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CRÍTICA (72SSIFF): “Aún estoy aquí” (“Ainda estou aqui”)

El mejor guion de Venecia llega a San Sebastián.

© SSIFF

La dictadura militar brasileña, que tuvo lugar desde 1964 a 1985, fue un episodio turbio en la historia del país. Marcado por una severa represión a nivel político, la censura, y la violación sistemática de los derechos humanos, el opresivo régimen gobernó a base de la persecución, encarcelamiento, y tortura de los cientos de residentes políticos, periodistas, e incluso civiles.

Un periodo autoritario cuyas consecuencias son palpables incluso en la sociedad brasileña actual. Una sociedad que continúa luchando por resolver problemas relacionados con dar justicia a las víctimas de la dictadura, así como las desigualdades severas a nivel socioeconómico exacerbadas por años de gobierno represivo. El recuerdo de esta etapa sigue siendo un continuo tema de conversación a nivel público, con una gran parte de la sociedad demandando mayores y profundas investigaciones, así como consecuencias legales por los crímenes cometidos durante el régimen. Demandas que se hacen visibles y toman nombres propios en esta Aún estoy aquí, un conmovedor retrato basado en hechos reales sobre la trágica experiencia de una familia brasileña durante este tenso y deleznable periodo histórico.

Una sentida película en la que Walter Salles captura el coste a nivel personal que tuvo el vivir bajo el jugo de la dictadura militar brasileña. Una cinta basada en las memorias de Marcelo Rubens Paiva, y que centra su foco de atención en Eunice Paiva (Fernanda Torres), una madre y mujer coraje cuya vida toma un giro inesperado tras la desaparición de su marido, el ex diputado Rubens Paiva (Selton Mello).

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Balanceando de manera delicada la tensión familiar con el drama político, Salles demuestra una dirección cargada de sensibilidad, sabiendo hacer ver en pantalla el poder de los que sin duda están llamados a convertirse en uno de los mejores guiones del año. Y es que, el corazón de Aún estoy aquí reside en la suma delicadeza de su guion a la hora de mostrarnos la dureza de lo vivido por la familia Paiva. La película no se limita a crear un retrato de una familia lidiando con la tragedia, sino que nos dibuja un cuadro de capas dinámico sobre una familia resiliente y que se mantiene firme pese a la extrema presión a la que está sometida.

En este sentido, Salles centra de manera inteligente la narrativa en la unidad familiar, permitiendo que los dramas personales de sus protagonistas fluyan con fuerza. Desde la volatilidad emocional de los niños que tratan de entender lo que está sucediendo, hasta la entereza y fuerza de Eunice por encontrar respuestas y responsabilidades, la carga dramática de la película resuena con una brillante verdad emocional. Un pequeño grupo muestral para representar el sufrimiento y desconcierto de la sociedad brasileña de la época.

Sin embargo, la cinta no cae en representar a la familia Paiva como mártires, sino que es capaz de mostrar los pequeños – y fugaces – momentos de alegría y conexión que también vivieron los protagonistas durante su calvario, creando así un vínculo mucho más profundo y sincero con la audiencia.

© SSIFF

Así mismo, todos los medios técnicos con los que cuenta la película se ponen a disposición para poder mostrar el poder de la dictadura militar incluso cuando esta no se ve directamente. Desde la lánguida atmósfera de miedo y desconcierto que crea la fotografía creada por Adrián Teijido (Sergio), hasta la sensación de aislamiento de los disidentes que otorga la puesta en escena plagada de decorados en entornos cerrados, todo ayuda a intensificar esa sensación de censura que crean los diálogos entrecortados y a escondidas que resuenan en el guion. 

Un guion, el escrito entre Murilo Hauser (La vida invisible de Eurídice Gusmão) y el debutante Heitor Lorega, confeccionado con precisión y empatía, donde los diálogos nunca se sienten forzados ni dramatizados. En vez de esto, se encuentra repleto de momentos que reflejan la complejidad de las emociones de los personajes – como esas charlas de Eunice en el despacho de su desaparecido marido –. Guion donde se selecciona a la perfección lo que se dice, y lo que se omite, dándole protagonismo a las pausas entre palabras, las miradas fijas y acusadoras, así como a esos silencios cargados de miedo y lamento.

Pero, si hay algo que sobresale con respecto al resto, esa es la interpretación de Fernanda Torres (Casa de arena) como Eunice Paiva. Una actuación conmovedora e inspiradora, que otorga profundidad y humanidad a la figura de Eunice, siendo capaz de hacer que la determinación y fuerza de la mujer traspase la pantalla. Lo que no quita que también se puedan apreciar los toques más vulnerables de una madre que trata continuamente de proteger a sus hijos durante este viaje en busca de justicia para su marido.

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Por todo ello, Aún estoy aquí es una emotiva resonancia del panorama brasileño durante los años setenta, capaz de capturar el coste personal que muchas familias vivieron durante la dictadura militar brasileña a través de la historia de los Paiva. Sin duda, uno de los grandes dramas del año.

NOTA: ★★★★½

“AINDA ESTOU AQUI”, ESTRENO PRÓXIMAMENTE EN CINES.


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Mario Hernández

Mario Hernández

Cinéfilo granadino de la generación del 98 (1998 más concretamente), amante del cine independiente y las grandes sagas. Entusiasta de una buena sesión de peli y manta, soy graduado en Economía por la Universidad de Granada (UGR) con nivel C1 de inglés. Actualmente, estoy realizando el curso de Crítica de Cine en la Escuela de Escritores de Madrid.