CRÍTICA (72SSIFF): “Soy Nevenka”
La historia de Nevenka merecía más ambición y fuerza fílmica, aunque Urko Olazabal la sostiene a pulso con su gran (y repulsiva) actuación.
Hay un caso que inició en España el movimiento #MeToo mucho antes de que se acuñara el término: el de Nevenka Fernández. Ahora, Iciar Bollaín (Maixabel) lo traslada a la gran pantalla, tres años después de que Netflix estrenara una serie documental dirigida por Maribel Sánchez-Maroto. En su duodécimo largometraje, Soy Nevenka, presentado en la competición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, Bollaín se propone arrojar luz sobre un episodio de acoso y abuso sexual basado en hechos reales.
Soy Nevenka está ambientada en el año 2000, cuando Nevenka Fernández (Mireia Oriol), una joven de 24 años, concejala de Hacienda en el Ayuntamiento de Ponferrada, sufre una implacable persecución, tanto sentimental como profesional, por parte del alcalde de Ponferrada, Ismael Álvarez (Urko Olazabal), un hombre acostumbrado a salirse con la suya tanto en el ámbito político como en el personal. Nevenka decide denunciar, aunque sabe que tendrá que pagar un precio muy alto: su entorno no la apoya, la sociedad le da la espalda y es sometida a un juicio público por los medios de comunicación.
La película de Bollaín adopta una estructura fragmentada que abre con la protagonista al borde de un ataque de pánico. Un flashback nos lleva pronto a la presentación de la figura de Nevenka Fernández – una joven promesa, tal y como ilustra uno de los periódicos enmarcados que hay en casa de sus padres con el titular: «El futuro se llama Nevenka» – para contextualizar el por qué de su estado emocional y físico deteriorado en la secuencia inicial de la película.
La cineasta española nos muestra a una mujer con un futuro prometedor cuya trayectoria en la película avanza rápidamente desde su inclusión en la lista electoral del Partido Popular hasta su juramento y ascenso como concejala de Hacienda. Un ritmo algo acelerado que impide que el espectador conecte con su dimensión más personal antes de ser arrastrado al núcleo y objeto de la trama: el caso de abuso. Abuso que comienza cuando Álvarez – quien ya se había advertido que tenía fama de mujeriego en secuencias anteriores – a solas con ella en un coche, le confiesa con un tono amenazante y perturbador: «Siento algo muy fuerte por ti. Noto que tú también». Una frase que marca el comienzo del infierno al que Nevenka deberá enfrentarse.
La encargada de dar vida a Nevenka es la joven Mireia Oriol (Alma), que hace todo lo posible por encarnar la compleja descomposición emocional que sufre su personaje a lo largo de todo el metraje. No obstante, su inexperiencia como actriz queda patente en los primeros compases del filme, traduciéndose en unos diálogos que a menudo suenan algo artificiales y en una notable dificultad para transmitir la intensidad emocional que el rol requiere. Una actuación que, eso sí, que va ‘in crescendo’ a medida que su personaje decae, con gestos y expresiones que vislumbran el potencial de la actriz.
Por otro lado, Urko Olazabal (Maixabel) se adueña completamente de la pantalla con una actuación repulsiva en la piel de Álvarez. Su caracterización — la de un hombre poderoso, abusivo y manipulador— se manifiesta en cada mirada y diálogo, haciendo de su Ismael Álvarez un fiel reflejo de la figura real que representa.
Pero, a pesar de la gran actuación de Olazabal, Soy Nevenka deja la impresión de no alcanzar su pleno potencial, quedándose en lo cómodo. La dirección de Bollaín, junto al guion coescrito con Isa Campo (La próxima piel) y la fotografía de Gris Jordana (El orfanato), son demasiado “televisivos”, lo que resta a la película una contundencia y mirada cinematográfica que uno podría esperarse de un relato tan impactante como es éste.
De cualquier forma, el cierre de la película, con las frases explicativas de lo que ocurrió a continuación y los archivos de reales de vídeos de los informativos de por aquel entonces en los que en lugar de reconocer a Nevenka como víctima parecen culparla, da un sentido de urgencia a la historia que Bollaín pretende contar y a la que da voz, aunque ésta no se narre y se presente con el buen pulso y ambición que merecía.
En definitiva, Soy Nevenka es una película con aire de telefilme sustentada, en gran medida, gracias a la formidable actuación de Olazabal. Y es que, ¿cuántas otras Nevenkas habrán quedado silenciadas por un sistema que a menudo protege al opresor y culpabiliza a la víctima? Por todo ello, la película de Bollaín, a pesar de sus numerosas carencias, cuenta una historia, la de Nevenka, que merece ser contada. Y también, qué gratificante ha sido ver la gran ovación que la propia Nevenka se llevó tras el estreno mundial de la película en el Zinemaldia. Un símbolo de apoyo que llega 24 años tarde, pero que finalmente ha llegado. Un reflejo de que las cosas han cambiado y mucho.
NOTA: ★★½
“SOY NEVENKA”, ESTRENO MAÑANA EN CINES.
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