Crítica de ‘Blindado’ (‘Locked’): El castigo sobre ruedas.

Siempre que aparece en cartelera una nueva propuesta sobre un personaje atrapado en un solo espacio, es inevitable recordar La cabina (1972), dirigida por Antonio Mercero, coescrita junto al ganador del premio Oscar José Luis Garci, y convertida en una película de culto patrio. Emparentada lejanamente con ella, y deudora oficial de la película argentina de Mariano Kohl y Gastón Duprat 4 x 4 (2019), de la que parte su guion, llega a las salas de cine Blindado, de David Yarovesky.
El director de Brightburn (2019) conduce esta película independiente en asociación con Sam Raimi (Spider-Man), quien le dio a conocer el guion y, a su vez, ejerce de productor del proyecto. Hay que reconocer que el bajo presupuesto y el limitado tiempo de rodaje de la película –tan solo diecinueve días y muy pocas localizaciones–, no se hacen notar en el corte final de Blindado, tanto por el notable acabado visual así como, sobre todo, por la presencia y el buen hacer de su dúo protagonista: Bill Skarsgård (Nosferatu), posiblemente el actor referencial en el cine de terror de los últimos diez años, encarnando a Eddie, personaje sobre el que recae el peso de toda la película; y el inagotable y prolífico Sir Anthony Hopkins (El Silencio de los corderos), uno de los mejores actores de la historia del cine, que se pone en la piel de William, el antagonista de la trama.
Los grandes planos generales y la estética de documental urbano del inicio de la película sitúan la acción en una ciudad norteamericana (aunque no se nombra, la película se rodó en Vancouver), donde se refleja el contraste entre la pobreza y el mundo desarrollado que cohabitan en las mismas calles. En este entorno se presenta a Eddie (Skarsgård), un padre nada modélico en proceso de separación y con una situación precaria, que no tiene el dinero suficiente para pagar el arreglo de su vehículo y llegar puntual al colegio donde tiene que recoger a su hija. Apremiado por el tiempo, se verá obligado a tomar decisiones cuestionables, moral y legalmente, como la que le llevará a una situación de vida o muerte: robar un coche 4×4 en el que quedará atrapado a merced de William (Hopkins), un anciano adinerado que ha decidido tomar la justicia por su cuenta ante la decadencia que, según cree, está experimentando el estado de derecho.

Yarovesky hace de la carencia virtud y se las ingenia para eludir el coste de los efectos digitales para sustituirlos, en gran parte de la cinta, por otros prácticos que aportan verosimilitud a la historia y el espacio donde se desarrolla. En el limitado habitáculo del SUV en el cual queda atrapado Eddie, el director logra apañárselas para emplear lentes anamórficas que añaden amplitud a la imagen y favorecen la inmersión de la audiencia, que conoce las limitaciones del espacio junto a su protagonista mediante un travelling circular de la cámara en una de las escenas más elaboradas del film en cuanto a composición. Usualmente, la cámara entra y sale del vehículo para intentar oprimir al personaje, asociándolo a su entorno y narrando las elipsis temporales, aunque con ello pierde parte de la fuerza que había generado manteniendo la única ubicación.
Bill Skarsgård es el sustento de la atención durante toda la película con una actuación física en la que se despoja del maquillaje protésico de sus últimos trabajos para quedar desnudo, emocional y físicamente, ante la cámara y el espectador durante más de una hora de metraje. El propio actor ha expresado la complejidad del trabajo ante la falta de réplica de otro intérprete durante su actuación en solitario y las situaciones a las que se enfrentó para dar credibilidad a la situación límite que sufre su personaje, como las escenas de frío o aquella –que dejaré descubrir al espectador– en la que olió grasa de pescado putrefacto para provocar una náusea real. El contrapunto lo ofrece Anthony Hopkins, al que no le hace falta más que su inquietante voz para encarnar al psicópata y melómano William, quien ajustará cuentas con la sociedad a la vez que afronta una enfermedad terminal. Y aunque sea poco tiempo el que ambos comparten plano en pantalla, ello aumenta el interés del espectador por la conexión entre dos fuerzas de la interpretación.
La elección de la BSO es una decisión narrativa en la película y oscila entre lo diegético y lo extradiegético a lo largo del metraje. La percusión de un músico callejero imprime ritmo y nervio al prólogo en el que Eddie busca la manera de llegar al colegio de su hija, sensación que se acrecienta con el montaje de planos de corta duración y la cámara al hombro, recorriendo esta jungla de asfalto. Cuando aparece el personaje de William, es él quien decide qué música suena y el uso que hace de ella. Ejemplo de esto es la canción tirolesa, a todo volumen, con la que tortura al protagonista para aleccionar su comportamiento.

Pese a que la propuesta inicial es un potente gancho para atraer la atención del espectador, la tensión que busca generar se va diluyendo conforme avanza la película, debido a las decisiones formales que toma y a un guion que peca de ser autoconscientemente dramático y sobrescrito en lo referente al conflicto social del desmoronamiento liberal y democrático de Norteamérica en las últimas décadas, además de un final que no es del todo satisfactorio ni visual ni argumentalmente, traicionando parte de la propuesta del propio film. Y es que, lo que en principio sugiere una situación de riesgo más parecida a la de Última llamada de Joel Schumacher, se acaba tornando en una especie vehículo endemoniado, al estilo de la novela de Stephen King Christine, o en el camión acosador de la excelente El diablo sobre ruedas, de Steven Spielberg, pero quedando lejos del grado de tensión de estas, salvo alguna escena puntual.

Blindado es una apuesta segura para el espectador que guste de las películas que recorren varios géneros como el thriller, el terror o la comedia negra, como es el caso, así como de subtramas que entremezclan temas sociales, familiares, políticos y humanos, todo a la vez en la coctelera, mientras pone en aprietos a un personaje que muestra todas sus debilidades, pero que, sin duda, alberga un espacio para la redención. Si esto no fuera suficiente, el mayor aliciente para invertir tiempo en ver esta película es tener en pantalla a dos actores de distintas generaciones y escuelas con una capacidad interpretativa mayúscula como lo es el dúo Skarsgård y Hopkins.
NOTA: ★★★☆☆
«BLINDADO», YA EN CINES.
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