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CRÍTICA: “Venom: El Último Baile”

Ni Morbius se atrevió a tan poco.

© Sony Pictures

La decadencia de las franquicias de blockbusters, que en su momento fueron audaces y remodeladoras del género, ha encontrado su desalentador fondo con Venom: El último baile. La tercera entrega de Venom es un claro ejemplo de cómo los grandes estudios producen secuelas con un baremo bastante bajo en lo que a ambición creativa se refiere, ofreciendo al espectador una serie de argumentos refritos aderezados con unos efectos visuales insípidos en un pobre anhelo por que la audiencia no note la falta total de sustancia. Lo que empezó como un refrescante pero oscuro enfoque hacia un antihéroe ha evolucionado en una película que se siente tan perezosa como creativamente gastada. Una Venom: El último baile que se queda corta aún para las modestas expectativas marcadas por su antecesora.

© Sony Pictures

Uno de los principales problemas de la cinta es su irregular estructura. A diferencia de las dos primeras entregas, las cuales no estaban tampoco exentas de puntos de mejora, pero sí que al menos poseían cierta coherencia narrativa, Venom: El último baile se siente como un parcheado de desarticuladas escenas, ensambladas de manera embarazosa sin ninguna directriz o patrón claro. La película salta de una escena a otra con poca conexión o lógica, dando la sensación de que el metraje con el que se contaba fuera simplemente una composición de sobras recopiladas sin ningún tipo de consideración por el ritmo de la cinta. Esta discordante presentación impide ningún tipo de cohesión temática, creando una película que se siente dispersa y sin rumbo. Temas que habían sido explorado previamente, tales como el dilema moral de Eddie Brock (Tom Hardy) para con su compañero simbionte, son dejadas de lado, haciendo que Venom: El último baile se convierta en una película sin ningún tipo de ancla narrativa, despojada de una historia que realmente merezca la pena ser contada.

Visualmente, Venom: El último baile es cuando menos decepcionante, especialmente para un blockbuster de superhéroes moderno. Mientras que las dos primeras entregas son conocidas por sus energizantes escenas de acción y llamativa fotografía, esta nueva cinta parece conformarse con un decepcionante y genérico CGI que falla a la hora de capturar la intensidad que una vez se dio por hecha en el universo de Venom. Las escenas de acción se sienten ejecutadas de manera precipitada, careciendo del impacto visceral y de las fluidas coreografías que hicieron las escenas de este tipo en Venom tan estimulantes. La falta de dinamismo en las escenas de acción no es solo decepcionante, sino que hace que la película escatime en la espectacularidad visual por la que los espectadores acuden al cine. La relación entre Eddie y el simbionte, en su momento el centro de la trama, se convierte en algo estéril y predecible, careciendo de la intensidad y química propia de esta entretenida y compleja dinámica.

© Sony Pictures

Sin embargo, lo más frustrante es como Venom: The Last Dance desperdicia el potencial de uno de los villanos más potentes dentro del universo arácnido de Marvel como es Knull. Los amantes de los cómics podrían haber anticipado la llegada del dios simbionte como un cambio de paradigma para el universo de Venom, pero, lamentablemente, el personaje queda relegado a una mera introducción para una potencial y futura aparición. En vez de establecer a Knull como un formidable antagonista, la película sólo rasca la superficie de sus motivaciones y capacidades, dejando al espectador con la sensación de que su papel está enfocado más a un futuro proyecto que a elevar la historia que se está presenciando.

A pesar de esto, Venom: El último baile deja breves destellos de potencial cuando se adentra -muy superficialmente- en la complejidad psicológica de la relación entre los simbiontes y sus huéspedes. Hay momentos en los que la película se aproxima a algo mucho más íntimo con la figura de uno de los viejos conocidos de Eddie y su reciente conexión con uno de los simbiontes. Estos destellos de una narrativa más profunda podrían haber sido los cimientos de una narrativa mucho más interesante de habérsele dado más espacio para poder desarrollarse. Sin embargo, son enterrados bajo el peso de unos personajes planos, una insípida acción, y una narrativa de lo más pobre que se muestra reacia a comprometerse con sus propias ideas.

© Sony Pictures

En definitiva, Venom: El último baile es un decepcionante nuevo capítulo de una franquicia que ya de por sí no era muy prometedora. Predecible, visualmente insulsa, y con unos personajes planos y villanos desperdiciados, la última película del simbionte abraza todo lo malo que las franquicias cinematográficas actuales representan: fórmulas idénticas, falta de profundidad, y una mayor ansia por la rentabilización de secuelas que por satisfacer a los espectadores. Ni Morbius se atrevió a tan poco.

NOTA: ½

“VENOM: EL ÚLTIMO BAILE”, YA EN CINES.


TRÁILER:

PÓSTER:

© Sony Pictures

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Mario Hernández
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Mario Hernández

Cinéfilo granadino de la generación del 98 (1998 más concretamente), amante del cine independiente y las grandes sagas. Entusiasta de una buena sesión de peli y manta, soy graduado en Economía por la Universidad de Granada (UGR) con nivel C1 de inglés. Actualmente, estoy realizando el curso de Crítica de Cine en la Escuela de Escritores de Madrid.