CRÍTICA (72SSIFF): “Escape”
La nueva película de Rodrigo Cortés se ve encarcelada en una repetición caricaturesca y esperpéntica de la que parece no saber escapar.
Presentada en la sección Galas RTVE del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, la nueva película de Rodrigo Cortés (Buried) es una adaptación extremadamente libre de la novela homónima de Enrique Rubio. Tan libre, de hecho, que el propio autor, al leer el guion, no pudo evitar comentar con ironía, aunque no necesariamente despectivamente: «gracias por respetar el título». Un filme que supone la primera incursión en español del cineasta desde su debut con Concursante, y lo hace con el respaldo en la producción de nada más y nada menos que Martin Scorsese (Los asesinos de la luna).
Escape sigue a N. (Mario Casas), un hombre desgastado y un alma perdida que ha decidido renunciar a la toma de decisiones en su vida. Una persona que vive en un estado de resignación y que anhela, de manera desesperada, la vida en la cárcel, dispuesto a hacer lo que sea necesario para conseguirlo.
Un anhelo, el de ir a la cárcel, que se hace palpable desde los primeros compases de la película en los que N. llama a la policía para informar sobre un (falso) robo en curso, solo para estrellar su coche contra la vitrina del banco en cuestión y pedir que lo arresten.
Una película que rápidamente se convierte en un desfile de situaciones absurdas y esperpénticas una detrás de otra y en la que Cortés parece invitar al espectador a abandonar toda lógica y a sumergirse sin reservas en el periplo de su protagonista. Sin embargo, el guion del gallego resulta ser demasiado insustancial, girando siempre sobre la misma idea y sin conseguir «escapar» de su premisa inicial a través de una historia dividida en siete capítulos e inexplicablemente titulados con los nombres de los enanitos de Blancanieves – ya sabéis, Mudito, Tímido, Dormilón, Tontín, Gruñón, Sabio y Feliz –. Y así, Escape se presenta a sí misma como un ejercicio inclasificable y muy libre, con un tono que fluctúa entre la parodia y la caricatura.
Es muy posible que quienes consigan conectar con la propuesta del cineasta desde un primer momento permanezcan inmersos en la trama hasta el final de la película, e incluso se echen unas risas por el camino; por el contrario, para quienes no consigan meterse de lleno en ella, el viaje se vuelve monótono, pivotando sobre los mismos conceptos y sin ofrecer ninguna evolución o desarrollo perceptible.
Eso sí, la dirección de Cortés y la fotografía de David Azcano (La casa de papel) cumplen su cometido, pero la auténtica baza de Escape está en su entregado reparto. Mario Casas (3 metros sobre el cielo) se sumerge con valor en un papel muy físico y complejo, interpretando a un personaje cargado de dolor y de trauma tras la muerte de su mujer. Y es que el deseo de N. – personaje que a lo largo de la trama cambia varias veces de nombre – no es escapar de la cárcel, sino entrar en ella para huir de una vida que no cree que merece vivir, y Casas captura perfectamente esta idea.
Respecto al elenco secundario, Anna Castillo (Nowhere), en el papel de la hermana de N., Albert Pla (La Mesías), como el compañero de celda de N., y que nos regala algunos momentos musicales muy divertidos, y José Sacristán (La colmena), como el juez, ponen su granito de arena para aportar un toque de vis cómica a la historia.
En definitiva, Escape, a pesar de la proposición audaz y libre de su director, resulta ser una película que acaba encarcelada en una repetición caricaturesca y esperpéntica de la que no logra escapar.
NOTA: ★★☆☆☆
“ESCAPE”, ESTRENO EL 31 DE OCTUBRE EN CINES.
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