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CRÍTICA (27FestivalMálaga): “El Salto”

Una mirada concienciadora sobre el drama migratorio.

© Filmax

A lo largo del 2023, 1.190 personas han muerto intentando llegar a las costas del sur de España en patera. 1.190 personas que dieron su vida en un intento desesperado por llegar a un país donde las condiciones laborales y de integración social que les esperaban eran cuanto menos paupérrimas. Condiciones que para estas personas son una bendición en comparación con la situación que ellos, y las familias que dejan atrás viven en sus países de origen. Personas cuyo viaje en busca de una vida mejor se relata de manera contundente en “El Salto”.

Una película que toma como representación de este drama migratorio al personaje de Ibrahim (Moussa Sylla), un joven que llegó a España hace unos años desde Guinea y que enraizó su vida en Madrid junto a Mariama (Edith Martínez Val), su compañera de vida. Sin embargo, su vida como albañil y futuro padre de una criatura se verán fulminadas de un día para otro cuando la policía le detiene y es deportado a su país natal. En este momento, comenzará un desesperado viaje de vuelta a España para reencontrarse con la familia que estaba a punto de formar, y seguir ayudando a la que dejó en su Guinea natal.

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Con un inicio en el que predomina un ritmo lento y contemplativo que permite profundizar en todos los matices del día a día que viven este grupo de personas que protagonizan “El Salto” de forma contundente e impactante, el director Benito Zambrano (“La Voz Dormida”) le otorga un dramatismo vívido al guion-denuncia escrito por Fora Gonzalez (“Zorras”). Un guion que pone en valor el impacto real de los inmigrantes en la economía y sociedad española, a la par que denuncia la deshumanización del pueblo subsahariano inmigrante y las condiciones infrahumanas en las que viven.

Unas condiciones que durante la segunda mitad de la cinta son el motor que hace que los que arriesgan sus vidas por llegar a territorio europeo sigan adelante. Una paupérrima recompensa para unas adversidades inhumanas, que se plasman como algo muchísimo mejor de lo que tienen en sus lugares de origen, y por las que merece la pena luchar. Un ejercicio narrativo de lo más clarividente a la hora de sembrar en el espectador la reflexión acerca de cómo serán las condiciones de las que huyen para tener que pasar por un calvario como este y encontrarse con unas condiciones socioeconómicas con las que apenas sobreviven. Un guion que además utiliza la historia de amor y posterior separación de los protagonistas para enfatizar el drama que se mantiene latente en toda la trama, creando un impacto narrativo muy bien acompañado por el apartado visual.

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A base de una puesta en escena austera, y una dirección de actores capaz de dejarnos interpretaciones sentidas de quienes dan vida a los afectados, y actuaciones que derrochan ternura y cercanía en aquellos que representan a quienes les ayudan y preparan para el viaje, Benito Zambrano le aporta a la cinta un enfoque intimista que rezuma verdad. Una verdad que por desgracia se parece demasiado a la ficción que se ve en “El Salto”, y con la que el espectador logrará empatizar gracias a las distintas situaciones de extrema dureza humana a las que se enfrentan los protagonistas. Situaciones de segregación, expatriación, extorsión y supervivencia; en las que unos implicados que nunca pierden la esperanza y la fe forjan relaciones de amistad y compañerismo de las que duran para toda una vida. Situaciones que llenan la pantalla de una ternura capaz de emocionar al espectador, y que derivan en un final de infarto rodado con la dureza y el desconcierto con la que los verdaderos inmigrantes las padecen.

Una película que recoge el drama que viven los inmigrantes dentro y fuera de las fronteras españolas en una clara búsqueda de remover las conciencias de los espectadores y de aquellos en la posición de tomar las medidas correspondientes. Una cinta que expone de forma emotiva, no solo el dramatismo intrínseco del desesperado viaje que miles de personas recorren al año, sino también las paupérrimas condiciones de vida que les esperan a los que consiguen completar el trayecto.

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Por todo ello, “El Salto” conforma una mirada concienciadora del drama migratorio, poniéndole voz a los que nunca podrán llegar a tenerla, y acercando al espectador una historia que por desgracia sigue siendo una realidad. Una realidad tratada con la crudeza y melancolía necesarias, dotando a este relato de una verdad inconmensurablemente devastadora.

NOTA: ★★★★½

“EL SALTO”, ESTRENO EN CINES EL 12 DE ABRIL.


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Mario Hernández

Mario Hernández

Cinéfilo granadino de la generación del 98 (1998 más concretamente), amante del cine independiente y las grandes sagas. Entusiasta de una buena sesión de peli y manta, soy graduado en Economía por la Universidad de Granada (UGR) con nivel C1 de inglés. Actualmente, estoy realizando el curso de Crítica de Cine en la Escuela de Escritores de Madrid.