CRÍTICA (72SSIFF): “I Saw the TV Glow”
La sensación de Sundance llega a San Sebastián.
Uno de los grandes retos a los que se enfrenta el panorama actual del cine de terror y suspense es la creación de una atmósfera originalmente inquietante, que permita al espectador sorprenderse y tener la sensación de que está siendo testigo de algo novedoso.
Por esa razón, en el pasado Festival de Sundance, I Saw the TV Glow generó tanta expectación entre los afortunados que pudieron presenciar su estreno mundial. Y es que, la película dirigida por Jane Schoenbrun (We’re All Going to the World’s Fair), es una de esas joyas ocultas que de vez en cuando nos proporciona el cine independiente, sumergiendo al espectador en un mundo tan perturbador como psicológicamente impactante.
Con una trama básica, pero efectiva, el guion creado por la propia Jane es capaz de explorar el lado más oscuro de la condición humana, empleando el auge de la tecnología y la obsesión por la misma en la que el mundo actual está sumergido. Una crítica social sobre el aislamiento y desconexión con la realidad esbozada en la historia de Owen (Justice Smith) y Maddy (Bridgette Lundy-Paine) de manera cuanto menos sobresaliente.
Owen y Maddy son dos adolescentes cuyas vidas se encuentran a raíz de un misterioso programa de televisión que tan solo ellos parecen ver. Un programa cuya narrativa combina la ficción, la mitología y el horror, y que pronto comenzará a jugar un rol demasiado importante en las vidas de los adolescentes. Un rol siniestro en el que la fina línea que separa la realidad con la ficción se va diluyendo con el paso del metraje, sumergiendo a Owen y Maddy en una espiral de violencia y delirio.
Con un inicio en el que ya se percibe el tono onírico y surrealista que predomina en la mayoría de la cinta, I Saw the TV Glow es un juego constante por determinar qué es real y qué no, que evoca al cine de terror psicológico que tanto auge está experimentando recientemente – siendo Déjame salir o El cisne negro claros ejemplo de ello.
Sin embargo, y gracias a la contemporánea fotografía de Eric Yue (Mil uno) repleta de tonos oscuros y colores saturados, la película se siente actual y fresca, escapando de esos recurrentes intentos de volver a una estética del pasado que hace tiempo se quedó atrás, donde el uso indiscriminado del neon le otorga un look futurista que le sienta muy bien.
A esta fotografía, le acompaña una puesta en escena en la que el espectador se siente tan encerrado y claustrofóbico como lo hacen los protagonistas, enclaustrados en una dualidad entre el mundo real y mental que traspasa la pantalla. Sin embargo, esto no solo se consigue a través del magnífico trabajo de la directora en este departamento, sino en el enfoque que se le da a la relación que tienen los protagonistas.
En la trama, Owen y Maddy comparten una conexión única entre ambos gracias a este misterioso programa de televisión, que se convierte en un puente hacia lo desconocido. Una conexión que hace que sus vidas se tornen cada vez más tensas y retorcidas, pasando de una mera amistad entre dos personas a una relación de codependencia que roza lo perturbador. En este sentido, el papel que le da el guion a la televisión y al programa es el de un catalizador maligno, que da a entender que, pese a la gran labor que hace este medio de comunicación y entretenimiento a la hora de servir como vía de escape en la cotidianidad del día a día, puede llegar a convertirse en una muy mala influencia.
Una mala influencia que juega con la percepción del espectador a través de un montaje desordenado en el espacio-tiempo, que le sumerge en un estado continuo de ansiedad y tensión sobre lo que se está presenciando. Sensación que se ve exponenciada por la perturbadora y psicodélica banda sonora compuesta por Alexander Giannascoli (Shithouse).
Todo ello, con unas actuaciones de la dupla principal cargada de matices, pero con una química que se echa en falta en demasiadas ocasiones. Tanto Smith (Embaucadores) como Lundy-Paine (Atípico) logran transmitir el viaje hacia la locura en el que se ven sumergidos de manera tan convincente como agónica. Una facilidad a la hora de transmitir estas complejas emociones que ayuda a dar mayor profundidad a una historia que parece sacada del imaginario de Ari Aster.
A pesar de esto, I Saw the TV Glow peca de fallos a nivel de ritmo sobre todo hacia el final de la cinta. Unos fallos que pueden sacar al espectador en el momento más crítico – por la complejidad en la linealidad en la que se desarrolla la trama –, creando un final que no termina de funcionar tan bien como podría parecer en un inicio.
En definitiva, I Saw the TV Glow es una ambiciosa pero aterrizada cinta que supone algo de aire fresco al cine de terror psicológico, con momentos donde Jane Schoenbrun habla de tú a tú al mismísimo Ari Aster, creando una experiencia cuanto menos singular, que desafía los cánones narrativos establecidos, y juega con la mente del espectador.
NOTA: ★★★★☆
“I SAW THE TV GLOW” SE PROYECTA EN EL FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN.
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