» tardía, se convierte en una radiografía de lo que significa haberlo tenido todo y seguir buscando un sentido. Un centro y una verdad que siempre parece escurridiza. Clooney encarna a un hombre que todo el mundo cree conocer, pero que no logra reconocerse en el espejo.

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Imagen de la película Jay Kelly
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Lo primero que sorprende en Jay Kelly es la química entre Clooney (Ocean Eleven) y Sandler (Happy Gilmore 2). Baumbach, que ya había trabajado con actores capaces de equilibrar humor y vulnerabilidad, encuentra aquí un dúo inusual y magnético. Clooney, acostumbrado a su aura de estrella, la subvierte en un personaje marcado por la inseguridad; mientras que Sandler ofrece una interpretación contenida y melancólica, lejos del histrionismo cómico por el que se le suele asociar. Juntos construyen una dinámica que oscila entre la comedia íntima y el drama existencial, recordando por momentos a la complicidad amarga de Jack Lemmon y Walter Matthau, pero pasada por el tamiz de la melancolía contemporánea.

El guion, escrito junto a Emily Mortimer (Paddington: Aventura en la selva), destila una lucidez brutal sobre las relaciones de poder en el mundo del espectáculo. La película no se limita a mostrar a un actor famoso lidiando con sus inseguridades; se adentra en las tensiones entre la industria cultural y la identidad personal. La figura del manager como confidente y verdugo es clave: Ron no solo acompaña a Jay, sino que lo confronta con aquello que el protagonista intenta evitar. Hay escenas donde una simple conversación en el vagón de un tren se convierte en un duelo emocional devastador, al estilo de las discusiones en Marriage Story, pero con un humor corrosivo que suaviza la caída.

Visualmente, Baumbach se apoya en la fotografía de Linus Sandgren (Babylon), rodada en 35 mm, para dotar a la película de una textura cálida y tangible. Europa aparece retratada no como un decorado turístico, sino como un territorio mental donde los personajes se proyectan. Los parajes en medio de la nada y los interiores costumbristas refuerzan la sensación de que todo lo externo es un reflejo de un conflicto interno. La sobriedad formal, marca de la casa, se mantiene: la cámara rara vez se impone, y los planos largos permiten que la tensión crezca en el rostro de los actores.

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Uno de los grandes logros de Jay Kelly es cómo equilibra el humor y el dolor. Baumbach siempre ha sabido encontrar la risa en lo incómodo, y aquí lo lleva al extremo. No es casual que, en algunos pasajes, la película recuerde al cine de Alexander Payne, particularmente About Schmidt, en su manera de retratar a un hombre perdido en un viaje que es tanto físico como existencial.

El reparto coral –Billy Cudrup (The morning show), Grace Edwards (Asteroid City) o Eve Hewson (Flora y su hijo Max)– funciona como un eco de la vida pasada de Jay, figuras que aparecen para recordarle aquello que está dejando atrás o aquello que nunca llegó a ser. Cada encuentro intratemporal es un espejo deformante que lo obliga a cuestionarse qué significa realmente haber sido “alguien” en el imaginario colectivo.

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Jay Kelly se estrenó en Venecia y pronto llegará a Netflix, lo que añade otra capa de ironía. Y es que estamos ante una historia sobre un hombre definido por su fama global que será consumida, probablemente, en pantallas pequeñas y privadas, lejos de la solemnidad de la sala de cine. Esa paradoja no escapa al propio Baumbach, que parece consciente de que su película habla tanto de un personaje como de la forma en que hoy entendemos la celebridad, la memoria y el relato personal en la era digital.

Por ello, y en última instancia, Jay Kelly no es solo un retrato de un actor en crisis; es una reflexión sobre la fragilidad de las identidades públicas y privadas, sobre cómo todos, más allá de la fama, buscamos un relato que nos sostenga. Como en lo mejor del cine de Baumbach, el espectador se encuentra ante personajes que, con todas sus contradicciones, resultan dolorosamente humanos.

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Con Jay Kelly, proyectada en el Festival de San Sebastián, Baumbach demuestra que sigue siendo un cronista excepcional de la condición contemporánea. Como Rohmer, parte del diálogo; como Allen, explora la neurosis; como Linklater, indaga en el tiempo; pero todo ello filtrado por una mirada propia, incisiva y profundamente personal. En esa síntesis radica la fuerza de una película que confirma a Baumbach como uno de los cineastas más lúcidos de nuestro presente.

NOTA: ★★★★☆

«JAY KELLY» SE PROYECTA EN EL FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN Y SE ESTRENA EL 5 DE DICIEMBRE EN NETFLIX.


TRÁILER:

PÓSTER:

Póster de la película Jay Kelly
© SSIFF

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Mario Hernández

Mario Hernández

Cinéfilo granadino de la generación del 98 (1998 más concretamente), amante del cine independiente y las grandes sagas. Entusiasta de una buena sesión de peli y manta y graduado en Economía por la Universidad de Granada (UGR) con nivel C1 de inglés. Ha realizado el curso de Crítica de Cine en la Escuela de Escritores de Madrid.

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