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CRÍTICA: “El Viejo Roble” (“The Old Oak”)

El anhelo de una sociedad integradora.

© Vértigo Films

En el pasado festival de Cannes, Ken Loach (“El viento que agita la cebada”) presentaba a sus 86 años su nueva película, “El viejo roble”. Un drama rural y migratorio que consiguió hacerse con el Premio del Público en la 68ª edición de la Semana de Cine de Valladolid (Seminci), y que supone la colaboración número dieciséis entre Loach y el guionista británico Paul Laverty (“El olivo”).

Una película en la que esta más que experimentada dupla nos muestra, con una mirada contemplativa, cómo, huyendo de la guerra que asola su país, un grupo de refugiados sirios no tienen más remedio que formar parte de la comunidad de un pequeño y humilde pueblo minero al noreste de Inglaterra, en la que tendrán que convivir con los lugareños.

© Vértigo Films

Para ello, el guion escrito por Laverty utiliza como protagonistas las figuras de TJ Ballantyne (Dave Turner), un ya maduro dueño del último pub que queda en el pueblo (The Old Oak) y que trata de hacerle la vida más fácil a sus recién llegados vecinos mientras que lidia con su propio drama; y Yara (Ebla Mari), una de las jóvenes refugiadas sirias. Un guion repleto de largas secuencias costumbristas donde aparentemente no pasa nada.

Y es que, lo realmente importante detrás de “El viejo roble” no es ni la trama en sí, ni la historia concreta que se nos narra, ni tan siquiera los personajes que la protagonizan. El valor principal que aporta “El viejo roble” como película es la situación que se nos muestra, el contexto social y cultural en la que se desarrolla la cinta, y la crudeza con la que el director nos la representa.

Una crudeza para mostrarnos una de las tantas y tantas situaciones prototípicas que se han dado a lo largo de la historia reciente, en este caso, de Inglaterra, donde los refugiados procedentes de países en guerra se veían obligados a dejar sus hogares, sus países, e incluso sus familias, para emigrar a lugares donde no siempre se les recibía de buena gana. Una crudeza que se muestra al espectador como si de un documental se tratase, a través de planos de media/larga distancia, y con una puesta en escena austera, que refleja a las mil maravillas la delicada situación en la que se encuentran los protagonistas.

© Vértigo Films

Durante toda la cinta, la sensación que transmite Loach es la de mostrar de la manera más objetiva posible una realidad melancólica, tratando de recrear de una forma sentida el atisbo de esperanza que anhelan las gentes de este tipo de lugares, dejando, eso sí, hueco a la profundización de ciertos personajes claves para el avance de lo que se nos cuenta. Una esperanza que reside en cómo se van desarrollando los acontecimientos narrativamente hablando, y que se ve torpedeada por los de siempre, incapaces de mirar más allá de su satisfacción personal, y que en “El viejo roble” se ve representada por los clientes habituales del pub, quienes emiten juicios de valor sin (querer) conocer la realidad de lo que pasa a su alrededor.

Una sensación, la de estar viendo un documental más que una historia de ficción, que se consigue también gracias a las actuaciones del elenco. Un elenco capaz de mimetizarse con el contexto que recrea Loach, dando la sensación de que, más que actores y actrices, son personas “normales y corrientes” representando su anodino día a día, apoyados en una fotografía a cargo de Robbie Ryan (“Pobres Criaturas”) de lo más costumbrista.

© Vértigo Films

En definitiva, “El viejo roble” conforma un fiel reflejo del drama que viven los refugiados al intentar integrarse en la sociedad a la que emigran, y con la que, gracias a sus amplios planos y puesta en escena austera, es fácil de empatizar, no con la historia o los personajes concretos, sino con la situación y contexto que se nos plasma. Una sentida y emotiva representación de esta dura realidad, y a la que Loach otorga de un rayo de esperanza final.

NOTA: ★★★★☆

EL VIEJO ROBLE” (“THE OLD OAK”), YA EN CINES.


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Mario Hernández

Mario Hernández

Cinéfilo granadino de la generación del 98 (1998 más concretamente), amante del cine independiente y las grandes sagas. Entusiasta de una buena sesión de peli y manta, soy graduado en Economía por la Universidad de Granada (UGR) con nivel C1 de inglés. Actualmente, estoy realizando el curso de Crítica de Cine en la Escuela de Escritores de Madrid.