CRÍTICA: “Nosferatu”
El regreso de la tumba de un clásico atemporal.
En la era de los ‘jumpscares’ baratos y los topicazos del grupo adolescente en la cabaña repetidos hasta la saciedad, Nosferatu, de Robert Eggers, llega a nuestros cines para repetir una historia por todos conocida: la de Drácula, de Bram Stoker. La gracia es que la ejecución es redonda, inmaculada, brillante. Es una película que te agarra en la primera escena y no te suelta durante el resto del metraje y tiene algunos de los momentos más grotescos, tensos y escalofriantes que se hayan visto en el cine en los últimos años.
Un siglo después, el clásico mudo de Friedrich Wilhelm Murnau ha vuelto de la tumba para aterrorizar a otra generación. Esta versión, a pesar de mantener toda la identidad estilística de un film de Eggers, incluye muchos guiños visuales a la original de Murnau, especialmente en lo que respecta a la representación de las sombras del dhampir. Dentro de la filmografía del director americano, el estilo serio y fúnebre recuerda más a The VVitch que al tono surrealista semi humorístico del experimento que fue The Lighthouse.
En este caso, hablamos también de una película que se tiene que ver sí o sí en versión original (más que de costumbre) por esa mezcla de acentos alemanes y rumanos junto a ese latín de ultratumba pronunciado con acento de Transilvania del conde Orlok. Además, todo lo que tiene que ver con el audio, igual que la cinematografía, es soberbio. Sin lugar a dudas, Nosferatu es una de esas películas que hay que ver en la mejor sala posible, con la mejor pantalla y el mejor equipo de sonido disponible. Hay que escuchar cada hoja volando con el viento, cada hilo de saliva en las respiraciones del vampiro y cada sollozo de nuestra protagonista poseída. No se queda atrás la banda sonora del compositor que debutó con The Northman, Robin Carolan.
Visualmente, está cargada de imágenes inolvidables. La mezcla de la Alemania gótica con la Rumanía medieval, el uso de una paleta de colores llena de grises, azules metálicos y unos negros más negros que una noche sin luna, hacen que la cinta entre por los ojos con una cinematografía impecable a mano de Jarin Blaschke (colaborador recurrente de Eggers con trabajos destacados como The Northman).
Dentro del cast, que es generalmente brillante, hay que destacar a Lily-Rose Depp (The Idol, Silent Night), que interpreta a Ellen, esposa de Thomas Hutter (Nicholas Hoult) y pseudoamante, en sueños, del Conde Orlok (Bill Skarsgård), nuestro vampiro favorito, que también está increíble. Ya vimos en It que este hombre sabía hacer de monstruo, pero su interpretación como Nosferatu es otro nivel. En ningún momento parece que tras esos kilos de maquillaje haya un hombre joven. El resto del elenco está muy correcto, tanto Willem Dafoe (Pobres criaturas), como Emma Corrin (Deadpool y Lobezno), pasando por Aaron Taylor- Johnson (Kraven: The Hunter).
Nosferatu es una película prácticamente redonda, impactante, electrizante, con muy pocas cosas que achacarle y que va a quedar en nuestro imaginario colectivo mucho tiempo. La única razón para no otorgarle la nota perfecta es el hecho de que es remake de remake de adaptación de versión no oficial de Drácula, que siempre es algo más fácil que construir una historia de cero. Pero no hay que quitarle mérito: Nosferatu es una de las mejores películas del año y, aunque no sea para todo el mundo, pues hace falta estómago para aguantar algunas de sus escenas, merece ser vista por el máximo de gente posible. ¡Un clásico instantáneo! De esos que vale la pena tener en casa en BluRay 4K, a poder ser.
NOTA: ★★★★½
“NOSFERATU”, YA EN CINES.
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