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CRÍTICA (72SSIFF): “Turn Me On”

Una película distópica que, como otras tantas, te enseñará a abrazar lo bueno y lo malo de sentir.

© SSIFF

El director Michael Tyburski (The Sound of Silence) ha presentado su segundo largometraje, Turn Me On, en esta 72 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, dentro de sección New Directors. Una película distópica que se ha llevado el Premio DAMA de la Juventud, imponiéndose a otras películas como La guitarra flamenca de Yerai Cortés, de Antón Álvarez, que partía como la favorita de todas.

Turn Me On está ambientada en un futuro cercano en el que una comunidad ha erradicado las emociones humanas bajo el consumo diario de una píldora. En este contexto, la película sigue a una chica llamada Joy (Bel Powley) – un nombre que resuena irónicamente en un entorno en el que se ha eliminado hasta la más simple manifestación de felicidad – y su pareja William (Nick Robinson), que deciden dejar a un lado sus dosis diarias de medicación, emprendiendo un viaje que les permite redescubrir lo que significa sentir: desde la alegría y el amor hasta la tristeza y el dolor.

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La atmósfera despojada de emociones en Turn Me On se construye con una meticulosa atención al detalle en la que la fotografía, a cargo de Matt Mitchell (Severance), el diseño de producción de Annie Simeone (Sin límites) y el vestuario de Kerry Hennessy (La voz de la resistencia), con una paleta de colores fríos, juegan un papel fundamental en la creación de esta distopía. Todo ello apoyado por una dirección, por parte de Tyburski, con un enfoque estático y observacional, que refleja la constante vigilancia a la que se encuentran sujetos los personajes, y con unos bucles animados infinitos de caras felices y tristes en las televisiones, visualmente originales y divertidísimos, realizados por el artista Lucas Zanotto, que funcionan como una metáfora visual que complementa a la perfección el hilo conductor de la historia.

Y es que el viaje de autodescubrimiento de los personajes comienza cuando a Joy le diagnostican un tumor – una noticia que apenas provoca reacción en ella ni en William –, que hace que deba interrumpir la ingesta de la píldora para recibir tratamiento. Un acontecimiento que actúa como catalizador, permitiendo a Joy experimentar las emociones, a la vez que impulsa a William a seguir su ejemplo, desatando así todo un torrente de sentimientos reprimidos. Todos ellos descubiertos con una inocencia casi infantil, como en una escena en la que Joy juega con sus expresiones faciales frente al espejo o en muchas otras en las que encuentran el placer a través del sexo. Y, poco a poco, la anteriormente mencionada paleta de colores fría comienza a transformarse lentamente en tonos más cálidos y vivos, simbolizando este cambio en sus vidas.

Sin embargo, la pareja pronto se da cuenta de que no todas las emociones son agradables. Cuando animan a otras dos parejas a abandonar la píldora y unirse a su aventura, surgen emociones que ellos mismos no habían experimentado y que traen consigo la tristeza, el dolor o la ira. Unas emociones más negativas que les hacen a algunos incluso replantearse volver a la ingesta de la píldora y a su anterior rutina en la comunidad distópica.

Una comunidad confortable y segura, alejada de los peligros del mundo exterior, que se llama «Our Friends» («Nuestros Amigos»), donde la pregunta recurrente de todos sus huéspedes y trabajadores «¿te sientes pleno?» («Are you content?») se plantea sin el más mínimo trasfondo emocional. Comunidad en la que todo está controlado:  lo que comen, dónde trabajan, con quién se emparejan, e incluso los bebés, que son seleccionados sin necesidad de embarazo, presentando la pregunta en pantalla de «¿te gustaría recibir a tu bebé hoy?» como si se tratara de algo trivial e insignificante, recordando a las dinámicas de un jugador de Los Sims.

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Pero, uno de los principales inconvenientes de Turn Me On radica en su clara falta de originalidad. La película, con un guion escrito por Angela Bourassa (Si fuéramos los últimos), tiene una trama central, la de la supresión de las emociones, que ya se ha explorado en otras películas y obras, como The Giver, Brave New World, Fahrenheit 451, THX 1138, Equilibrium, la más reciente The Beast, y un largo etcétera de títulos, que puede jugar muy en su contra, haciendo que la película de Tyburski carezca de un enfoque innovador que la distinga, de giros impactantes y de un desarrollo que sorprenda al público.

© SSIFF

En definitiva, Turn Me On se asemeja a una moderna y distópica parábola de Adán y Eva, en la que una joven pareja habita en un entorno seguro y confortable, pero sucumbe a la tentación de romper las reglas y experimentar los placeres prohibidos, desencadenando un torbellino de emociones, tanto positivas como negativas. Una película que plantea la siguiente reflexión: ¿estarías dispuesto a despojarte de tus emociones negativas si ello implica renunciar a las positivas? Te toca a ti responder.

NOTA: ★★★☆☆

“TURN ME ON”, ESTRENO PRÓXIMAMENTE EN CINES.


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Marta Medina

Marta Medina

Graduada en Estudios Ingleses por la Universidad de Sevilla (US) y con un nivel C2 de inglés. Fundadora de mundoCine con diferentes roles como crítica, redactora y gestora de redes sociales. Amante del cine y seguidora de la temporada de premios y festivales de cine.