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CRÍTICA: “Saltburn”

Cuando Mr. Ripley conoció a Gatsby.

© Prime Video

Cuando en 1999 Matt Damon dio vida a Tom Ripley, el personaje creado por Patricia Highsmith en la novela “El talento de Mr. Ripley” (mismo título que eligió Anthony Minghella para la película), se nos presentó en el mundo del cine a una figura inteligentemente retorcida. Un buscavidas nato, capaz de cualquier cosa con el objetivo de alcanzar aquello que desea y que poseen otros a su alcance. La representación del maquiavelismo latente en el libro de “El Príncipe”, eso sí, aplicado a nivel individual. Una figura, la del sociópata intelectualmente muy superior al resto, en la cual se inspira Emerald Fennell (“Barbie”) para crear “Saltburn”.

Con una primera secuencia en la que el propio Barry Keoghan parece llevarnos de la mano junto a él, la película nos lleva al Oxford de 2006, donde, mientras trata de luchar por encontrar su lugar en la Universidad, Oliver Quick (Barry Keoghan) se ve atraído al mundo del encantador y aristocrático Felix Catton (Jacob Elordi), quien le invita a pasar el verano en Saltburn, la finca palaciega de su excéntrica familia. Un verano convulso que marcará un antes y un después en la vida del joven universitario, lleno de desenfreno y excesos.

© Prime Video

En esta ocasión, y tras haber firmado un excelente debut como directora en “Una joven prometedora”, Emerald Fennell (quién también está a cargo del guion de la película) se vale del excentricismo visual (apoyado en un montaje frenético y un uso exacerbado de distintos tipos de planos) llevado a la enésima potencia para mostrarnos una de las historias más retorcidas de este 2023. Una historia que comienza como si de un ‘coming of age’ universitario se tratase, en la que se nos muestra el día a día solitario de un chico cuyo único propósito parece ser el de encajar en el grupo de los populares, pero que se va tergiversando a medida que va avanzando la trama, dejándonos destellos propios de un thriller psicológico con tintes de cine de terror, donde la fotografía lánguida y tenebrosa de Linus Sandgren (“La La Land”) captura de manera sinuosa las verdaderas intenciones que esconde el guion de Fennell, sacándole el máximo partido a la escenografía palaciega de Saltburn.

Una escenografía que rezuma belleza, explotada al máximo gracias a la simetría de los planos, y que Emerald Fennell sabe utilizar como reflejo de esta pretenciosidad que caracteriza no solo a los personajes, sino también a la trama. Una Fennell que se apoya en una puesta en escena clásica (en la mayoría de ocasiones al menos), que te permite estar atento al mensaje que esconde lo que estamos presenciando, donde el uso espolvoreado a lo largo del metraje de distintos planos secuencia y de punto de vista (como el que se usa para mostrarnos las estancias principales del castillo de la mano del personaje de Jacob Elordi) nos recuerdan continuamente que somos uno más en este gran enredo que estamos presenciando.

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Un enredo muy bien construido en un guion repleto de diálogos trascendentales a la hora de construir el viaje que recorren los personajes, y que avanza lenta pero inexorablemente hacia las verdaderas intenciones que se esconden a lo largo del metraje, rebosando por el camino una sensualidad que se impregna en la cinta gracias a las actuaciones más que sobresalientes del elenco principal.

Un elenco, probablemente el mejor de este año junto con el de “Oppenheimer”, capitaneado por un colosal Barry Keoghan, quien demuestra una vez más la gran capacidad interpretativa que posee, y cuya interpretación en “Saltburn” no merece menos que la nominación al Oscar a Mejor Actor. Una actuación calculada y fríamente elaborada, que capta a la perfección los matices que posee su personaje, y que nos deja una química más que palpable con Jacob Elordi (quien tampoco se queda atrás en el papel de joven seductor rompecorazones). 

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En definitiva, “Saltburn” supone una obra capaz de plasmar la pretenciosidad inherente de la historia que se nos narra y los personajes que los protagonizan, la cual es exacerbada de manera constante por las notas que componen la banda sonora imperial y operística de Anthony B. Willis (“Una joven prometedora”) que resaltan esa pomposidad y grandilocuencia visual que rebosa la cinta. Una película sobre el lado más macabro y retorcido del ser humano, que podría definirse como el encuentro maquiavélico entre Tom Ripley y Jay Gatsby.

NOTA: ★★★★★

SALTBURN”, ESTRENO EL VIERNES EN PRIME VIDEO.


TRÁILER:

PÓSTER:


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Mario Hernández

Mario Hernández

Cinéfilo granadino de la generación del 98 (1998 más concretamente), amante del cine independiente y las grandes sagas. Entusiasta de una buena sesión de peli y manta, soy graduado en Economía por la Universidad de Granada (UGR) con nivel C1 de inglés. Actualmente, estoy realizando el curso de Crítica de Cine en la Escuela de Escritores de Madrid.