CRÍTICA: “Gladiator II”
Una violenta épica romana que gustará a los fans de la original.
«¿De verdad hacía falta?» es la pregunta que millones de fans se plantean cada vez que la máquina de Hollywood decide desenterrar una franquicia de hace 20, 30, o más años para pasar por caja. La tendencia general, sumado en este caso a la inconsistencia – para muchos – de Ridley Scott, hace que nos acerquemos a este tipo de cintas con escepticismo y precaución.
Gladiator II es, sin lugar a dudas, otra película de Hollywood que se balancea en ese fino equilibrio entre el homenaje-remake de la original y la continuación real y legítima que vimos, recientemente, en Bitelchús Bitelchús. En estos dos últimos casos, y a diferencia de otros films de este año como Alien: Romulus, en la humilde opinión de este redactor, la fórmula funciona.
Los primeros 20-30 minutos levanté la muñeca repetidamente para mirar el reloj y me susurraba para mí mismo que Scott había vuelto a tropezar y que esta película iba a ser una decepción. Pero, sorprendentemente, una vez llegamos a Roma, la trama se va tejiendo y desarrollando, con múltiples capas relacionales y políticas que convierten a – la mayoría de – nuestros personajes en seres tridimensionales.
Puesto que la identidad de Hanno, interpretado por Paul Mescal (Desconocidos, Foe), nuestro protagonista esclavizado, y su relación con los personajes de la primera no se revelan hasta pasada la hora de metraje, en esta crítica no se hará ninguna mención a ello. Eso sí, resulta muy refrescante y rica la forma en la que se termina desarrollando un personaje a priori sencillo y soso que, al igual que la trama, va cogiendo matices hasta erigirse, inesperadamente, en un digno heredero de Máximo.
La verdadera sorpresa, aunque no actor revelación, de la cinta, no es otro que Denzel Washington (The Equalizer, El libro de Eli). En un homenaje a Próximo – famosamente interpretado en Gladiator por el legendario Oliver Reed, que murió en el rodaje –, el personaje de Denzel, Macrinus, es un ex-esclavo que hoy se dedica a explotar a los gladiadores. La magia de Macrinus es que, hasta el final de la película, no conocemos su agenda, sus planes políticos secretos, ni lo que piensa o quiere hacer realmente. Es un personaje de drama maquiavélico clásico que funciona fantásticamente bien. ¿El mejor papel de Denzel en una década? Quizá. En cambio, Pedro Pascal (The Last of Us, Robot salvaje), como Marcus Acacius, desde luego impresiona bastante menos en su papel arquetípico de héroe con conflicto interno y figura paternal. Este redactor está un poquito harto de ver a Pedro en todo.
No hay que venir a Gladiator II (ni a ninguna película de Ridley Scott) esperando exactitud histórica. Tiene muchos elementos que sí son correctos y muchos otros que son licencias al servicio de la narrativa. Como debe ser en este tipo de film, de otra manera. Para él, como otros tantos directores y artistas, el contexto histórico de la Antigua Roma es un óleo en blanco sobre el que construir su historia.
En lo audiovisual, hay poco que criticar: la banda sonora de Harry Gregson-Williams (Marte, Retribution) es muy contundente, aunque no compita con la original de Hans Zimmer (& co.), que la gente pone en bodas y entierros. De nuevo, musicalmente, fina línea entre homenaje y material nuevo. El CGI de los animales, a plena luz del día, es bastante convincente, aunque esto no es sorpresa viniendo de una cinta de Ridley Scott. Gladiator II es un espectáculo palomitero clásico, tradicional, con un gusto añejo a película de los 90 más que a lo que suele verse hoy día.
Efectivamente, Gladiator II es una buena película. No será recordada como la primera, ni te va a volar la cabeza si decides verla, querido lector; pero sí es un alegato a un tipo de cine que se ve poco: la épica histórica melodramática totalmente sincera, sin un atisbo de cinismo ni de chistes marvelianos. Solo por eso, vale la pena.
NOTA: ★★★★☆
“GLADIATOR II”, YA EN CINES.
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