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CRÍTICA: «Los Bridgerton» – Temporada 3: Parte 1

Adiós al jugo “macarra”.

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© Netflix

En muchas ocasiones, las distintas plataformas de streaming estrenan grandes películas y series repletas de grandes nombres y con una campaña de marketing previa de lo más ostentosa, haciendo que mucha gente desee que llegue el día de su estreno para poder verla. Sin embargo, por cada serie o película que sufre este tratamiento hay otras muchas que llegan a las plataformas de manera más desapercibida y sin hacer mucho ruido. Series o películas que a base del boca a boca se acaban convirtiendo en grandes éxitos en cuanto a visualizaciones, y que provoca la proliferación de uno de los grandes fenómenos de la industria: la “estirada del chicle”.

En un claro intento de seguirle sacando beneficio a un producto, las grandes plataformas deciden seguir sacando capítulos y temporadas de estas exitosas series, sin importar si la calidad de las mismas va disminuyendo de manera paulatina. Un fenómeno que han experimentado – por desgracia – muchas producciones, y que esta vez afecta a la tercera temporada de Los Bridgerton.

En esta primera parte de la tercera temporada, el foco de la serie se centra en Penélope Featherington (Nicola Coughlan), quien encarna a la perfección la versión de época de aquella niña de la escuela de la que hablaba Lola Índigo en su canción. Y es que, la encargada de airear los secretos y cotilleos de sus clasistas convecinos de la alta cuna londinense bajo el seudónimo de Lady Whistledown, encontrará en su viejo amor, Colin Bridgerton (Luke Newton), a un mentor en eso del arte del cortejo. Desesperada por encontrar marido, y con las consecuencias de su actividad como esta particular Gossip Girl interponiéndose en su camino, Penélope irá ganando cada vez más protagonismo en la alta sociedad londinense, a la vez que su relación con Colin se va fortaleciendo.

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© Netflix

Si bien es cierto que la segunda temporada de Los Bridgerton supo mantener el nivel de la primera y compensar la pérdida de ese factor sorpresa con el que contaba su antecesora, la tercera temporada ha iniciado con una primera mitad de lo más descafeinada y edulcorada.

Dejando a un lado la extrema previsibilidad propia de las películas de adolescentes que transcurren en institutos que inunda estos cuatro episodios, el guion escrito por Jess Brownell (Scandal) adapta de manera demasiado genérica la novela Seduciendo a Mr. Bridgerton escrita por Julia Quinn, perdiendo esa chispa y fresquera “macarra” que poseía los inicios de la serie.

Una trama de lo más mundana donde la excesiva cantidad de personajes – por el tiempo de desarrollo que se le dedica a cada uno de ellos – se ven involucrados en una amalgama de subtramas sacadas de las típicas telenovelas que se emiten a las cuatro de la tarde. Porque, si bien es cierto que la duración de los capítulos – una hora de media por cada uno – y la cantidad de estos permiten una mayor presencia de protagonistas, el tratamiento tan superficial que se hace de los mismos provoca que en muchas ocasiones se tenga la sensación de que se está dando vueltas sobre el mismo tema sin llegar a avanzar en ninguna dirección.

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© Netflix

De hecho, lo único que hace que el espectador no tenga la sensación de que está viendo una de estas series de tarde es el nivel de producción y el departamento artístico detrás de Los Bridgerton.

El cuidadoso trabajo realizado a la hora de la selección de los vestuarios, localizaciones y decorados permiten trasladar al espectador de lleno al siglo XIX británico. Una labor que se ve ensalzada por la puesta en escena empleada por el director Chris Van Dusen (Scandal), que permite mostrar el sistema patriarcal del momento desde el punto de vista de las mujeres, potenciando además el humor satírico de “época” empleado, y que tanto recuerda a películas como Emma. Una concienzuda dirección que en ocasiones es capaz de nublar la superficialidad de la historia y esa insistencia continua por generar situaciones de “cotilleo” a nivel narrativo, demasiado cargantes para el monótono guion.

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© Netflix

En definitiva, y pese a poseer una estructura y dinámica similar a la de temporadas anteriores, el carácter edulcorado del tratamiento de la trama y lo genérico del guion convierten a este inicio de la tercera temporada de Los Bridgerton en un mero sucedáneo de lo que fue la primera. Un intento por seguir sacando rendimiento económico a las novelas de Julia Quinn que se olvida del “macarrismo” que hizo tan popular la serie original de Netflix. Demasiado Orgullo y prejuicio de marca blanca, para tan poco Gossip Girl.

NOTA: ★★½

LA PARTE 1 DE LA TERCERA TEMPORADA DE «LOS BRIDGERTON» YA ESTÁ DISPONIBLE EN NETFLIX.


TRÁILER:

PÓSTER:

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© Netflix

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Mario Hernández

Mario Hernández

Cinéfilo granadino de la generación del 98 (1998 más concretamente), amante del cine independiente y las grandes sagas. Entusiasta de una buena sesión de peli y manta y graduado en Economía por la Universidad de Granada (UGR) con nivel C1 de inglés. Ha realizado el curso de Crítica de Cine en la Escuela de Escritores de Madrid.

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