CRÍTICA (VPremiosLorca): “La Fianza”
La confianza en el humor negro.
El thriller como género ha sido, desde hace mucho tiempo, un terreno fértil para aquellos cineastas que desean explorar la complejidad del comportamiento humano bajo presión. Desde la psicológica tensión de Hitchcock (La ventana indiscreta) hasta el oscuro examen moral de Fincher (Perdida), los thrillers han sabido reinventarse constantemente, fusionándose con otros géneros a la hora de reflejar las preocupaciones modernas. Películas más recientes como la Déjame Salir,de Jordan Peele, infunden en el género un amargo comentario social, mientras que cintas como la Anora, de Sean Baker, aportan un humor negro ácido que realza lo absurdo de los problemas cotidianos. En este contexto, Gonzalo Perdomo presenta en la V edición del Festival Internacional de Cine de Granada Premios Lorca La fianza, sumergiéndose de lleno en esta tradición, mientras que es capaz de labrarse su propio nicho combinando hábilmente tensión, humor y profundidad emocional.
Con un ritmo mesurado y, más que probablemente, deliberado, La fianza comienza su metraje dibujando lo que a priori parece una mundana escena doméstica: Ana (Juana Acosta) celebra el sexto cumpleaños de su hija en su tranquilo y cálido hogar de clase media. Tranquilidad que se ve alterada con la llegada de Walter (Julián Román), cuya inesperada visita comienza a desenmarañar la vida de Ana.
A pesar de que el lento comienzo se siente ligeramente desconectado del intenso relato que promete la película, una vez que la narrativa encuentra su ritmo, La fianza evoluciona en un cautivante relato en el que el suspense y el humor coexisten a la perfección. Algo que se consigue gracias a que el guion escrito por el propio Perdomo, junto a Andrés Martorell (La buena nueva), se mueve desde la incomodidad hacia el caos con una precisión remarcable. La presencia de Walter empieza a resquebrajar el muro de mentiras tras el que Ana se había escondido, exponiendo las fracturas existentes de su matrimonio con Ricardo (Israel Elejalde).
Lo que comienza como una situación con rehenes pronto se transforma en una exploración de la lealtad, la traición, y lo absurdo de la moralidad humana. El tono pasa de drama a comedia negra – algo que recuerda a la reciente Anora –, dibujando una intersección en la que el guion brilla con fuerza. La dupla Perdomo-Martorell balancean sin problema la tensión y la frivolidad, permitiendo al espectador disfrutar de momentos de genuina hilaridad que resaltan el aumento del peligro que corren los protagonistas.
Pero este carácter cómico no impide que la exploración de la fragilidad y la confianza que plantea La fianza pase desapercibido. La situación que genera la presencia de Walter no es un mero aparato narrativo, sino un examen metafórico del matrimonio de Ana. El descubrimiento de las traiciones de Ricardo refleja el esclarecimiento gradual de la audiencia para con las verdaderas intenciones de la historia. La lealtad – ya bien sea dentro del seno de la familia, en una organización criminal o en nosotros mismos – es un tema recurrente en el que cada personaje se ve expuesto al verdadero significado de la confianza bajo presión.
Por su parte, el uso de una única localización en lo que la escenografía se refiere – una casa que pasa de ser un refugio familiar a una claustrofóbica prisión – atestigua la impecable labor de Perdomo como director. La casa se siente viva. El calor hogareño y los íntimos espacios se tornan en sofocantes a medida que la tensión aumenta. En este sentido, el diseño de producción permite al espectador adentrarse en un inquietante campo de batalla doméstico a medida que la cinematografía resalta la sensación de estar atrapado. Los planos cerrados, en ocasiones claustrofóbicamente enfatizando la creciente desesperación de Ana, convierten a este hogar en un silencioso pero poderoso personaje.
A lo que el trabajo de interpretación se refiere, La fianza cuenta con un elenco capaz de defender el guion a las mil maravillas. Juana Acosta (Perfectos desconocidos) interpreta de manera matizada a Ana, capturando su transformación de una madre consentidora a una mujer obligada a enfrentarse a la realidad de su marido viperino. Igualmente irresistible es el Walter que dibuja Julián Román. Un sicario cuya faceta amenazante esconde una faceta vulnerable, permitiendo así dar vida a un profundo antagonista.
Sin embargo, es Israel Elejalde (Madres Paralelas) quien termina por encandilar al espectador. Ricardo es tan repulsivo como entrañable, erigiéndose como un personaje tan moralmente deleznable que da pena. Un hombre cuya falta de carisma refleja su decadencia moral, y donde la habilidad de Elejalde a la hora de provocar simpatía y repulsión es cuanto menos remarcable, personificando los caóticos eventos que se ven en La fianza en el retrato de un fracaso de ser humano.
Por todo ello, La fianza atestigua la habilidad de Gonzalo Perdomo a la hora de innovar dentro del thriller como género. La mezcla de suspense, humor, y profundidad emocional le permiten destacar dentro de un campo de lo más transitado, creando una cinta que le da un enfoque fresco a temas que nos son familiares. Un más que merecido lugar en esta edición del Festival Internacional de Cine de Granada, y un prometedor primer escalón para el futuro de Gonzalo Perdomo como director y narrador.
NOTA: ★★★★☆
“LA FIANZA”, ESTRENO EL 5 DE DICIEMBRE EN CINES.
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