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CRÍTICA: “Ripley”

El lobo con piel de cordero de Andrew Scott.

© Netflix

A lo largo de la historia del cine, uno de los grandes arquetipos que ha reinado en las salas ha sido el del galán. Un hombre maduro y elegante, la gran mayoría de veces de un atractivo innegable, que desprendía un aura de misticismo y seriedad de lo más seductora. Figuras como las de Paul Newman (The Hustler), James Dean (Rebelde sin causa), Cary Grant (Con la muerte en los talones) o Humphrey Bogart (El halcón maltés), que atraían al público a las grandes salas de cine independientemente de cuál fuera la película que protagonizaran. Figuras que fueron resultado del auge que tuvo en los años 40 y 50 el cine noir.

Un cine noir que presentaba de manera elegante al espectador películas policiacas y de crimen, donde los maleantes de turno se movían por el cinismo que motivaba sus acciones y actitudes, y del que parece nutrirse Steven Zaillan (La lista de Schindler), creador, guionista y director de esta Ripley.

Un Zaillan cuya dirección (también) desprende cierto acercamiento al factor espeluznante que reinaba en los thrillers de terror de Hitchcock a la hora de adaptar en estos ocho capítulos la novela El talento de Mr. Ripley. Una adaptación en la que Andrew Scott (Desconocidos) encarna a Tom Ripley, aquel al que en su día interpretó Matt Damon, como si de una reencarnación del mismísimo Cary Grant se tratase. Un Ripley que recibe el encargo de viajar hacia Italia para hacer entrar en razón al hijo del millonario que lo ha contratado, y que se verá envuelto en una riqueza y lujo que no había degustado hasta el momento. Cegado por el entorno en que aterriza en Italia, Ripley tejerá una red de mentiras y confabulaciones para no solo mantener el ritmo de vida que se ha encontrado en su destino, sino para también apropiarse de él.

© Netflix

Con una fotografía en blanco y negro a cargo de Robert Elswit (Pozos de ambición) para describir de manera visual el viaje hacia el narcisismo y la sociopatía que realiza Ripley, Steven Zailian se vale de una puesta en escena verborreica sacada del cine de mediados de siglo XX plagada de simbología, y que sitúa siempre en su punto de mira al personaje de Andrew Scott. Una puesta en escena que hace protagonista a los decorados y escenografía elegida para representar la Italia que el espectador observa a lo largo de la serie, haciendo que todo emane una sensación de realidad y viveza de lo más envolvente.

Un personaje, el de Ripley, que se nos describe y presenta de manera lenta y contemplativa, recreándose en esas “particularidades” que lo hacen tan macabramente atrayente y adictivo, aportando un tono mucho más introspectivo que el de la película de 1999. Un tono más tétrico y sombrío, conseguido no solo a través de esa puesta en escena que parece sacada en muchas ocasiones de la mismísima Psicosis, sino también gracias a las notas fúnebres de la intrigante banda sonora compuesta por Jeff Russo (Love & Death). Todo ello para traducir al lenguaje cinematográfico el guion escrito por Steven Zailian, quien demuestra una vez más que probablemente sea uno de los mejores guionistas de los últimos tiempos a base de un control de los tempos narrativos y del suspense de lo más fino.

© Netflix

En este sentido, Ripley es la descripción contemplativa de un lobo con piel de corderito que va mudando lentamente ante los ojos voyeuristas del espectador. Un espectador que puede llegar a ser fácilmente cautivado por la contenida y meticulosa interpretación de Andrew Scott, capaz de atraer la atención con tan solo su mera presencia en la pequeña pantalla. Un Andrew Scott que demuestra el inmenso talento que posee, pero que no termina de estar acompañado como es debido por un elenco secundario más frío e insulso a nivel interpretativo. Ni Johnny Flynn (El sastre de la mafia) ni Dakota Fanning (Yo soy Sam) son capaces de estar a la altura de las interpretaciones que Jude Law y Gwyneth Paltrow nos dejaron en la cinta del 99. Aunque siendo justo, era una tarea bastante complicada.

Pese a esto, el extremado protagonismo del que goza el personaje de Scott hace que la falta de química y credibilidad en muchas ocasiones por parte de sus compañeros quede en un mal menor, haciendo de Ripley una versión mucho más completa y certera de la obra original que sus dos predecesoras.

© Netflix

Por todo ello, Ripley supone un retorcido y perturbado thriller psicológico sobre la figura de Tom Ripley liderado por un cautivador Andrew Scott. Y es que, pese a su ritmo lento y contemplativo, y a no esconder la previsibilidad e intenciones del personaje protagonista, la mera presencia física del actor irlandés consigue mantener el suspense y atracción necesaria para saltar de capítulo en capítulo sin interrupción. Sin duda, una representación de la sociopatía de lo más tétrica.

NOTA: ★★★★☆

LA MINISERIE “RIPLEY” YA ESTÁ DISPONIBLE EN NETFLIX.


TRÁILER:

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© Netflix

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Mario Hernández

Mario Hernández

Cinéfilo granadino de la generación del 98 (1998 más concretamente), amante del cine independiente y las grandes sagas. Entusiasta de una buena sesión de peli y manta, soy graduado en Economía por la Universidad de Granada (UGR) con nivel C1 de inglés. Actualmente, estoy realizando el curso de Crítica de Cine en la Escuela de Escritores de Madrid.