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CRÍTICA (21SEFF): “Vermiglio”

Un viaje sensorial por los Alpes italianos en tiempos de guerra.

© SEFF

En italiano, vermiglio equivale a bermellón, un color rojo anaranjado, vibrante y cálido, que contrasta notablemente con la atmósfera invernal, fría y desoladora, que predomina en Vermiglio, el largometraje de la italoargentina Maura Delpero (Maternal), Gran Premio del Jurado en Venecia, que se quedó a un solo escalón del León de Oro que finalmente se llevó Pedro Almodóvar con su La habitación de al lado. Pero Vermiglio no es solo un color: es también el nombre del pintoresco pueblo alpino en el que se enmarca esta película. El pueblo donde nació el padre de la cineasta y un lugar a menos de cien kilómetros de donde ella misma nació.

Es allí, en ese gélido paisaje alejado de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, donde llega Pietro (Giuseppe De Domenico), un soldado desertor en busca de refugio que cambia para siempre la vida de una (muy) numerosa familia encabezada por un maestro local, en especial la de la hija mayor, Lucia (Martina Scrinzi).

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Lo que sin duda destaca en Vermiglio, la representante italiana en los Óscar, es su capacidad para sumergirnos en su época y su entorno, y esto se debe en gran parte a la fotografía de – o a los ojos de – Mikhail Krichman (El regreso, The End). Y es que cada plano de esta película parece un cuadro, incluso una postal: hermosas montañas nevadas, interiores mínimamente iluminados por velas que aportan algo de calidez a los ambientes azulados y momentos nocturnos en las habitaciones que comparten los hermanos hablando en voz baja bajo las sábanas antes de dormirse. Toda una experiencia sensorial, en la que abundan los planos amplios y estáticos para realzar la belleza los paisajes, y una banda sonora escasa, compuesta por las piezas de Vivaldi y Chopin que suenan en el tocadiscos del padre de la familia, que la hacen sumamente evocadora.

 

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Sin embargo, y aunque no cabe duda de que la película es un festín visual, su ritmo – deliberadamente lento y contemplativo – puede resultar monótono y frío, a veces tanto como el invierno alpino que envuelve esta epopeya rural. Con una duración de casi dos horas, Vermiglio se desliza sin prisas por la vida cotidiana de sus numerosos personajes, a los que da vida una combinación de actores no profesionales – aldeanos del pueblo – y profesionales, con una gran naturalidad en sus interpretaciones.

Pero, el verdadero foco de este íntimo – pero anodino – relato son las tres hermanas de la familia, figuras centrales que permiten a Maura Delpero explorar temas como la maternidad en aquellos tiempos, los roles de la época o el despertar del deseo: Lucia, la mayor, que se enamora del desertor, Ada (Rachele Potrich), una chica religiosa que entabla una amistad con otra joven del pueblo, y Flavia (Anna Thaler), la más aplicada en sus estudios. A pesar de que el guion de la Delpero no profundiza demasiado en el resto de los personajes – y menos aún en Dino (Patrick Gardner), el hermano mayor – ni tampoco plantea una historia especialmente elaborada, sigue habiendo, para suerte de la italoargentina, algo casi hipnótico en la sencillez de la cotidianidad de esta familia, que transcurre con una calma que atrapa al espectador.  

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En definitiva, Vermiglio, proyectada en el 21 Festival de Cine Europeo de Sevilla, no es que sea precisamente una película que se quede grabada en la memoria del espectador por su trama o sus giros. Pero sí por su ambientación, porque Vermiglio te transporta. Te hace caminar por los fríos paisajes de los Alpes, como si fueras uno más de la numerosa familia protagonista.

NOTA: ★★★☆☆

“VERMIGLIO”, ESTRENO EL 14 DE FEBRERO EN CINES.


TRÁILER:

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Marta Medina

Marta Medina

Graduada en Estudios Ingleses por la Universidad de Sevilla (US) y con un nivel C2 de inglés. Fundadora de mundoCine con diferentes roles como crítica, redactora y gestora de redes sociales. Amante del cine y seguidora de la temporada de premios y festivales de cine.