CRÍTICA (72SSIFF): “La Virgen Roja”
Un thriller psicológicamente penetrante.
La historia de Hildegart Rodríguez, una brillante joven de los años treinta en España, es uno de los capítulos más fantasmagóricos de la historia del país. Concebida como un experimento deliberado de eugenesia diseñado por su madre, Aurora Rodríguez, Hidelgart estaba llamada a convertirse en la mujer ideal, el futuro de la inteligencia. Una mujer independiente, pionera en las ideas modernas sobre la sexualidad femenina. A los 18 años, la joven ya se había convertido en una respetada figura intelectual, conocida por toda Europa por sus escritos sobre la liberación sexual y los derechos de la mujer. Sin embargo, y marcada por una complejidad psicológica derivada de la tensa y fría relación con su madre, corazón de esta Virgen Roja de Paula Ortiz, la vida de la joven terminó demasiado pronto, recién cumplida la mayoría de edad.
La Virgen Roja se erige como un thriller psicológico donde la directora de La novia desdibuja las líneas entre el drama histórico y el cine de terror, creando un íntimo y espeluznante retrato de los últimos días juntas de Aurora (Najwa Nimri) y Hidelgart (Alba Planas). Y es que, La virgen roja incorpora de manera cada vez menos sutil un tono de horror capaz de capturar la frialdad y calculada dinámica de madre e hija, haciendo que el control que ejerce Aurora sobre su hija se sienta casi monstruoso. Pero no solo eso, sino que la tensión generada de manera inherente con este horror psicológico, particularmente en la segunda mitad de la cinta, es el potenciador de la naturaleza perturbadora que la directora le da a la relación.
En este sentido, la manipulación obsesiva por parte de Aurora, así como su deseo de moldear a Hildergart hasta convertirla en su creación perfecta, son representadas a lo largo de la cinta de manera escalofriantemente desapegada, recordando a la sumisión que ejerce un manipulador sobre su víctima. Un enfoque que le da a la tragedia real que narra La virgen roja una crudeza y atmósfera de tensión continuada de lo más estimulante. Algo en lo que la interpretación de Najwa Nimri (La casa de papel) tiene mucho que decir.
Su retrato como Aurora es uno de los elementos principales de la cinta, otorgándole una intensidad imponente a la figura de una madre cuya visión cegada por el control y perfección la sumergen en una espiral de locura. Najwa interpreta a Aurora con una inquietante y medida determinación, donde su mirada impasible y gráciles movimientos reflejan un cerebro calculador, siempre en movimientos y elaborando estrategias. Una actuación que captura la dualidad emocional de Aurora: la parte que piensa que está actuando por el mejor interés de la su hija y de una sociedad y el devenir de una nación, y su lado tiránico y controlador que no se aplaca aún si eso significa minar poco a poco a la persona que dice proteger. Sin embargo, Aurora no se muestra como una mera villana, sino como una trágica figura cuyas convicciones ideológicas le llevan a cometer lo inimaginable.
En cuanto al guion, los extensos diálogos que este contiene entre Aurora e Hidelgart son sin duda alguna su mayor atractivo. Cargados de una tensión ideológica más que palpable, son las armas ideológicas y argumentales que Eduard Sola (El cuerpo en llamas) y Clara Roquet (Creatura) otorgan a las protagonistas. Las firmes creencias de Aurora en el movimiento eugenístico y su intención de crear a “la mujer del futuro” se contraponen con los deseos de madurez y libertad personal de Hidelgart. Esta contraposición ideológica se siente vital a la hora de entender la complicada dinámica entre madre e hija, llevando de la mano al espectador hasta el desenlace final.
La política también juega un papel significativo en La virgen roja. La búsqueda intelectual y los escritos de Hildegart estaban profundamente interconectados con el movimiento político de la época, y la película no se esconde a la hora de mostrar cómo la política moldea el pensamiento de la joven y cómo la independencia que esta le brinda se convierte en una amenaza para el plan meticulosamente diseñado por Aurora. La involucración de Hildergart en el movimiento sociopolítico izquierdista de la España republicana, particularmente su progresista visión de la sensualidad, sirve como contextualizador del drama personal, profundizando en el conflicto emocional del personaje.
Por su parte, la puesta en escena seleccionada por Paula Ortiz es tan cercana como elusiva, viéndose favorecida por su minimalista enfoque que exacerba el tono de tensión psicológica de la cinta. La cámara en ocasiones se centra en crear primeros planos que recogen los incómodos rostros de las protagonistas, creando una sensación de claustrofobia que refleja la sofocante existencia de Hildergart bajo el yugo de su controladora madre. Al mismo tiempo, la película evita caer en la tentación de sobreexplicar, dejando gran parte del subtexto emocional y psicológico flotar en la superficie. Una sutileza que permite crear la tensión lentamente, manteniendo a la audiencia pegada a la pantalla, pero sin dramatizar en demasía.
En conclusión, La Virgen Roja es un thriller muy rico a nivel psicológico, que utiliza la tragedia real de Hildegart Rodríguez para explorar el lado más oscuro del control, la ideología y el coste de la libertad. Una película donde la dirección de Paula Ortiz, combinada con la escalofriante interpretación de Najwa, crean una sensación de horror en el espectador, que perdurará tras los créditos finales. Sin duda alguna, una inquietante pero estimulante experiencia.
NOTA: ★★★★1/2
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