Crítica de ‘La Virgen de la Tosquera’: Dolores Oliverio impresiona en su debut con un personaje que trae a la memoria a la Carrie de Stephen King.

Las fábulas y leyendas folclóricas han sido, históricamente, un medio de evasión frente a una realidad que golpea a los más débiles del eslabón social. El poder de la narrativa fantástica para criticar o reflejar los aspectos que afectan de manera directa a una sociedad, desde un punto de vista ficcionado, es una herramienta que tanto el relato literario como el medio cinematográfico llevan utilizando desde sus orígenes. Estos relatos han permitido a distintos autores filtrar la denuncia incluso por las grietas de las más obstinadas censuras.
La escritora argentina Mariana Enríquez es una de las voces más socialmente críticas de la literatura hispanoamericana. En una narrativa ligada al fantástico y al realismo mágico, explora desde diferentes niveles sobrenaturales temas sociales e históricos acontecidos en su país. Sus relatos La virgen de la tosquera y El carrito son la base sobre la que parte su compatriota, la directora Laura Casabé, en la película homónima La virgen de la tosquera, que compite en la 58.ª edición del Festival de Cine Fantástico de Sitges tras hacer lo propio en el Festival de Sundance.

La agresión física con la que un vecino de un suburbio de Buenos Aires expulsa a un indigente que empuja un carrito cargado con todos los enseres que posee en su vida es percibida por Natalia desde la casa donde reside con su abuela. Esta adolescente, abandonada por sus padres, empieza a explorar la sexualidad y el amor junto a sus amigas de la infancia y el trasunto amoroso de todas ellas: Diego, quien por su parte ha conocido a una chica de mayor edad, foránea y ajena al grupo de amigos, por la que siente una atracción física que no le hará dudar en apartar a sus amigas. El recelo ante este elemento invasor lleva a Natalia a invocar un mal de ojo contra Silvia, a la vez que algo oscuro nace del interior de la joven.

En esta nueva historia de crecimiento y paso a la madurez, la directora acierta al combinar la realidad social que atraviesa el país –en forma de pobreza, hambruna y carencia– con el impacto emocional que recibe su protagonista en una etapa de tantas aristas como es la adolescencia. Resulta interesante cómo, a medida que avanza la película, el carrito empujado por el mendigo al inicio va supurando, putrefacto, sin que ningún vecino haga más que mirarlo con desdén. La relación que este objeto establece con el desprecio y la nula compasión que reciben quienes no tenían nada en la crisis de principios de siglo es uno de los puntos fuertes de la película.
Puntos fuertes del que, sin duda, es imposible no destacar el debut en pantalla de Dolores Oliverio. Por encima del irregular reparto que la rodea, Oliverio posee la fuerza en la mirada de quien encaja los golpes que recibe día a día y los acumula en forma de rabia en su interior. A lo largo del metraje, la actriz logra desarrollar un personaje contenido en la opresión física y social, extrapolada tanto de la situación en su vivienda como de la del país en general, hasta elevarse: consciente de sus decisiones y firme en su convicción. Un personaje digno de la Carrie de Stephen King, que irrumpe con fuerza como interpretación a tener en cuenta de cara al palmarés del Festival.

Dentro de una película que no consigue obviar del todo su falta de presupuesto, sí logra disimularlo y evocar la sugestión en el espectador a través, sobre todo, del sonido de lo cotidiano –como el viento o el ladrido de los perros–, relacionado con la leyenda de La virgen de la tosquera, así como con el poder y la certidumbre de la protagonista en el último acto de la película. Pese a no ser un recurso original, está bien tratada la correlación entre los apagones constantes en este extrarradio argentino debidos a la pobreza que atraviesa el país y los momentos en los que Natalia alcanza puntos de cólera que desembocan en ellos.

Es posible, más aún en el marco de un festival y un público como el de Sitges, que la película no asuma ciertos riesgos a la hora de lanzarse a un festín de sangre y vísceras que parecía prometer en ciertos momentos donde se intuye el potencial destructor de la protagonista. Esto, alguien lo toma como debe, no parece un problema sino otra virtud por parte de la directora y el guionista, que saben bordear la fina línea entre la realidad social y lo fantástico, manteniendo el equilibrio y el interés del público durante todo su metraje.

De este modo, La virgen de la tosquera se erige como una grata sorpresa en la Sección Oficial del Festival. Este nuevo acercamiento al coming of age es también una mirada a una etapa oscura de un país que lleva décadas pasándolo mal. Y lo hace desde el arte cinematográfico, constantemente maltratado y despreciado por el gobierno de Javier Milei. En La virgen de la tosquera encontramos el reverso contenido de la también argentina Cuando acecha la maldad (2023), y demuestra el buen estado de forma del género y de sus autores en el país sudamericano.
NOTA: ★★★½
«LA VIRGEN DE LA TOSQUERA» SE PROYECTA EN SITGES Y SE ESTRENA PRÓXIMAMENTE EN CINES.
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