CRÍTICA: “The Holdovers” (“Los que se quedan”)
Un clásico navideño instantáneo.
En plena época navideña, un tiempo que se nos presenta como un período mágico y lleno de alegría, a menudo olvidamos que, para algunos, esta celebración puede ser un recuerdo muy doloroso de la pérdida, la soledad o la desvinculación afectiva. De este modo, la Navidad, con su iluminación resplandeciente, sus copiosas comidas, todos sus regalos y sus villancicos festivos, se puede convertir en un momento duro para los que han perdido a seres queridos, para aquellos que carecen de compañía en estas fechas tan especiales o para aquellos cuyos lazos familiares se han debilitado. Así es para los tres protagonistas de “The Holdovers”, titulada en España “Los que se Quedan”.
Del aclamado director Alexander Payne, “The Holdovers” está situada en los 70 y sigue a un profesor de historia cascarrabias (Paul Giamatti) de un prestigioso colegio americano, la Academia Barton, que se ve obligado a permanecer en el campus durante las vacaciones de Navidad para cuidar de un grupo de estudiantes que no tienen a dónde ir. Contra todo pronóstico, la convivencia le llevará a forjar un insólito vínculo con uno de ellos, un inteligente y problemático chico con sus propios traumas (Dominic Sessa), y con la jefa de cocina de la escuela, que acaba de perder un hijo en Vietnam (Da’Vine Joy Randolph).
“The Holdovers” es una película imprescindible para estas fechas ya que abraza la Navidad con una historia que va más allá de los tópicos navideños. Una película conmovedora que toca el corazón, pero sin dejar de lado los momentos cómicos. Una historia cargada de autenticidad que hace de ésta una película con mucho corazón.
Una película que gira en torno a tres almas solitarias y traumatizadas en un colegio interno durante las vacaciones de Navidad de 1970. Unos personajes que comparten protagonismo y a los que se les dedica su tiempo de desarrollo, cada uno con su propio arco evolutivo. Unos protagonistas interpretados por Paul Giamatti, Dominic Sessa y Da’Vine Joy Randolph que están de Oscar. Giamatti será sin duda una gran competencia para Cillian Murphy (“Oppenheimer”) esta temporada de premios con un personaje auténtico y que él mismo entiende, ya que fue a un instituto privado como el de la película y buena parte de su familia eran profesores, lo que le ayudó a construir su personaje. Randolph brilla con luz propia con una actuación sincera y emotiva que ya le ha conseguido varios premios. Y, Sessa, en su debut como actor, cosa que resulta imposible de creer, tiene una presencia magnética difícil de olvidar, equilibrando los momentos dramáticos y los cómicos.
Uno de los principales aciertos de la película es que consigue transportar al espectador a los años 70 gracias a su evocadora fotografía y sus componentes técnicos. Desde el primer fotograma de la película, se nota la atención al detalle para trasladar al espectador a esta época, con los logotipos retro de Focus Fetures y Miramax y los chasquidos y silbidos de la banda sonora como si de una película de los 70 se tratase. También ayudan los colores deslavados con su uso de azules claros, amarillos y pasteles y marrones y el uso de fundidos largos.
Un aire setentero que también se consigue gracias a la selección musical que además aporta a esta atmósfera navideña que se crea, con villancicos como “O Little Town of Bethlehem” de Lewis Redner y Ralph Vaughan Williams, “The Most Wonderful Time of the Year” de Andy Williams o “Silver Joy” de Damien Jurado, pero también otras canciones, que no villancicos, como “Crying, laughing, loving, lying”, que crea una de las escenas que irradian más luz en la película y cuya letra encaja como anillo al dedo en la película.
En definitiva, “The Holdovers” va a ser una de esas películas que no faltarán en cada Navidad. Un viaje a los 70 con una historia que aún sigue resonando y un trío de protagonistas con los que querrás quedarte mucho más tiempo. Y es que, haciendo alusión a su título, ésta es una película de las que se quedan.
NOTA: ★★★★½
“THE HOLDOVERS”, YA EN CINES.
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