CRÍTICA: «Mickey 17»
No eres tu trabajo.

Tras un éxito rotundo, siempre surge el miedo al estancamiento. Cuando Parásitos arrasó con seis premios Óscar (algo totalmente excepcional para el cine oriental), al director coreano Bong Joon-ho se le abrieron las puertas de Hollywood y se le dio manga ancha para hacer lo que quisiera. Cinco años después, el resultado es Mickey 17, una comedia negra de ciencia ficción que, más que al crudo realismo de lucha de clases de Parásitos, tiene un tono de cuento de hadas más similar al de Okja, film que hizo para Netflix.
A pesar de una premisa clásica de ciencia ficción occidental (la Tierra se muere y debemos colonizar otros planetas) y de un elenco lleno de estrellas de Hollywood como Robert Pattinson (The Batman, El chico y la garza), Naomi Ackie (Parpadea dos veces), Toni Collette (Jurado Nº 2), Mark Ruffalo (Pobres criaturas) y muchos más, lo cierto es que se nota la influencia oriental a la hora de contar la historia: todas las emociones se muestran de forma directa y honesta, y la sátira ácida tiene un sabor distinto a otras varias de los últimos años.

Funciona indudablemente mejor, escena a escena, que otras sátiras semi-comedia recientes como No mires arriba o Pobres criaturas. Estamos ante una adaptación de la novela Mickey 7, de Edward Ashton, en la que personas desesperadas como nuestro protagonista, Mickey, pueden optar a un trabajo como ‘reemplazables’. ¿En qué consiste? Pues básicamente en ser conejillo de indias de todas las dificultades de las expediciones espaciales, pues cada vez que muere, su cuerpo es reimpreso con tecnología de última generación, y sus recuerdos, reinjertados en él. Con el título de la película, ya os podéis imaginar cuántas veces la ha tenido que palmar el pobre hombre.
Mickey es un folio en blanco, una plataforma para que Robert Pattinson pueda expresarse y mostrarnos sus capacidades cómicas y su rango actoral: ¿cómo afecta una realidad laboral y vital así de horrible a alguien? ¿Mickey es el mismo cada vez que renace o hay diferencias de comportamiento? Estas son algunas de las preguntas que responde este papel, que bajo una premisa estereotípica de huir de deudas, nos muestra a un protagonista humilde, sencillo, sin ambiciones ni autoestima alguna. De alguna forma, sí reconectamos con los conflictos de clase social de Parásitos, pues la explotación absoluta de Mickey y el resto de la tripulación contrasta con la vida de lujo que se pega el capitán/político/líder espiritual de la misión Kenneth Marshall (Mark Ruffalo) y su igualmente insufrible mujer Ylfa (Toni Collette).

El principio de la película puede causar ansiedad y malestar, pero esas sensaciones pronto dejan paso al verdadero tono de la película: una comedia humanista con trazas de sátira política. Hay momentos en los que la película no es demasiado sutil. Claramente, este villano, Marshall, está inspirado en cierto modo en Donald Trump y personajes similares (Musk, Milei, etc.) y el peligro que sus ideas pueden suponer para el porvenir de la humanidad. A diferencia de otros metrajes, eso sí, la sátira no pasa de lo superficial y no busca promocionar ninguna idea política, más allá de fomentar la colaboración de la ciudadanía frente a los riesgos del populismo de las élites acomodadas.

Mickey 17 es una película fresca y bastante única que no dejará indiferente a nadie: no es para todo el mundo, eso está claro, pero explora sus conceptos de forma muy humana, completa y divertida. Puede ser una buena excusa para ir al cine en familia con hijos a partir de 12 años. Es tan sincera e incómoda como su propio protagonista, y fácilmente una de las películas de alto presupuesto más arriesgadas de los últimos años. Ya lo ha dicho Bong Joon-ho: «No me gustaría ser el departamento de marketing o los productores». Habrá tantas opiniones como personas la vean, y ya solo por eso, hay que darle una oportunidad.
NOTA: ★★★★☆
«MICKEY 17», YA EN CINES.
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