CRÍTICA: “Amigos Imaginarios” (“IF”)
Un viaje a la infancia más inocente.
El dramaturgo y poeta checo Milan Kundera dijo una vez: “Los niños no son el futuro porque algún día vayan a ser mayores, sino porque la humanidad se va a acercar cada vez más al niño.” Una reflexión sobre la importancia de la inocencia infantil y el valor de las experiencias vividas en la etapa más temprana de vida del ser humano sobre la que John Krasinski – efectivamente, el mismo que te ha dirigido y guionizado las dos primeras películas de Un lugar tranquilo – decide poner el foco principal en esta Amigos imaginarios.
Una película que supone la quinta cinta como director de quien saltase a la fama a finales de los 00s gracias a su papel de Jim Harper en la sitcom The Office, y que demuestra la gran soltura en el aspecto directoral de Krasinski, pero cierta inmadurez en su versión de narrador de historias. Historias que, como él mismo ya ha mencionado en alguna que otra ocasión, provienen de sus propios miedos y vivencias como padre de dos hijos. Unas vivencias que en el caso de Amigos imaginarios dejan un aroma de positivismo y añoranza al pasado infantil de las personas de lo más enternecedor.
Como si de una película live action de Pixar se tratase, Amigos imaginarios nos introduce en la vida de Be (Cailey Fleming), una niña que quiere dejar ser considerada como tal, y a la que la vida le ha puesto en más de una situación cuanto menos complicada. Una niña que, debido a la situación de salud de su padre (John Krasinski), tiene que volver a la casa donde creció en pleno centro de Nueva York. Allí, comenzará a ver e interactuar con una serie de amigos imaginarios que han quedado en el olvido de los niños a los que una vez acompañaron en sus infancias, viéndose en la obligación moral de encontrarles nuevos hogares junto a Carl (Ryan Reynolds), un adulto que también puede ver a estas variopintas criaturas.
Con un inicio de lo más sentimentaloide cargado de planos que rezuman añoranza y ternura, John Krasinski utiliza una puesta en escena de lo más hogareña para determinar desde un primer momento el tono que va a imperar durante toda la cinta: el de la calidez humana. Un tono que se ve maravillosamente acompañado por la partitura afable compuesta por Michael Giacchino (Up), la cual parece sacada de un cuento de hadas, y que permite al espectador poder llegar a conectar con su niño interior.
Y es que, Amigos imaginarios, lejos de ser una película destinada al público más infantil, es una cinta que permite a los adultos rememorar la inocencia y calidez con las que muchos de nosotros vivimos nuestra infancia. Un deseo por hacernos conectar con la historia que se consigue gracias al ritmo y vistosidad visual con la que Krasinski dirige la cinta, y al diseño de los grandes protagonistas de la película: los amigos imaginarios.
Repleto de voces conocidas e icónicas del mundo de Hollywood, el ecléctico y variado grupo de IFs (como se les llama a los amigos imaginarios en la película) consiguen representar con gran acierto ese carácter imaginativo y fantasioso de los niños que una vez los crearon. Unos IFs con los que los dos actores de carne y hueso que protagonizan la cinta, Cailey Fleming (Loki) y Ryan Reynolds (La proposición), se entienden a la perfección. Porque, reconozcámoslo, no tiene que ser nada fácil estar actuando delante de un croma o una pelota de tenis pinchada en un palo fingiendo ser un peluche achuchable morado de dos metros y medio al que le da voz el mismísimo Steve Carrell. Sin embargo, tanto Cailey como Ryan Reynolds demuestran un carisma y desparpajo de lo más atractivo, evocándonos, el actor canadiense, a su etapa de protagonista en rom-coms. Ambos actores saben captar la esencia tontorrona y emotiva de sus personajes, haciendo plausibles todas las situaciones rocambolescas y fantasiosas que el espectador presencia durante los 104 minutos de metraje.
A pesar de todo esto, Amigos imaginarios tiene un gran pero: su guion. Está claro que la intención de Krasinski era despertar en el espectador esa inocencia infantil que en muchas personas parece perdida, pero la historia que utiliza para ello se va desmigajando a medida que avanza la cinta. Con dos primeros actos de lo más consistente donde el viaje que recorre la protagonista reluce con luz propia, el tercer y cuarto acto son una consecución de escenas donde la profundización en los eventos que se están contemplando y la trascendencia que estos tienen para los distintos personajes se sienten incompletas. Una segunda mitad de película que mantiene el nivel a nivel de dirección, pero que naufraga a nivel de guion.
En definitiva, Amigos imaginarios es una ‘feel good movie’ de lo más entrañable y sentida, donde John Krasinski demuestra que el ingrediente secreto es el amor con el que se hacen las cosas. Una película que te hará conectar con el niño que llevas dentro, pero que te dejará con más de una incógnita sobre lo que has presenciado en el tramo final.
NOTA: ★★★½
“AMIGOS IMAGINARIOS”, YA EN CINES.
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