CRÍTICA (27FestivalMálaga): “El Molino”
Un canto a la alegría rural y de sus gentes.
A lo largo y ancho de España, y a día de hoy, existen más de 22.000 aerogeneradores que abastecen de energía limpia y sin emisiones nocivas de C02 a las regiones cercanas a los 1.345 parques eólicos que se encuentran en el territorio nacional. Un esfuerzo cada vez mayor por intentar reducir esa huella de carbono que tanto está contribuyendo al crecimiento del cambio climático, y cuyos beneficios cada vez están más aceptados por la población rural. Una población rural encargada de albergar estos parques, y que no siempre miran con buenos ojos la invasión y ruptura con el paraje natural que estas fuertes de energía limpia suponen. Sin embargo, no siempre es así.
Existen regiones y lugares que reciben con brazos abiertos esta energía más eficiente, facilitando a quienes tratan de aportar su granito de arena en la construcción de una red de suministro de energía limpia. Personas como Mayte (Pilar López de Ayala), una ingeniera afincada en una estación eólica en el Báltico, y que vuelve al pequeño pueblo que la vio nacer para realizar las comprobaciones necesarias que den viabilidad a un nuevo proyecto de implantación de aerogeneradores en la zona.
El pueblo, que tan solo cuenta con 12 habitantes, la acogerá con los brazos abiertos a excepción de Jaime (Asier Etxeandia), un ganadero encargado del refugio del pueblo y que a lo largo de la vida ha visto como todos aquellos que una vez quiso se van en busca de un futuro mejor lejos del pueblo. Incluida Mayte.
Bajo esta premisa, Alfonso Cortés-Cabanillas (“Sordo”) dirige esta dramedia que trata de poner en valor las relaciones humanas bajo un enfoque costumbrista. Una película que utiliza la figura de un molino viejo y que apenas logró funcionar en un pasado como metáfora de la vida misma.
Y es que, aunque Don Quijote los viera como gigantes, los molinos y las personas no tienen por qué ser tan diferentes. Muchas veces, por mucho que la vida avanza y se mueva con el paso del tiempo, la gente sigue inmóvil e impasible, anclada en un mismo lugar y junto a la misma gente toda su vida. Como dice Manolo, el personaje al que le da vida un sentido y sincero Imanol Arias: “La vida es movimiento”, independientemente de que tú te muevas con ella o no.
Una película que trata el duro pero fiel retrato de la vida rural más absorbente e infructífera esbozado en el guion escrito por Leire Albinarrate, Estefanía Cortés, y Jorge Navarro con la cercanía e intimismo que los planos cortos y la puesta en escena austera pero acogedora insuflan. Un guion que plasma a la perfección la idiosincrasia que envuelve a los dos protagonistas y que muestra cómo, siendo dos personas de entornos completamente distintos, son más parecidos de lo que ellos piensan.
Unas similitudes que radican en la poca capacidad a la hora de comunicarse con la gente se refieren, y que el espectador aprecia a lo largo de las situaciones que presenta “El Molino”. Incapacidad que se asume y sobre la que se trabaja gracias al entendimiento del entorno que le rodea y a la introspección que los personajes hacen con su pasado y su historia. Una cinta con final feliz, que supone un canto a la alegría rural y de sus gentes.
Un pueblo encarnado por un elenco que se entienden y relacionan a las mil maravillas, rebosando química y verdad. Elenco entre los que destacan Nur Olabarría e Imanol Arias, quienes nos dejan unas poderosas y emotivas actuaciones a la altura de la carga dramática de los personajes a los que dan vida, y que se quedarán en la retina del espectador tras los créditos finales.
En definitiva, “El Molino” resulta en una historia intimista sobre las relaciones humanas, que pone en valor la comunicación afectiva y su importancia para el avance personal. Una película cargada de corazón y verdad, donde el trabajo del elenco, y el retrato austero y acogedor que dibuja Alfonso Cortés-Cabanillas de la España rural, insuflan al espectador de ternura y cariño.
NOTA: ★★★★☆
“EL MOLINO”, ESTRENO EN CINES PRÓXIMAMENTE.
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