Crítica de ‘El Reino del Planeta de los Simios’: El legado de César vive en una aventura visualmente espectacular pero narrativamente irregular.

«Si perdemos… este será un planeta de simios». Esta frase, pronunciada en La guerra del planeta de los simios, se convierte en realidad en esta nueva entrega de la que probablemente sea una de las franquicias más longevas desde su inicio en 1968
El reino del planeta de los simios está ambientada varias generaciones después del reinado de César (Andy Serkis). Ahora, los simios son la especie dominante y los seres humanos se han visto reducidos a vivir en la sombra. Mientras un nuevo y tiránico líder simio construye su imperio, Proximus César (Kevin Durand), un joven simio llamado Noa (Owen Teague) se embarca en un angustioso viaje que le llevará a tomar decisiones que definirán el futuro de simios y humanos por igual.

Después de un emotivo opening que nos sitúa momentos después de La guerra del planeta de los simios, y que sirve como una desoladora despedida a César, la película avanza varias generaciones en el tiempo, donde conocemos a tres simios, entre ellos a Noa. Este joven simio, perteneciente al Clan de las Águilas y a punto de alcanzar la mayoría de edad, se encuentra escalando una imponente estructura montañosa –con impresionantes secuencias que parecen sacadas de un videojuego– en busca de un huevo de águila para luego vincularse con él. Un rito característico de su clan que a priori nos recuerda mucho al de los Avatares con los Ikranes.
A partir de estos primeros compases que nos sumergen en la actual cultura y estructura social de los simios, El reino del planeta de los simios se establece como un auténtico ‘coming of age’, en un universo simiesco de la edad de bronce, con Noa como protagonista: un simio que desconoce por completo el mundo exterior, la historia de la humanidad y hasta la leyenda de César. Sin embargo, un giro inesperado le llevará a todo un viaje de autodescubrimiento en una entrega que tiene un tono notablemente diferente al de la trilogía anterior y que podría definirse como una película de aventuras. Sin duda, la entrega con más espíritu blockbuster de todas.

Uno de los mayores desafíos de esta nueva entrega a modo de reinicio es la creación de un personaje principal capaz de equipararse a César. Un desafío no superado porque mientras que César era un personaje único, complejo y cautivador, Noa –a pesar de la competente y carismática interpretación de Owen Teague (It) y una escena muy memorable y potente en su último acto– no es más que un personaje familiar que ya hemos visto muchas otras veces y que carece de la profundidad que caracterizaba a su predecesor. A esto se le suman unos personajes secundarios con poco desarrollo como lo son los amigos de Noa, el personaje antagonista Proximus César interpretado por Kevin Durand (Abigail), que no llega a la altura de los anteriores villanos, Koba (Toby Kebbell) o el coronel (Woody Harrelson), o incluso la humana (Freya Allan) con la que resulta difícil empatizar, siendo la excepción de todo ello el orangután Raka (Peter Macon), que rememora las palabras de César predicando la tolerancia y la paz con los seres humanos y que recuerda mucho a Maurice (Karin Konoval).
Este no es el único problema de la película dirigida por Wes Ball (El corredor del laberinto). Nos encontramos ante una entrega con evidentes problemas de ritmo que entorpecen el flujo emocional y narrativo de la historia, más aún considerando su metraje, que roza las dos horas y media.
Pese a estas carencias, El reino del planeta de los simios logra sobresalir en el apartado visual, gracias a sus impactantes efectos generados mediante captura de movimiento – la misma técnica empleada en la trilogía de Reeves y Wyatt – que insuflan vida a los simios de manera verosímil y extraordinariamente realista, a la altura de Avatar de James Cameron. Este mundo también respira gracias al trabajo sobresaliente del director de fotografía Gyula Pados (Jumanji: Bienvenidos a la jungla) y del diseñador de producción Daniel T. Dorrance (La jungla: Un buen día para morir), quienes anteriormente colaboraron con el director en El corredor del laberinto.

En resumidas cuentas, El reino del planeta de los simios es una ambiciosa entrega que, sin llegar al nivel de la trilogía anterior, no deja de ser una experiencia cinematográfica disfrutable y entretenida que sigue conectando con el público. Sin duda, resultará interesante observar la evolución de Noa en futuras entregas, que esperamos superen esta irregular primera parte.
NOTA: ★★★☆☆
«EL REINO DEL PLANETA DE LOS SIMIOS», YA EN CINES.
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