CRÍTICA: «A Complete Unknown»
Convencionalismos para el monarca de la disrupción.

Pocos artistas han moldeado tanto el panorama musical y cultural moderno como lo ha hecho Bob Dylan. Más que un cantautor, Dylan era un catalizador del cambio, un innovador inquieto cuyas letras capturaban las ansiedades políticas y personales de toda una generación de jóvenes americanos. Surgido como un trovador folk, y convertido en un rebelde del rock electrónico, su influencia ha superado el espectro musical, alcanzando ámbitos como la literatura, la moda, o numerosos movimientos contraculturales a partir de los años sesenta. Con semejante legado a sus espaldas, no es una sorpresa que Hollywood haya tratado en multitud de ocasiones capturar la esencia de Dylan en la gran pantalla, desde la fragmentación surrealista de I’m Not There, a la tangencialmente inspirada en su figura A propósito de Llewyn Davis.
Ahora le llega el turno a James Mangold (Indiana Jones y el dial del destino), quien se atreve con el reto de dirigir A Complete Unknown, un biopic –en el sentido más tradicional de la palabra– que narra los primeros años de Dylan en Nueva York, y que dieron lugar al legendario momento en el que “se pasó al eléctrico” en el Festival de Folk de Newport de 1965. Sin embargo, y pese a estar liderada por una sólida interpretación rebosante de magnetismo por parte de Timothée Chalamet (Dune: Parte dos, Wonka), la película se esfuerza en vano por distinguirse del cada vez más saturado subgénero de los biopics musicales.

Y es que, en los últimos años, los biopics de grupos musicales y cantantes en solitario se han convertido en la marca de agua de la temporada de premios de Hollywood. Películas como Bohemian Rhapsody, Rocketman o la más reciente Maestro, presentan narrativas demasiado similares –todas ellas en torno al concepto del descubrimiento y explosión artística–, eso sí, con cierta variedad en el grado de rigor histórico y blanqueamiento de los protagonistas.
Fórmula que emplea A Complete Unknown a la hora de seguir a Dylan desde su llegada a Nueva York como un ambicioso y enigmático adolescente, hasta su meteórico ascenso como una de las voces de su generación. Si bien es cierto que Mangold dirige la cinta de manera competente, recreando de manera pulcra e inmersiva el periodo que A Complete Unknown recrea, la película no consigue ir más allá de los límites convencionales establecidos por el género. A diferencia de I’m Not There, la cual abraza la camaleónica figura de Dylan con la participación de distintos actores y una narrativa cuanto menos abstracta, este biopic del cantautor de Minnesota opta por un enfoque mucho más directo y lineal que, aunque atractivo, se siente poco arriesgado.

Dicho esto, A Complete Unknown sí que consigue distinguirse del resto al dibujar la inquebrantable y disruptiva presencia que tuvo Dylan en la escena musical de la década de los sesenta. La película no se acobarda a la hora de exponer su enigmática personalidad, su ansiosa motivación por la evolución artística, o las controversias que esto acarrea. Un enfoque que permite que la persona de Bob Dylan no se blanquee con propósitos comerciales, mostrándolo así como el artista multifacético que un día fue.
Por esta razón, el punto central sobre el que gira A Complete Unknown es el retrato que hace Chalamet de Dylan. Con una interpretación que se siente tan fascinante como auténtica, el joven actor captura a la perfección los manierismos del cantautor, sus matices vocales y los conflictos internos que inundaban a Dylan de la creatividad que poseía.
En torno a Chalamet, A Complete Unknown cuenta con un elenco estelar de actores y actrices que consiguen dar vida a las icónicas figuras que formaron parte de la vida de Dylan. El Pete Seeger de Edward Norton (Puñales por la espalda) cuenta con un matizado equilibrio entre la figura del mentor y el escepticismo, reflejando con suma precisión el punto de vista “purista” del cambiante estilo de Dylan. Por su parte, Monica Barbaro (Top Gun: Maverick) logra capturar la brillantez musical de Joan Baez, al mismo tiempo que personifica la compleja relación que tuvo con Dylan. Incluso la breve representación del irreconocible Boyd Holbrook (Bikeriders. La ley del asfalto)de Johnny Cash añade capas al personaje interpretado por Chalamet, ilustrando la camaradería y el respeto mutuo que se tenían ambas leyendas de la música. Un esfuerzo colectivo con el que se consigue crear un rico tapete de interpretaciones, rivalizado, este año, solo por el elenco de Cónclave.

Por todo ello, A Complete Unknown ofrece una mirada clarividente a los transformadores años de Bob Dylan. Si bien es cierto que no va a suponer ningún tipo de ruptura con las reglas establecidas por el género de los biopics musicales, la película sabe sacarle partido al retrato cándido que ésta hace de la disrupción artística de Dylan, la cual se ve elevada por la excepcional interpretación de Chalamet. Tanto para los seguidores acérrimos de Dylan, como para los recién llegados al mundo del folk, A Complete Unknown ofrece una irresistible mirada a la vida de un icono musical que continuamente desafió las expectativas.
NOTA: ★★★★☆
«A COMPLETE UNKNOWN», YA EN CINES.
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