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CRÍTICA (72SSIFF): “El Último Suspiro” (“Le dernier souffle”)

Una mirada íntima a los cuidados paliativos.

© SSIFF

Costa-Gravras, un director conocido por sus thrillers de corte político tales como Z o Missing, por lo general suele explorar los aspectos relacionados con el poder, la corrupción y el sufrimiento humano. Trabajos que examinan de cerca las injusticias del sistema, pero que con El último suspiro ofrece una mirada más íntima y existencial de un tema universal: la vida y la muerte.

Alejándose de sus narrativas cargadas de política, Costa se sumerge en lo puramente personal, centrándose en la dignidad humana, la mortalidad y el delicado balance entre dolor y paz. Un giro en la temática que refleja la amplia tradición cinematográfica que usa las historias personales para contemplar cómo la sociedad se comporta frente a la muerte, algo que ha predominado en las películas proyectadas en esta 72 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián. Una película en la que Costa insufla cariño y calidez, contrastando con la severidad de sus trabajos pasados, creando una delicada meditación sobre el último capítulo de la vida.  

El último suspiro es un canto a la vida, una celebración de la existencia que reverbera a través de las conversaciones de los dos protagonistas, el doctor Augustin Masset (Kad Merad) y el escritor Fabrice Toussaint (Denis Podalydes). Sus diálogos, tan profundos como alegres, acompañan al espectador a través de un viaje que transciende la decadencia física a la que están sometidos los pacientes de Augustin. En vez de regocijarse en el dolor, Costa se centra en lo bonito de las conexiones humanas, los momentos compartidos que nos definen, y la importancia de disfrutar cada aliento hasta el final. La vida, con todas sus imperfecciones e impredecibilidad, es el retrato de algo que tiene que ser amado, incluso a las puertas de su inevitable desenlace.

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En este sentido, la película sirve como una reivindicación de la muerte digna, afrontando la difícil pero esencial discusión de las muertes terminales y su paliación con extremada sensibilidad. A través del compasivo trato de Augustin para con sus pacientes, El último suspiro aboga por el derecho de morir con dignidad, libres de cualquier dolor innecesario. Y lo hace sin ofrecer respuestas fáciles sobre complejas preguntas éticas sobre el tema, sino que abre una conversación con el espectador para que este puede reflejar su propio punto de vista. Este matizado enfoque evita la imposición que sí que se puede ver en otras cintas que tratan el tema, presentando la muerte no como un adversario al que hay que combatir, sino como una conclusión natural y honorable para una vida bien vivida.

El retrato que realiza la cinta sobre los cuidados paliativos es tan conmovedor como inspirador, poniendo en valor la importancia de acompañar a los pacientes a lo largo de sus últimos días con compasión y humanidad. La medicina paliativa, en ocasiones sobrevalorada y ninguneada a favor de los tratamientos curativos, se muestra no solo como una práctica médica, sino como un elemento esencial del cuidado holístico. La forma que tiene Augustin de ver a sus pacientes es afable pero firme, cargada de humor y empatía, contrastando de manera afinada con la esterilización con la que se muestra en las cintas sobre enfermedad. Costas aporta corazón a las interacciones entre doctor, paciente y familiares, enfatizando el valor del apoyo y la calma.

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Y es que el tono de El último suspiro no es ni melancólico ni mórbido. Costa se libra del sentimentalismo para adoptar una balanceado y concienzudo enfoque que invita a la audiencia a reflexionar en vez de moquear. El humo de la cinta, en ocasiones seco y sutil, sirve como recordatorio de que, incluso en los momentos de mayor sufrimiento, la alegría y la risa se pueden encontrar. Este afable tono es crucial para el éxito de la cinta, permitiendo al espectador conectar profundamente con la narrativa sin necesidad de llegar a ser dramático en exceso. Un guion cuya construcción evita dejar al espectador saturado por la densidad de la temática tratada, apostando por un sentido de calma contemplativa, permitiéndole salir del cine habiendo presenciado algo tan profundo como humano.

Algo que el elenco de El último suspiro sabe aplicar a la perfección en sus interpretaciones, capturando la esencia de la historia con una remarcable precisión. Kad Merad (Los chicos del coro) como el doctor Masset proyecta en su interpretación una autoritaria serenidad, y cuya presencia irradia sabiduría y entendimiento. Su retrato de un hombre que ha pasado años de su vida confrontando la muerte, pero que sigue abierto a disfrutar de los pequeños placeres de la vida es del todo afectuosa. Por su parte, el Fabrice de Denis Podalydès (El buen maestro) ofrece un volátil contrapunto, un hombre preocupado por su propia mortalidad y el existencialismo detrás de su escritura. Juntos, crean una dinámica que es tensa pero cariñosa, llena de miedos sin comunicar y pensamientos compartidos. Su química es palpable, y sus actuaciones son el eje principal de la cruda emocionalidad que resuena en la cinta mucho después de los créditos finales.

A lo que la dirección de Costa se refiere, esta es del todo respetuosa y contenida, permitiendo a la historia encontrar su propio sendero, algo así como la progresión apacible del cuidado paliativo. No hay grandes gestos autorales o dramatismo superfluo, sino una cámara centrándose en pequeños momentos que hablan con fuerza sobre la condición humana. En cierta manera, Costa, al igual que el doctor Masset, acompaña al espectador a lo largo de este introspectivo viaje, guiándolo y entendiéndolo, pero sin imponer respuestas.

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En definitiva, en El último suspiro Costa crea una conmovedora meditación sobre la mortalidad, los cuidados paliativos, y el espíritu humano. Es una cinta que trata a los pacientes con el mayor de los respetos, guiando al espectador a lo largo del difícil terreno con gracia y sensibilidad. A través de la celebración de la vida y una muerte digna, ofrece un gentil pero poderoso recordatorio de que la forma en la que dejamos este mundo es tan importante como la forma en la que vivimos en él.

NOTA: ★★★★½

“EL ÚLTIMO SUSPIRO”, ESTRENO PRÓXIMAMENTE EN CINES.


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Mario Hernández

Mario Hernández

Cinéfilo granadino de la generación del 98 (1998 más concretamente), amante del cine independiente y las grandes sagas. Entusiasta de una buena sesión de peli y manta, soy graduado en Economía por la Universidad de Granada (UGR) con nivel C1 de inglés. Actualmente, estoy realizando el curso de Crítica de Cine en la Escuela de Escritores de Madrid.