Crítica de ‘Frontera’: Una línea física, ética y moral.

A principios de los años 40, el continente europeo vivió una época convulsa tras el estallido de la II Guerra Mundial y el avance territorial del Tercer Reich alemán, encabezado por Adolf Hitler. Más allá del propio conflicto bélico y las invasiones territoriales, millones de judíos de toda Europa fueron perseguidos por el ejército nazi a lo largo y ancho del territorio en el que buscaban asilo. La historia de estos refugiados está ligada intrínsecamente a aquellas personas que arriesgaban sus vidas para salvar las de otros, borrando las fronteras físicas de un mundo fragmentado para abrazar únicamente la moral humana.
La directora y presidenta de la Academia del Cine Catalán, Judith Colell (15 horas), dirige la mirada en su nueva película, Frontera, al paso pirenaico que dividía la franja entre España y Francia por el que debían pasar los refugiados de la vía peninsular. Nuestro país aún sufría las secuelas de una cruenta Guerra Civil, lo que añadía una complejidad a las estructuras formadas en la sociedad tras el fin del conflicto fratricida. Personas de ideologías antagónicas, que habían estado matándose en el campo de batalla, ahora convivían en pueblos y ciudades. El auxilio y asilo de estos refugiados perseguidos por el nazismo era un riesgo vital a causa del hermanamiento entre la España de Franco y la Alemania de Adolf Hitler, en un caldo de cultivo de por sí fracturado. Frontera es el relato de quienes entendían que ayudar a estos refugiados no era una elección.
Manel Grau es un funcionario español de pasado republicano encargado de controlar el paso fronterizo entre España y Francia. Realiza estas labores junto a un comandante de la Guardia Civil que se muestra férreo en público, pero que se aprovecha del contrabando para hacer la vista gorda ante el paso de refugiados, y el alcalde de la localidad, fiel al bando franquista y, por tanto, profundamente colaboracionista con el ejército nazi. En este contexto, algunas personas del pueblo esconden a refugiados provenientes de Francia, que huyen de la ocupación alemana, y estudian corredores seguros por los que introducir más judíos en la península.

Frontera tiene un acertadísimo arranque, donde pronto muestra al espectador el significado contextual de la película, la jerarquía de los personajes más importantes dentro del estamento público de la zona y las razones éticas y morales que mueven a unos y otros. Con mención especial al papel de las mujeres en la película, Colell en su inicio las encuadra en un plano hogareño y servil, que contrapone al institucional, copado por hombres, algo que irá transformando a lo largo de la película, dotándolas de acciones que las convierten en los personajes más puramente humanistas de Frontera.

El diseño de producción, vestuario y la ambientación de localizaciones, así como el interior de los hogares de posguerra, aportan una verosimilitud al relato de época que destaca como uno de los aspectos más notables de la película. La dirección de Colell se mueve entre el estatismo y la quietud de las escenas de habitación, en contraste con la cámara al hombro, que consigue dotar de pulso y nervio a las situaciones que se crean entre los habitantes del pueblo y los refugiados a los que ayudan.

El guion, escrito por Miguel Ibáñez y Gerard Giménez, es funcional para lo que la película quiere contar, pero no para alcanzar una relevancia que la destaque sobre otras obras que abordan temas similares. Agradeciendo, eso sí, que aleje la mirada del conflicto guerracivilista para ahondar en el conflicto humanista en una sociedad ideológicamente compleja, sus personajes están definidos desde el primer minuto y las aristas que algunos de ellos muestran se sienten algo predestinadas. Tanto el texto como la propia Colell quieren, además, recuperar el drama migratorio y la memoria histórica al presente, lo que sitúa a la película en un contexto más amplio, pero menos interesante y manido en el panorama actual del cine español. Tal es así, que unas letras sobreimpresas en el epílogo –recurso algo reiterativo– subrayan este mensaje de fronteras en el siglo XXI.

Miki Esparbé (Wolfgang) encabeza el reparto como Manel, el funcionario de Aduanas que desertó del ejército republicano para salvar su vida y la de su familia. El actor catalán resuelve con solvencia un papel puramente dramático, que lo aleja de papeles cómicos por los que el gran público lo puede reconocer. Logra que los miedos, dudas y culpa que asaltan al personaje traspasen la pantalla. Asier Etxeandía ofrece siempre un notable nivel, pero su personaje puede retrotraer, en estética y tono, al que interpreta en la comedia del año en el cine español, La cena.
Bruna Cusí (Verano 1993) y María Rodríguez Soto (Casa en llamas) rayan a un nivel altísimo como la activista republicana que ayuda directamente a los refugiados y, por otro lado, la mujer de Manel, relegada por completo a las labores del hogar, respectivamente. Ambas actrices demuestran una facilidad pasmosa para hacer algo tan difícil como mimetizarse con cada personaje que encarnan. En sus miradas cabe el dolor, miedo y amenaza que debieron sentir los habitantes de estas localidades tan cercanas al conflicto internacional de la II G.M.

Frontera es una película de época de notable factura visual, con un reparto a la altura, que deja buen poso al espectador, que quedará impactado con algunas escenas crudas y reales y, también, conmovido por los actos humanistas y humanitarios de quienes se jugaban la vida por los demás en una de las páginas más negras de la historia de Europa.
NOTA: ★★★☆☆
«FRONTERA», YA EN CINES.
TRÁILER:
PÓSTER:

¡SÍGUENOS!
- Crítica de ‘Frontera’: Una línea física, ética y moral. - diciembre 15, 2025
- Crítica de ‘Roofman: Un ladrón en el tejado’: Una de las sorpresas del año, con el mejor Channing Tatum de siempre. - diciembre 12, 2025
- Crítica de ‘Resurrection’: La gran ilusión. - diciembre 4, 2025
