CRÍTICA (21SEFF): “Julie Keeps Quiet”
Hablar o no hablar, esa es la cuestión.
En Julie Keeps Quiet, la representante belga en los Oscar, Leonardo Van Dijl firma su primer largometraje abordando un tema de candente actualidad: los abusos en el mundo del deporte. Una realidad que ha afectado a figuras de la talla de Simone Biles, Olga Korbut, Katherine Starr o Joanna Maranhão, entre otras tantas. Pero, a diferencia de las historias que se centran en la voz que denuncia – títulos que este año han proliferado (y mucho) en el panorama español, como la película basada en hechos reales Soy Nevenka o la necesaria e impecable serie de ficción de Movistar Plus+ Querer –, Van Dijl pone el foco en un personaje que prefiere callar.
De esta forma, Julie Keeps Quiet sigue a – pues sí – Julie (Tessa Van den Broeck), la jugadora estrella de una academia de tenis de élite, cuya vida gira en torno al deporte que ama. No obstante, su vida da un vuelco cuando su entrenador, Jeremy, es investigado y suspendido repentinamente por su posible vinculación con el suicidio de una exalumna. Entonces, todos los jugadores del club se animan a hablar. Menos Julie, que decide callarse.
La ópera prima de Leonardo Van Dijl – cuya idea parte de su cortometraje de 2015 titulado Umpire – es un relato intimista y pausado que le valió el premio al Mejor Guion en la Semana de la Crítica de Cannes y que ahora se ha proyectado en esta 21 edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla. Un relato, eso sí, que requiere de una indudable paciencia por parte del espectador, pero que le recompensa con una narrativa que resulta en su conjunto bastante empática y la cual alcanza su clímax en el primer (y único) esclarecedor encuentro entre Julie y Jeremy. Un encuentro, rodado con la cámara fija y en una única toma larga, protagonizado por ambos personajes, en el que una determinante frase pronunciada por Jeremy hace que el espectador comprenda esa lucha interna de la joven protagonista entre hablar o callar.
Una película que supone todo un drama de denuncia, tan contenido como su protagonista, Julie, interpretada de forma convincente por la debutante Tessa Van den Broeck – quien en la realidad es jugadora de tenis –, que está presente en casi todas (por no decir todas) las escenas, y rodeada asimismo de actores no profesionales como ella. Un drama que, lejos de juzgar a Julie por su silencio, la acompaña para así comprenderla, porque a veces no es tan fácil hablar. Y es precisamente por eso que el enfoque en su personaje se siente tan auténtico y tan delicadamente Me-Too, a pesar de su silencio.
Y es que, a diferencia de la Challengers de Luca Guadagnino, que nos presenta en pantalla el tenis con un enfoque frenético y lleno de adrenalina, Julie Keeps Quiet hace un uso opuesto del deporte. La cámara fija se centra casi exclusivamente en Julie y la parte del campo en la que juega, dejando de lado esa acción vertiginosa del juego. Porque aquí no importa hacia dónde van las pelotas, sino Julie.
La elección del director belga de rodar en 35 mm – a excepción de una escena final filmada en 65 mm – refuerza esa sensación de vulnerabilidad que permea esta historia que avanza a fuego lento. Una elección técnica que se complementa, además, con la fotografía, algo monótona, de Nicolas Karakatsanis (Yo, Tonya, Dumb Money), cuya labor es crucial para crear la atmósfera contenida y melancólica que caracteriza a este filme, y que cuenta con la producción de la tenista Naomi Osaka y el dramaturgo Florian Zeller (El padre).
En definitiva, Julie Keeps Quiet es una película calmada, tal vez demasiado, pero poderosa, que personifica a la perfección las palabras de la reina Margarita de Navarra en El Heptamerón, y popularizadas más recientemente por la película de Luca Guadagnino Call Me by Your Name: «¿Es mejor hablar o morir?»
NOTA: ★★★½
“JULIE KEEPS QUIET”, ESTRENO PRÓXIMAMENTE.
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