CRÍTICA (72SSIFF): “Serpent’s Path” (“Hebi no michi”)
Un remake demasiado terrenal.
En 1998, Kiyoshi Kurosawa (Cloud) dirigía Serpent’s Path, un crudo y perturbador thriller que se ganó su nomenclatura de película de culto gracias a la atmósfera que rodeaba la narrativa, su puesta en escena minimalista, y su siniestra forma de explorar la venganza y fragilidad humana. Con las calles de Japón como testigos directos de la acción, la película navega en una compleja narrativa sobre la ambigüedad de la moral, y donde la violencia se muestra en su faceta tanto psicológica como física. Por todo ello, a lo largo de los años, la película ha ido ganando cada vez más adeptos, convirtiendo esta obra del director nipón en una donde su estilo marcado -ese que desdibuja las líneas entre géneros dentro del cine de autor- es el principal atractivo.
Veintiséis años después, en 2024, Kurosawa vuelve con un remake franco-japonés, llevándosela acción a las calles de París. Sin embargo, a pesar del cambio de escenario, el core narrativo de la cinta se mantiene intacto: dos individuos buscan venganza, llevando al espectador a un retorcido viaje de decadencia moral. Pero para los que pensaban que la vuelta de Kurosawa a esta historia resultaría poco novedoso, el remake de Serpent’s Path demuestra que un nuevo contexto, junto con una mayor profundización en las vidas de los personajes, pueden dar aires renovados a un argumento ya de por sí denso. Lo que no quita que Kurosawa insista en crear ese estilismo visual y atmosférico que le otorgaba el carácter industrial y desolador de lo más profundo del Japón de 1998 a la original.
París, con su carisma y belleza tradicional escondida fuera de los escenarios y localizaciones elegidas por Kurosawa para la cinta, se convierten en el perfecto telón de fondo para la exploración de venganza, siendo capaz de combinar a las mil maravillas con el desolado estado emocional de los protagonistas. Algo que permite retener el componente más espeso de la trama original, donde la tensión no solo es construida a través de las acciones de los personajes, sino que también se logra a través del desasosiego que reina en las calles de la capital francesa.
Y es que, tal y como adelantábamos antes, el viaje hacia la venganza se mantiene como pilar central de este remake. Dicho esto, hay que admitir que la nueva versión le añade más capas contextuales a nivel personal y complejidad emocional con las que la de 1998 no contaba. El personaje de Ko Shibasaki, la versión actualizada del que interpretó So Akikawa veintiséis años atrás, es sin duda alguna el mayor triunfo de la película en este sentido.
Su confección añade profundidad a las motivaciones que la llevan a cooperar con el protagonista, ofreciéndonos un pasado más contundente emocionalmente hablando, sintiéndose más fresco que la pura sociopatía que emanaba la original. A pesar de esto, el cambio en el enfoque del personaje no hace más previsible el giro argumental final, sino que lo acentúa y potencia a medida que este se acerca.
A lo que la dirección se refiere, Kurosawa adopta para esta versión un enfoque mucho más literal, perdiendo el valor lírico de su predecesora. Un cambio que reduce esta mística que ayudó a la cinta de 1998 a convertirse en la película de culto que es hoy en día. Mientras que la original apostaba por largos silencios, una composición casi fantasmagórica, y momentos de onirismo para crear tensión y desasosiego, la nueva Serpent’s Path prefiere seguir una dirección más procedimental. El resultado es una película mucho más terrenal y menos enigmática, deshaciéndose -erróneamente a mi parecer- del mayor valor añadido que otorgaba la original.
Y no solo eso, sino que la película falla a la hora de mantener cierta consistencia en lo que al ritmo de la misma se refiere -particularmente, en su tercer acto-. Si la cinta de finales de siglo era una bomba de relojería a punto de explotar de tensión, esta nueva cinta se va diluyendo a medida que se acerca a su conclusión final. Ese cocinado a fuego lento que caracterizaba a la original se siente excesivo y fuera de tempo en esta ocasión, dando lugar a un cuarto acto en la que la audiencia está demasiado fatigada como para que el clímax final tenga el impacto deseado.
Pese a esto, y a lo que el nivel actoral se refiere, el nuevo elenco de Serpent’s Path sabe captar a la perfección el tono y expresividad que sus anteriores compañeros le otorgaron a los personajes en los que se inspiran. El toque de humor negro se ve mucho más pronunciado y exuberante gracias en parte a este trabajo, dándole a su vez cierto valor distintivo a unas actuaciones que lejos de caricaturizar las anteriores, les rinden un digno tributo.
En conclusión, el remake de Serpent’s Path es un encomiable esfuerzo de re-imaginación por parte de Kurosawa, donde la frescura la otorgan la mayor contextualización de los personajes y una historia que se siente más compacta. Un acierto que no termina de opacar la excesiva terrenalidad de la obra, haciendo que esta nueva versión se sienta deslucida sin la mística y lírica de la original. Un paso para adelante, pero dos pasos para atrás.
NOTA: ★★★☆☆
“SERPENT’S PATH”, PROYECTADA EN LA SECCIÓN PERLAK DEL 72SSIFF.
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