CRÍTICA: “Blitz”
Un dickensiano viaje bélico que McQueen no consigue hacer suyo.
El cine bélico es tan abundante que prácticamente cualquier conflicto ha sido traducido y retraducido a la gran pantalla. Cuesta imaginar un solo rincón de la guerra que no haya sido explorado (o sobreexplotado). El Blitz, sin embargo – un término que deriva del alemán «blitzkrieg», que significa «guerra relámpago» –, esa campaña incesante de bombardeos de la Alemania nazi sobre el Reino Unido entre 1940 y 1941, es una de esas épocas que, curiosamente, ha sido tratada con menos frecuencia. Tal vez las películas que más se detienen en ella sean la Esperanza y Gloria de John Boorman, la Atonement de Joe Wright o la Vida y muerte del coronel Blimp de Michael Powell y Emeric Pressburger, estas dos últimas solo en una de sus líneas temporales. Pero, sobre todo, el Blitz es una época que se recuerda más, cinematográficamente hablando, por una película no necesariamente bélica y esa es la de Las Crónicas de Narnia, con cuatro hermanos – Peter, Susan, Edmund y Lucy Pevensie – siendo evacuados a la casa de campo del profesor Digory Kirke. Allí es donde se encontrarán con ese armario que les transportará a ya sabemos dónde.
Ahora, Blitz, centrada en esa misma época a la que alude su título, sigue a otro niño, George (Elliott Heffernan), de 9 años, al que su madre, Rita (Saoirse Ronan), manda lejos de la ciudad para ponerlo a salvo. Pero George quiere estar con su madre y, decidido a volver a casa con ella y con su abuelo Gerald (Paul Weller) en el este de Londres, se embarca en una aventura en la que atravesará enormes peligros mientras su angustiada madre intenta a su vez encontrarle.
Escrita y dirigida por Steve McQueen, el aclamado director detrás de Hunger, Shame y 12 años de esclavitud sorprende aquí con su película más comercial y convencional, y con un claro Oscar bait. Aunque McQueen siempre ha sido un cineasta que ha sabido conectar con la audiencia hasta el punto de conmoverla, en Blitz la fórmula parece más trabajada que inspirada, y eso que su temática – una época de guerra a través de los ojos de un niño tratando de volver a casa – lo tenía todo para calar hondo con el público. Hay, por ello, una inexplicable desconexión emocional que predomina en esta película, en gran parte fruto de las constantes transiciones entre las perspectivas de George y Rita, así como de los flashbacks y las elipsis.
Una película en la que la historia de George, un niño birracial de 9 años, no solo le sirve al director (y guionista) londinense como prisma para explorar los estragos del Blitz en el Londres de la Segunda Guerra Mundial, sino también para explorar temas de raza y prejuicios. Y es que, después de despedirse de su madre con un «te odio» cargado de dolor antes de subirse al tren, George emprende un viaje odiseico para volver con ella. Algo que recuerda un poco a El Imperio del Sol de Spielberg – esa película que supuso la actuación revelación de Christian Bale, por aquel entonces un niño –, pero con un inconfundible toque dickensiano en los variopintos personajes que se encuentra por el camino, algunos con mejores intenciones que otros, destacando Ife (Benjamin Clémentine), un nigeriano que, en medio de patrullas nocturnas, es partícipe del coming of age de George, que por primera vez consigue abrazar su identidad negra.
Y es que, la película de McQueen resulta mucho más efectiva cuando se concentra en la historia de George, interpretado convincentemente por el debutante Elliott Heffernan, que cuando se centra en el personaje de la talentosa y multinominada al Oscar Saoirse Ronan (Mujercitas, Foe) y sus múltiples subtramas. Unas subtramas que van desde su trabajo en la fábrica de municiones hasta su pasado amoroso con el que es el padre de George o sus encuentros fortuitos con un bombero – a quien encarna Harris Dickinson (El clan de hierro, Babygirl) con bastante poco que hacer –, y que restan fuerza a lo que, en última instancia, es esa travesía de George.
Dicho todo esto, no hay mucho que reprocharle a la película en su brillante apartado técnico. Destaca especialmente su fantástico diseño de sonido, que envuelve al espectador entre aullidos de sirenas y el estruendo de las bombas, así como la fotografía, el diseño de producción, de vestuario y de maquillaje y peluquería, que tan bien ambientan la película en esta época bélica.
En definitiva, Blitz no es una mala película, pero juega muy a lo seguro. Un intento bélico-dickensiano en el que McQueen no consigue emocionar.
NOTA: ★★★☆☆
“BLITZ”, ESTRENO EL VIERNES EN APPLE TV+.
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