CRÍTICA: «Adolescencia» («Adolescence»)
La peor pesadilla de un padre en una serie en plano secuencia.

El año pasado, el hit británico de Netflix fue Mi reno de peluche. Sin apenas publicidad, con tan solo el fenómeno boca a boca, se convirtió en una de las series más vistas y comentadas del año, y arrasó en todos los premios (Globos de Oro y Emmy incluidos). Relataba una historia cruda, basada en hechos reales, de acoso y abuso sexual. Ahora, la también desgarradora Adolescencia, la nueva miniserie británica de la plataforma de streaming que se estrena mañana jueves, recuerda un poco a aquella, con un estreno bastante discreto y casi de tapadillo, y un horrible caso que bien podría ser –aunque no lo es– un hecho real.
En el primer episodio de Adolescencia, la policía irrumpe armada a las 6 de la mañana en la casa de una familia bastante normal para detener al hijo, Jamie (Owen Cooper), de 13 años, y llevarlo a comisaría para interrogarlo como sospechoso del asesinato de una adolescente de su misma escuela. Dicho inicio nos coloca en la piel de su familia en shock –el padre (Stephen Graham), la madre (Christine Tremarco) y su hermana (Amelie Pease)–, haciéndonos dudar, cuestionar y resistirnos a aceptar que un niño pueda ser capaz de algo tan atroz. Los tres episodios siguientes se centran en distintas figuras clave. El segundo, tres días después, sigue al inspector Luke Bascombe (Ashley Walters), quien va al colegio de la víctima y del acusado para obtener más detalles, esclarecer los hechos y buscar el porqué. El tercero –el mejor de la serie junto con el primero–, muchos meses más tarde, se centra en la figura de Jamie cuando una psicóloga clínica (Erin Doherty) es asignada al caso para crear un perfil psicológico que será presentado al juez. Y, el cuarto y último, por su parte, se enfoca en la familia de Jamie y el impacto que el suceso tiene en sus vidas.

Lo primero que llama la atención de esta miniserie es cómo está rodada. Cada uno de sus episodios, de alrededor de una hora, está filmado en un único plano secuencia real –a diferencia de películas como 1917 o Birdman o (la inesperada virtud de la ignorancia), entre otras, con ediciones invisibles–. Este recurso dota a la serie de una tensión y claustrofobia palpable (el primer episodio, con la detención, es el más claro ejemplo de ello) y una naturalidad e inmersión evidente (como ese tercer episodio con un duelo, verbal y actoral, entre la psicóloga y Jamie, que acontece en prácticamente una sola habitación). Y esta técnica, tan magistralmente empleada y depurada aquí, no es ajena al director, Philip Barantini, que previamente rodó –la muy infravalorada película gastronómica y estrenada antes que The Bear– Hierve en una sola toma.
Y es que, para que una serie así funcione, el reparto también debe estar a la altura. Y lo está. Stephen Graham (Venom: El último baile) está desgarrador como el padre de Jamie, aunque aquí la gran sorpresa es Owen Cooper como el mismo Jamie. Un debutante –por la carga tan dramática de su papel ha tenido que contar con sus padres y un psicólogo presentes siempre en el set– que logra hacer gala de distintas facetas de su personaje en el primero y tercero de los episodios (no desvelaremos mucho para evitar entrar en spoilers). No es de extrañar que ya le hayan fichado para otro proyecto: la adaptación de Wuthering Heights de Emerald Fennell, protagonizada por Margot Robbie y Jacob Elordi.

Adolescencia –ya de por sí hay algo sugerente en su título–, no es, ni mucho menos, un whodunnit. Su objetivo es hacer una minuciosa y exhaustiva radiografía sin filtros de la juventud actual de la era digital. Para ello, aborda temas tan actuales y pertinentes como el peligro de las redes sociales (en este caso, Instagram, pero podría ser cualquier otra), el bullying y el cyberbullying, la masculinidad y la misoginia (especialmente, tirando al movimiento incel, y hasta se menciona a Andrew Tate) y la violencia. Aquí entramos en cuándo el «son cosas de críos» –frase dicha en uno de los episodios– deja de serlo, o en cómo la habitación de un adolescente puede ser el espacio para peligros fuera del alcance de los padres, o si se podría hacer algo para evitar semejantes crímenes.
La serie se convierte así en una advertencia urgente sobre la creciente ola de delitos perpetrados por menores. No es un fenómeno aislado del Reino Unido, donde se ambienta esta serie, con los crímenes con armas blancas aumentando de forma alarmante, sino también de otros muchos países. Y no está lejos de la situación en España, con casos recientes que incluyen a un joven de 17 años en la localidad sevillana de Gerena apuñalado por otro al salir del instituto y el asesinato de una educadora social presuntamente cometido por dos chicos de 14 y 15 años, que han abierto el debate en nuestro país a una reducción de la edad de responsabilidad penal.

En definitiva, Adolescencia es una serie completamente devastadora y desoladora, pero necesaria y más oportuna que nunca, y una de las mejores nuevas series de lo que llevamos de año. Para la memoria, ese plano final en el segundo episodio a la escena del crimen, llena de flores, y a ritmo de una versión a piano y coral de la canción Fragile, escrita y compuesta por Sting: que de la violencia no surge nada bueno, // ni jamás lo hará.
NOTA: ★★★★☆
«ADOLESCENCIA», ESTRENO MAÑANA EN NETFLIX.
TRÁILER:
PÓSTER:

¡SÍGUENOS!