CRÍTICA: “Palomas Negras” (“Black Doves”) – Temporada 1
Keira y Ben, los salvavidas de esta serie de espías navideña.
El género del espionaje, tan fascinante como sobreexplotado, es un arma de doble filo: siempre entretiene, pero innovar y destacar en él es una misión casi imposible (un poco como las de Cruise). En los últimos años, sin embargo, ha vuelto a resurgir con fuerza. Apple TV+ tiene la estupenda y de la que poco se habla – tienen que verla si no lo han hecho ya – Slow Horses, Prime Video tiene su universo Citadel, SkyShowtime acaba de lanzarse con Chacal, una nueva versión en formato serie de la conocida novela y película, y ahora, Netflix intenta entrar en el juego con Palomas negras (Black Doves). Pero, como bien le dice un personaje a otro en esta serie, «todo trabajo tiene un código. Puedes hacerlo bien o puedes hacerlo mal», y aquí el trabajo – o lo que es lo mismo, la serie – no sale ni muy bien ni muy mal.
Creada por Joe Barton (The Lazarus Project), Palomas negras nos presenta a Helen Webb (Keira Knightley), esposa ejemplar y madre de dos hijos… y sí, espía de profesión. Lleva una década filtrando los secretos de su marido (Andrew Buchan), un político influyente, a la misteriosa organización para la que trabaja – y a la que da título la serie –, pero su vida da un giro inesperado cuando asesinan a Jason (Andrew Koji), su amante secreto, y su jefa, Reed (Sarah Lancashire), contrata a un viejo amigo de Helen, Sam Young (Ben Whishaw), para protegerla. Juntos, Helen y Sam se embarcan en una misión para descubrir quién está detrás del asesinato de Jason y por qué.
La ambientación en un Londres navideño dota a la serie de un aire festivo del que la serie se aprovecha en lo que respecta al tono cómico negro, como una – bien rodada – emboscada a ritmo de The Little Drummer Boy, con personajes engalanados con gorros de Navidad y guirnaldas (uno de los mejores momentos de la serie, en su cuarto episodio titulado Empieza lo bueno) o en una situación de lo más inapropiada cuando se preguntan los unos a los otros cuál es su película navideña favorita (y no, nadie responde Die Hard). Un contexto festivo que le aporta algo de calidez a una serie por lo demás oscura, con muchos tiroteos, politiqueo, conspiraciones, asesinatos y secretos, muchos secretos, y que la convierte en una opción ideal para estrenarse este mes de diciembre, con una banda sonora repleta de villancicos como Fairytale of New York o una versión instrumental de We Wish You a Merry Christmas, mesas navideñas con comidas que entran por los ojos y decoraciones festivas que no podrían estar más a tono.
Pero, hablando de tono, Palomas negras no termina de encontrar un equilibrio que funcione en su conjunto. Y es que a pesar de ser una primera temporada – en la que se cierran todas sus tramas, no os preocupéis – compuesta por tan solo seis episodios de unos 50 minutos aproximadamente, es una serie que se siente alargada y con una historia que se podría haber contado en menos tiempo, y eso, en una serie tan corta, es casi un pecado. Más pecado aún es que el caso principal – esos tres asesinatos en su secuencia inicial interconectados con algo, como es de esperar, más grande – no acaba de atrapar (ni siquiera interesar) del todo al espectador, teniendo episodios llenos de momentos pausados, mientras que en otros pisa el acelerador más acertadamente con una carga de acción propia del género mucho más apetecible.
La verdadera baza de la serie son sus protagonistas: ese dúo tan efectivo formado por Keira Knightley (saga Piratas del caribe) como Helen Webb, tierna cuando tiene que serlo y decidida y sin escrúpulos cuando su faceta de espía lo requiere, y Ben Whishaw (sí, el mismo que le pone voz al entrañable Paddington) que interpreta a un misterioso y acechador, pero sensible, Sam Young. Ambos personajes, cuyo desarrollo se ve favorecido por la narración fragmentada con flashbacks (si bien se abusa de ellos en ciertos momentos y rompe con su ritmo), nos permiten explorar cómo Helen acabó siendo espía y conocer su historia de amor con su amante, Jason (Andrew Koji), y también cómo Sam se convirtió en un sicario (o ejecutor, como él prefiere llamarlo), además de su relación con su ex novio, Michael (Omari Douglas). Y el más interesante de los dos personajes resulta ser Sam, por ese «montón de fantasmas a cuestas» – palabras literales que le dice un personaje – con el que carga y su evolución a lo largo de los episodios, con el que llega a conectar de lleno el espectador.
Netflix tarda en renovar sus series, pero se nota la confianza que tienen en esta, ya renovada para una segunda temporada semanas antes de su estreno (mañana). Y, aunque Palomas negras no sea ni mucho menos la mejor serie de espionaje – Slow Horses, te queremos y te miramos a ti – algunos puede que la disfruten, sobre todo los menos sumergidos en el género. Esperemos que la segunda temporada despliegue más sus alas y, ya que estamos, ¡feliz Navidad a todos!
NOTA: ★★½
“PALOMAS NEGRAS” SE ESTRENA MAÑANA EN NETFLIX.
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