Crítica de ‘Dangerous Animals’: Parece que los tiburones no tenían mucha hambre.

Es curioso que este verano hayamos tenido dos películas de terror en las que el principal aliciente y protagonista sean los tiburones. Una de ellas es el reestreno de la obra maestra de Steven Spielberg, Tiburón (1975), que cumple 50 años desde su lanzamiento. El otro filme, titulado Dangerous Animals, es el tercer largometraje del director australiano Sean Byrne (The Loved Ones). Tener estas dos propuestas en cartelera refleja, de manera muy interesante, la evolución que el género de terror ha experimentado estas últimas décadas. Parece que los tiburones ya no son capaces de hacer su labor sangrienta sin la ayuda de un humano que los guie o, en su defecto, los corrompa para satisfacer sus necesidades morbosas. La película de Byrne juega con esta idea, pero incluye algunos elementos que la hacen atípica respecto a sus predecesoras.
Dangerous Animals cuenta la historia de Zephyr, una surfista independiente que es capturada por un asesino en serie que disfruta matando a sus víctimas utilizando tiburones de todo tipo.

La figura de un psicópata obsesionado con los tiburones podría encajar perfectamente como uno de los villanos de la mítica serie de televisión Dexter (2006-2013). El asesino, interpretado por Jai Courtney (Escuadrón suicida), goza de una personalidad histriónica apoyada en momentos cómicos que no caen en el estereotipo del psicópata contemporáneo, siendo este uno de los puntos más positivos de la película. Además, se complementa de una forma muy dinámica con Zephyr, interpretada por Hassie Harrison (Southbound), creando una dicotomía en la que ambas figuras se complementan a través de vagos recuerdos de sus pasados.

El guion de Nick Lepard (Keeper) va directo al grano: no se detiene a relatarnos acontecimientos anteriores ni a hacer uso del flashback. Simplemente, nos proporciona una serie de pinceladas para que tú, como espectador, rellenes los huecos y te centres rápidamente en la acción de la película.

Sin embargo, Dangerous Animals no satisfará el hambre de gore que los espectadores más habituales del género puedan tener. Las secuencias que involucran ataques del depredador marino escasean en sangre y extremidades amputadas. Y dado que su premisa está caracterizada por la presencia de un asesino en serie, puede resultar extraña esta falta de escenas tan características de este subgénero de animales asesinos.
El filme opta por darle más protagonismo a secuencias persecutorias que suceden dentro del barco, las cuales tampoco ofrecen una gran originalidad o ideas novedosas (sin contar las conveniencias de guion habituales en este tipo de largometrajes). Ni siquiera las salvan su excelente fotografía a cargo de Shelley Farthing-Dawe (Chico come universo), caracterizada por el uso de colores vívidos y saturados.

En pocas palabras, la parte más visceral y dinámica que estos largometrajes suelen tener asegurada, resulta más de lo mismo. No obstante, el guion de Lepard sí tiene algunos momentos inéditos que diferencian a esta propuesta de otras con planteamientos similares, como Tiburón 3D: La presa (2011). Uno de ellos, que podría considerarse un arma de doble filo, ocurre en el clímax de la película, el cual rompe con todos los esquemas arquetípicos de este tipo de historias, otorgando un final que podríamos incluso valorar como “terror elevado” con una mirada feminista. Lo aleja, así, de la habitual matanza final de este subgénero.
Otra idea de guion que resulta cautivadora es la introducción de elementos propios de una rom-com en las interacciones entre Zephyr y Moses, interpretado por Josh Heuston (Dune: La profecía). Ambos establecen una relación entrañable y especial, alejado del estereotipado intercambio puramente sexual que se suele dar en estos filmes de terror. La química entre ambos actores funciona a la perfección y sus acciones en la película no caen en lo cliché o básico.

En conclusión, Dangerous Animals no deja ser una propuesta entretenida, ideal para estos meses veraniegos, y recomendable para hacer una doble sesión con Tiburón y observar cómo ha evolucionado este subgénero tan peculiar. Eso sí, no esperéis un festín visceral de gore: parece que los tiburones no tenían mucha hambre…
NOTA: ★★★☆☆
«DANEGROUS ANIMALS», YA EN CINES.
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