CRÍTICA (72SSIFF): “Las Chicas de la Estación”
Una valiente pero imperfecta denuncia de la explotación sexual de menores tutelados.
La cineasta Juana Macías (El favor) irrumpe en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián con su nuevo largometraje, Las chicas de la estación, que se proyecta dentro de la sección Galas RTVE. Se trata de una incisiva, audaz y desgarradora mirada a una realidad a menudo ignorada: la explotación sexual infantil de menores tutelados. Y, qué mejor día para estrenarla (en su pase al público) que mañana, 23 de septiembre, en el Día Internacional contra la Explotación Sexual y el Tráfico de Mujeres, Niñas y Niños.
Basada en los alarmantes acontecimientos que salieron a la luz en el año 2019 en Mallorca, Las chicas de la estación acompaña a Jara, Álex y Miranda, tres adolescentes que han crecido en un centro de menores. Decididas a conseguir el dinero necesario para asistir al concierto de su ídola trap el día del cumpleaños de Jara, las chicas optan por explotar lo único que saben que los hombres siempre desean: sus cuerpos. Y así, poco a poco, y creyendo tener el control, se ven atrapadas en una red de prostitución de menores.
Las chicas de la estación supone un valiente intento por parte de Juana Macías por desenmascarar la oscura realidad de la explotación sexual infantil de los menores tutelados. Una denuncia en forma de película que se esfuerza por suscitar la reflexión sobre este horror y lo hace de manera competente y responsable, sin recurrir al morbo gráfico, y valiéndose del sonido – mezclado por R. Soto (Competencia oficial) – y de la elipsis, para sugerir dicho horror sin mostrarlo explícitamente. A su vez, la película ofrece una crítica aguda a la hipersexualidad a la que enfrentan las jóvenes hoy en día, ilustrada por diálogos como «¿Cuántos cumples? Pues estás crecidita» y expresiones despectivas del tipo «puta», que subrayan la cosificación que sufren las tres amigas protagonistas de la cinta a la edad de tan solo 14 y 15 años.
Con un metraje (algo excesivo) cercano a las dos horas, la película primero dedica un tiempo considerable a presentar el entorno de las protagonistas, desde el centro de tutela y sus alrededores hasta sus hogares. Un mundo en el que la banda sonora, compuesta en su mayor parte por artistas trap como Chanel – por cierto, trapera mallorquina que creció en un centro de menores –, Gata Cattana, La Zowi, o Kitty 110, juega un papel crucial. Temas como No estoy bien de Albany y Niña suicida de La Fanny – artista musical que además forma parte del reparto de la película – sirven no solo como hilo narrativo y como expresión de la cultura de las chicas, sino también como reflejo del estado emocional en el que se encuentran las protagonistas, aunque a veces la mezcla de canciones no llega a cuadrar con la historia y tono del filme.
Un mundo, el de las chicas, como decimos, que está bien expuesto (aunque con una puesta en escena algo vacía) pero que, sin embargo, no profundiza acertadamente en las devastadoras consecuencias psicológicas de las protagonistas ante los acontecimientos que se desarrollan en la película. Y, he aquí el mayor de sus defectos. Aunque los primeros planos logran captar en muchas ocasiones el miedo en los rostros de las jóvenes en los momentos clave, el guion de Macías e Isa Sánchez – quien también ha tratado el tema de las violaciones en la serie de Netflix Ni una más – no ahonda en el impacto psicológico con la crudeza y realismo que exige el tema, tendiendo más hacia un optimismo y esperanza superficiales mediante la amistad de los personajes interpretados de forma no tan convincente como hubiera gustado por las debutantes Julieta Tabío, Salua Hadra y María Steelman, y dejando de lado las terribles y dolorosas secuelas que arrastrarán de ahora en adelante.
En definitiva, Las chicas de la estación se enmarca dentro del cine de denuncia social, con la buena intención de visibilizar una realidad dura y oculta y con la esperanza de evitar que titulares como «La violación grupal en Palma destapa una red de drogas y prostitución de niños internos en centros de menores» o «El Consell admite 16 casos de explotación sexual infantil entre niños internos en sus centros de Palma» se desvanezcan en el olvido y se sigan repitiendo. Una película, eso sí, relevante pero imperfecta, cuyo mensaje queda parcialmente desdibujado por la ausencia de una exploración más exhaustiva y realista de las consecuencias a largo plazo de los horribles abusos sufridos por las víctimas.
NOTA: ★★½
“LAS CHICAS DE LA ESTACIÓN” SE ESTRENA EN CINES EL 22 DE NOVIEMBRE.
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