CRÍTICA: «La Vida Breve»
El esperpento en tiempos de Luis I.

El cine histórico siempre se ha mostrado fascinado por los grandes líderes e intrigas políticas que se han ido sucediendo a lo largo de la historia, obviando en demasiadas ocasiones la faceta absurda e irónica de muchos de estos momentos tan relevantes. Momentos que, sin embargo, son bienvenidos por directores y showrunners que prefieren adoptar un enfoque más cómico de nuestro pasado, usando el humor como espejo sobre el que reinterpretar según qué acontecimientos.
Una técnica que Armando Iannucci empleó de manera bastante satisfactoria en su La muerte de Stalin, en la que el director británico convirtió uno de los acontecimientos políticos más caóticos de la historia moderna en una sátira burlesca que exponía la incompetencia burocrática. Algo parecido a lo que se consiguió en la serie La víbora negra, donde, en este caso, el humor se entremezcla con las políticas de la era de los Tudor en Inglaterra.
Bajo esta filosofía, Cristóbal Garrido (El favor) y Adolfo Valor (Amor de madre) han creado La vida breve, una comedia de época que dramatiza (y ridiculiza) el reinado más corto de la historia de España: el de Luis I, hijo de Felipe V. Con un guion mordaz, unas actuaciones sobresalientes y un enfoque directoral que subraya lo absurdo de los eventos históricos que la serie narra, La vida breve convierte este pequeño y desconocido capítulo de nuestra historia en una clase magistral de comedia.

Y es que, una de las grandes fortalezas de La vida breve es su habilidad por trazar puentes entre el pasado y el presente a través del humor. El guion, centrado en la comedia atemporal, utiliza conceptos modernos –tales como la incompetencia política, la ambición personal y lo absurdo de la burocracia–, y los introduce en pleno siglo dieciocho. Una técnica que permite a la miniserie sentirse fresca y actual a pesar de su contexto histórico, y que se apoya en unos diálogos salpicados de guiños para las sensibilidades actuales, eso sí, sin llegar a perder autoridad. Algo similar a lo que ocurre cuando en La favorita se emplea el ingenio e irreverencia para dibujar la corte de la Reina Anne.
Pero si La vida breve funciona tan bien es por las actuaciones de su elenco principal. Un elenco que adopta el esperpento –ese dibujo grotesco y exagerado de la realidad que acuñó Valle-Inclán– para dar vida a unos personajes tan ridículos como profundamente humanos, encontrando así el equilibrio perfecto entre la exageración y la profundidad emocional.
Desde el entusiasta retrato de Luis I que hace Carlos Scholz (Awareness), hasta el Felipe V encerrado entre la sabiduría y lo absurdo de Javier Gutiérrez (Pájaros), el elenco ofrece al espectador un repertorio de actuaciones que oscilan entre la paranoia y la exagerada autoestima personal. Y no solo eso, sino que dicho elenco se ve acompañado por una serie de extras y personajes secundarios que dan vida a un espectro de nobles y cortesanos que completan el tono cómico general, añadiendo, cada uno de ellos, una capa más de absurdidad a la narrativa.
Pero no es un logro solo a título personal, sino que la química entre los actores potencia el componente humorístico de La vida breve, haciendo que cada escena se sienta como un patio de recreo en la que las finas intervenciones y el timing cómico campan a sus anchas. Una habilidad por otorgar naturalidad a cada escena que se siente tan fascinante como profundamente satírica, permitiendo a la miniserie trascender su mera condición de comedia histórica, para convertirse en un reflejo del poder, la incompetencia y lo absurdo del destino.

A diferencia de los dramas históricos tradicionales que se centran en grandes batallas o historias de amor trágicas, La vida breve sigue un patrón más parecido a una comedia de situación. La estructura de la miniserie se nutre del formato clásico de las sitcom, creando conflictos a partir de los choques provocados por la rigidez de los protocolos de la corte y las excéntricas personalidades que habitan el palacio. Un enfoque que permite a La vida breve explorar las tensiones políticas y sociales a través del humor, similar a lo que Veep consiguió durante su emisión.
Y es aquí donde encontramos uno de los aspectos más intrigantes de toda la serie: cómo se transforma un evento histórico de estas magnitudes –la trasmisión del poder de Felipe V a Luis I– en un escenario para la comedia. La propia idea de que el destino de España recaiga sobre los hombros de un joven e inexperto monarca que solo ha reinado durante unos pocos meses es inherentemente absurda, y La vida breve explota esta ironía hasta decir basta. La miniserie no se limita a recrear la historia, sino que la disecciona, encontrando así humor en los conflictos de poder, los malentendidos y la impredecibilidad de los eventos reales.
Una decisión editorial que se alinea con la visión directoral detrás de La vida breve. Cada toma está cuidadosamente compuesta para emanar comedia, ya bien sea a través del exagerado encuadre, el humor físico o el impecable timing. La burlesca puesta en escena convierte hasta los rituales de corte más mundanos en situaciones hilarantes en los que lo extravagante reina casi tanto como el propio monarca.

El trabajo de dirección se aprecia particularmente en los momentos en los que la comedia visual –plagada de gestos exagerados, silencios incómodos, y elementos sacados de grandes clásicos de las comedias slapstick– toman protagonismo. La forma en la que el humor es apreciado incluso en las situaciones más anodinas demuestra una profunda comprensión por como la comedia puede tejerse incluso en los escenarios históricos más sofisticados.
Sofisticación que se puede apreciar en la grandilocuencia con la que se plasman los escenarios que albergan La vida breve y que se contraponen con la trivialidad de las preocupaciones de los personajes. El lujo del vestuario y la opulencia de los pasillos del palacio sirve como telón de fondo de unos diálogos repletos de penosas quejas, órdenes ridículas y prioridades mal entendidas. Un contraste que potencia el efecto cómico, haciendo que el espectador se pregunte hasta qué punto la historia fue tan seria como sugieren los libros de texto.

Por todo ello, La vida breve triunfa a la hora de mostrar este pequeño capítulo de la historia de España como una entretenida sátira. Gracias a su ocurrente guion, sus interpretaciones estelares y una dirección experta, la miniserie original de Movistar Plus+ demuestra que la historia no tiene por qué ser solemne para resultar fascinante. Un ejemplo más de que, a veces, la realidad supera a la ficción.
NOTA: ★★★★☆
«LA VIDA BREVE» se estrena en Movistar Plus+ MAÑANA con sus tres primeros episodios y los tres restantes el 20 de febrero.
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